Dalia es una mujer de carácter fuerte, a sus 23 años ella está dirigiendo la empresa familiar, su abuela que es la persona a la que más respeta le pide que se casé, pues quiere tener nietos. Dalia no está de acuerdo pero para complacerla decide casarse, aunque no será con cualquiera. Debe ser con alguien que ella pueda manejar.
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Capitulo 15
Dalia al que vio lo que hacia su hermano, pensó de inmediatamente en su padre, el tenía la misma conducta celosa con su madre, los recuerdos de esa noche vuelven a su mente. Pero al ser tan pequeña no sabe si es real o era su imaginación. Ella nunca ha querido ir al psicólogo para averiguarlo.
Ahora tampoco está lista para eso. No quiere saber si su padre abusaba de su madre, no podría vivir con eso.
Ella decide bañarse y pide que le suban la cena. Tiene que terminar el trabajo para enviarlo a sus compañeros.
Una hora después, Renato recibe un correo de Dalia, el lo revisa y ve que es el trabajo.
— Mi futura esposa es responsable. — Dice el mientras sonríe.
... Días después, Dalia regresa de la universidad, sube a su habitación y ve a su hermano caminando detrás de Maritza. Está se va a una habitación para encerrarse.
— Abre la puerta. — El toca una y otra vez.
— ¿Qué pasa? ¿Por qué están peleando?
— Observa y saca tus propias conclusiones. — Dalia entiende que su cuñada descubrió la mentira de su hermano. — Maritza abre la puerta. — Repite Elíseo desesperado.
— Déjala tranquila.
— No te metas en ésto. Vete a tu habitación.
— Elíseo ella está embarazada. Por favor se considerado. Un disgusto le puede hacer daño al bebé.
— Maritza sólo quiero hablar. Déjame explicarte. Por favor. — Ella continúa sin abrir.
— Si hablas con ella no actúes cómo un animal. — Dalia se va a su habitación. Elíseo continúa tocando, pero al ver que no abrirá pide que le lleven la llave. Apenas la recibe abre la puerta y entra.
— Maritza. — Ella se hace para atrás. — Yo no te menti. Quedé sin movilidad, pero hace unos meses puede volver a caminar.
"¿Por qué no me dijiste?." — Escribe ella en su celular.
— Por qué sabía que no me seguirías tratando igual. Muchas cosas cambiaron desde que use la silla, ahora hasta vamos a tener un hijo. No quería perder todo lo que había ganado.
"Eres un manipulador. Me hicistes sentir culpable para sacar provecho."
— Mari...
"No te acerques." — Ella de nuevo se hace para atrás. Elíseo la sostiene de los brazos y ella se altera.
— DÉJAME. — Grita y el se sorprende al escuchar su voz.
— ¿Puedes hablar? — Maritza se siente mal y se desmaya, el la sostiene y la lleva a la cama. En pocos minutos Dalia llega a la habitación.
— Escuché la voz de una mujer. ¿Quién era?
— Maritza.
— Estoy hablando en serio. ¿Quién era?
— Era ella. Me gritó.
— Eso es imposible. Ella no puede hablar.
— Hoy lo hizo. — Elíseo queda con ella y llama al doctor, esté la revisa y dice que todo está bien, Elíseo le pregunta si es posible que una persona muda pueda hablar. El doctor responde que no se especializa en ello, pero tiene algunos colegas que le han contado de personas que quedan mudas luego de un suceso traumático, y quizás su esposa sea de esas personas. — ¿Existe alguna manera para que ella hablé a la perfección?
— Debe ir a terapia. Si lo desea puedo recomendarle algunos sicólogos.
— Si. Mándeme una lista de los mejores. Vere cada detalle.
— Está bien, con su permiso. — Elíseo asiente. Un rato después, Maritza se despierta.
— ¿Cómo te sientes? — Ella asiente. — ¿Antes podías hablar? — Ella nuevamente asiente. El pregunta cómo perdió el habla, Maritza empieza a escribir, pero el la detiene. — Se hablar con señas. Dímelo. — Maritza se sorprenden y explica que se quedó en ese estado después del incendio en el que murió su madre. — ¿Quieres volver a hablar?
— Si.
