*Han pasado exactamente dos años desde que me dejaron prácticamente en el altar.
Me llamo Montserrat Diaz, CEO de MONSE COMPANY.
Sentada en mi sillón de color rojo, con una copa en mi mano, mirando el vacío que ofrecía mi ventana, me puse a llorar.
"Maldita seas Enrique, maldita seas Victoria" maldecía a las personas que más odiaba en el mundo, mientras leía en una página de chisme, que ellos dos se habían casado en Hawaii.
Mi vida da un giro al conocer a Aaron Palacios, un joven que al igual que yo, lo han traicionado, mientras yo lo quiero cerca como un juguete, él solo quiere estar lejos de mi.
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23.
AARON PALACIOS
Antes de irme a dormir, le puse un mensaje a Montserrat.
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— ¿Cómo sigues? ¿La fiebre se fue?— el mensaje quedó sin respuesta.
Toda esa noche no pude pegar el ojo. Montse está en su derecho de no responder, pero yo también estaba en mi derecho de insistir.
Así que en cuanto amaneció fui a la casa de Montse. Estaba todo cerrado, así que esperé. A eso de las 7 de la mañana la madre de ella salió.
Bajé del auto y la abordé.
— Buenos días, señora, puedo llevarla a donde vaya y aprovecho para conversar un poco con usted.
— Buenos días Aarón. Puedes llevarme a esta direccion— me dio un papelito con el nombre de un doctor y la dirección.
— Lamento decirle que aún no conozco bien estas calles, pero si usted me lo indica.
— ¿Puedes usar el GPS?
— Cierto. Perdone mi ignorancia. Soy nuevo utilizando el auto. ¿Montserrat está bien? ¿El doctor es para ella?
— Montserrat pasó mal la noche. La fiebre no cedió. El doctor es para ella. Lo estuve llamando, pero el doctor no contestó.
Creo que no es el momento de hacer preguntas sobre el matrimonio de Montserrat, después de todo la señora está muy preocupada y habrá más tiempo para quitarme las dudas.
Después de un rato, llegamos a la clínica. El doctor nos acompañó.
El doctor entró al cuarto de Montserrat, los demás esperamos afuera. Mientras yo, cargaba a Darien que estaba tranquilo.
— Parece que Darien te acepta— dijo Ivet.
— Sí. Ivet, podemos hablar afuera.
— ¿De qué? Si es sobre Montse, es mejor que ella te cuente.
— Solo respóndeme una pregunta.
—Únicamente una.
Salimos al jardín.
— Cuando me escribiste esa vez pidiendo ayuda, ¿Qué es lo que estaba pasando con Montserrat y su esposo?
— Ya tarde buscas respuestas, pero te responderé. Montse se casó por, como te digo, es que tendrías que saber lo demás para que puedas entender. Si te quedan dudas es mejor que le preguntes a Montse. Cuando te secuestraron, viste quien pagó esa suma de dinero fue el padre de Montserrat. La condición para que ese rescate se pagará era que ella se casará con el señor Leonardo y que Darien fuese reconocido como su hijo. Eso es lo que ella me contó después de sacarla de esa casa, después que tú te fuiste, yo perdí contacto con ella hasta ese momento. Ella estaba encerrada en esa casa, sin salir, vigilada las 24 horas, sin celular, sin comunicarse con nadie, hasta que pudo y me envió un mensaje del número de su esposo. Fue ahí que te pedí la ayuda que me negaste, pero ella me contó que justifica tu comportamiento por lo que ustedes vivieron, eso ya lo sabes tú.
— Ojalá ella quisiera hablar conmigo, pero no creo.
— Ella te ama. De eso no me cabe duda. Si todo lo que pasó fue para protegerte de su padre. Aunque no lo creas es temible. Así que, si aún la amas, gánate su confianza, porque ella es una mujer que se cae en pedazos.
El doctor salió.
—¿Cómo está Montse?
— Ella estará bien, después de un buen descanso. Su cuerpo le está pidiendo a gritos que debe parar por un momento, sumado al estrés y al parecer una infección renal. Tiene que ir al laboratorio para que se haga unos exámenes de orina, o bien, que alguien les lleve las muestras al laboratorio.
— Gracias doctor.
Entré a la casa.
— ¿Puedo entrar a verla?— le entregué a Darien a Ivet.
— Sí.
Entré al cuarto de Montserrat. Ella estaba acostada.
— Hola Montse. Me quedé preocupado por ti.
Ivet cerró la puerta.
— Puedes sentarte un rato.
— No quiero sentarme, quiero abrazarte.
— Ando fiebre. Puede ser viral, no quiero que te enfermes.
— No me importa si me enfermo— Me quité la camisa y me metí a la cama junto a Montserrat.
— ¿Qué haces?
— Voy a abrazarte. Ya sabes está creencia, que cuando andas fiebre el contacto piel a piel puede bajarla— La abracé— funcionaría mejor si te quitas la ropa.
— Deja de inventar cosas. Mi madre o Ivet pueden entrar y vernos.
— No creo que entren, Ivet fue quien cerró la puerta. Quítate la camisa, no voy a hacer nada. Solo quiero que me transfiera un poco de tu calor.
Me levanté de la cama y me dirigí a la puerta y le puse seguro.
— Vamos, ya nadie va a entrar.
— Es que no ando sostén.
— Ya he visto tu cuerpo varias veces, así que no te preocupes por eso.
Como vi un poco dudosa a Montserrat, me acerqué y le saqué la camisa. Mi corazón se aceleró como loco, pero no quería que ella pensará que lo hacía con mala intención.
Nos acostamos. La abracé, sentí sus senos desnudos en mi pecho, me puso un poco nervioso.
— Eres un loco al creer que esto me bajará la fiebre.
— Quédate quieta. Tu cuerpo si que está caliente y— pausé.
Giré mi cabeza para verla, Montse tenia sus mejillas rojas, sus labios estaban resecos.
— Perdóname— Me acerqué a sus labios y la besé hasta que sus labios quedarán humedecidos.
Ella hacia suaves sonidos.
— Aarón, ¿Qué haces?
— Humecto tus labios. Creo que es mejor que te pongas la camisa. Porque siento que no podré aguantar más.
Me levanté de la cama y ella se sentó en el borde. Miraba su torso desnudo, ella tenía unos senos lindos, tenía ganas de hacerla mía, pero estaba enferma y afuera estaba su madre e Ivet. Ella se puso la camisa.
— Mañana pasó por ti para que vayas a hacerte los exámenes que te mandó el doctor y cuando mejores me gustaría que visitaramos un lugar bonito donde se pueda acampar en familia.
— No hay necesidad.
— Deja de ser orgullosa.
Ella se puso de pie. Me acerqué y la tomé de la cintura.
— Quiero empezar todo contigo. Yo aún te amo y sé que tu me amas. Todo va a fluir y las cosas van a mejorar.— Besé su frente y ella me abrazó con fuerza.