El Imperio De Las Rosas

La mente de Ellie siempre ha sido un océano, mientras más te hundes más miedo tienes de lo que podrías encontrar; en ocasiones curiosidad. Esta vez, no podría permitirse dejarse llevar por las olas de su mente para sucumbir en la profundidad de sus malos pensamientos o quizás su realidad.

Es fácil caer ante las tentaciones, Ellie no era la excepción; mente débil. La rubia lo único que quería era ser amada por su padre, sentir amor genuino y era consciente que no había ni una gota de verdad ante sus dulces y venenosas palabras del archiduque, pero no conocía otra verdad más que la que él le ha mostrado.

“¿Usted qué piensa acerca la traición, príncipe?”. La pregunta podría parecer venenosa, pero el tono de voz que usaba Ellie era una mezcla entre sutileza y dulzura, como si fuera consiente de lo que podría desatar una tan inocente pregunta.

A Richard le pareció divertido, la pregunta fue inesperada y ni siquiera había sido dicha con timidez o con picardía; sus ojos estaban brillando.

“Pena de muerta”. Fue lo único que salió de los rosados labios del príncipe expectante ante la reacción de Ellie la cual le sorprendió. Solamente apartó su mirada de él y arrugó la nariz, no lo suficiente para ser notado, pero ante la mirada atenta de Richard no pasó desapercibido; parecía decepcionada.

La rubia había dejado cinco segundos en silencio esperando a que él añadiera algo más a su respuesta, pero no sucedió nada.

“No me refiero a ese tipo de traición. Me refiero a cuando alguien querido te traiciona o tienes la sensación de vacío en el pecho qué no te deja respirar porque sientes que algo entre ustedes se ha roto”. El rostro de Richard reflejaba la clara confusión ante lo que hablaba Ellie, nunca había experimentado tales cosas porque habían matado lo que más quería.

En algún punto solo sintió repudio de su padre más quizás nunca lo quiso lo suficiente como para considerarlo traición hacia él; más bien fue hacia su madre. Él vivía para matar a quién le arrebató lo más preciado que había tenido.

¿Alguna vez le ha brindado a alguien su confianza? La repuesta es tan obvia que le pareció absurda la pregunta, nadie valía la pena. La realidad de Ellie es totalmente distinta a la de Richard, ella a pesar de saber en quién no confiar su amor hacia su padre la cegaba; no podía evitar responder a su llamado.

La princesa le había parecido a Richard sumamente interesante, sus preguntas no eran lo absoluto normal entre las charlas que tenía con otras damas, pero lo que él no sabía es que ella había sido entrenada para eso; para mantener charlas interesantes e intelectuales, Ellie es inteligente y para nada boba.

“Debo irme, ha sido un gusto su alteza”. Eran casi más seis y Ellie no había vuelto a casa, su padre deberá estar extrañado. Lo mejor era irse.

Hizo una reverencia y se retiró del jardín, dejando a un Richard interesado e impresionado por esa inteligente mujer.

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“Has tardado”. Justamente como había sucedido en la mente de Ellie había sido, su padre sentado en un mueble de la sala principal mientras lee uno de sus libros favoritos y observándola de reojo.

Había corrido el riesgo y tardado, las expectativas de su padre debían estar por las nubes. Nada le parecería satisfactorio, él le había enseñado que a un hombre debe dejarse con la incertidumbre y no complacerlo del todo.

“Arthur no se presentó y llegó Richard”. Los ojos de Dietrich brillaron, con genuino interés; esto le parecía demasiado bueno, todo parecía estarse inclinando a su favor.