— ¿Por qué nunca me contaste?
— Por qué se lo pedí muchas veces a mi padre. El no me dejó y supuse que tampoco lo harías.
— Hiciste suposiciones falsas. Yo te voy a contratar al mejor psicólogo.
— ¿Y me va atender aquí o en su consultorio? — Pregunta ella viéndolo molesta.
— Aquí. — Ella se recuesta. — Por favor no estés enojada. — Maritza se da la vuelta.
— No quiero verte. — Le dice en señales. — Eres un mentiroso. — Elíseo le toca el brazo, Maritza lo mueve.
— Vendré después. — Elíseo sale de la habitación. .
... Al día siguiente, Dalia va al centro comercial con su hermana, Elisa al ver la ropa de bebé se emociona y le súplica a Dalia que entren ahí, Dalia acepta y van juntas, Elisa quiere comprar cosas que el bebé aún no va a necesitar, sin embargo, Dalia la corrige y eligen pocas cosa, compra unos lindos mamelucos y suéters, después de pagar ambas salen, Elisa le echa el brazo a su hermana.
— ¿Por qué la muestra de afecto? — Pregunta Dalia mirándola con sospecha.
— Quiero helado.
— Lo sabía.
— ¿Me compras un poco?
— No se.
— Por favor, ¿quién es tu hermana favorita?
— No recuerdo
— Soy yo, tu siempre me lo dices. Por favor, quiero helado. Soy tu favorita. La niña que más quieres..
— Y por qué te quiero debo cuidar esos pequeños dientes de ardilla. — Elisa la observa un poco disgustada.
— Hola Dalia. — Está se gira de inmediato al escuchar esa voz.
— ¿Qué éstas...?
— Salí a comprar. Me alegra haberte encontrado. — Explica Renato.
— ¿Eres el novio de mi hermana? — Pregunta Elisa con los ojitos entusiastas.
— No lo es.
— Todavía. — Aclara el.
— No le hagas caso. Vámonos.
— Espera. — Elisa detiene a su hermana. — Si eres mi futuro cuñado, tienes que invitarme helado.
— Elisa. — Dalia la observa con disgusto.
— Está bien cuñada. Vamos por tu helado. — Renato le da la mano, Elisa la toma sin dudar, cosa que enoja a Dalia. No le queda más remedio que irse detrás de ellos.
— Ya me empiezas a caer bien.
— Gracias.
— A mi hermana le cae bien todo el que le invite helado, no te sientas especial. — Renato ignora su comentario.
— Yo te vi en la fiesta de Dalia, eres Renato, ¿Verdad?
— Si. Soy Renato del Castillo.
— ¿Y cuándo te vas a casar con mi hermana?
— Elisa. — Dalia ahora sí es sacada de sus casillas.
— No se cuñadita. Espero que pronto.
— ¿Y van a vivir en mi casa?
— Si ella quiere.
— Elisa nos vamos. — Dalia toma su mano.
— Espera. No he terminado mi helado. — Ella se aferra a su vaso.
— Si quieres terminar deja de hablar. Y tú, ven conmigo. — Dalia toma la mano de Renato y se lo lleva a un lado. — ¿Qué pretendes?
— Ser un buen cuñado.
— Estás enfermo. ¿Cuánto debo repetirte que nunca me casaré contigo? ¿Por qué no entiendes que no tengo ni un más mínimo sentimiento por ti?
— Por qué yo sé que ese sentimiento va a existir. Es sólo cuestión de tiempo.
— No. No necesito tiempo para saber que tú no eres el hombre que yo quiero. Deja de imaginar una vida conmigo por qué es imposible. ¿En qué idioma debo explicarlo?
— Intenta hacerlo en todos los idiomas del mundo, no hay manera de que lo entienda o me rinda, para mí sólo existe una mujer con la que deseo estar el resto de mis días, y esa eres tu. — Dalia lo observa molesta.
— No pienses que con esos dulces comentarios caeré a tus pies. No soy de esas.
— No es mi intención que caigas a mis pies. Lo que quiero es una oportunidad.
— Jamás. Ya te lo dije. — Dalia se regresa con su hermana, le toma la mano y la saca sin darle explicaciones.