Evelyn Davis y Dixon Torriceli
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Capítulo 9
Dixon Lombardi.
Lograron escapar, de nuevo, los muy malditos siempre logran escapar de mis ataques. Me paseo por la oficina del restaurante esperando a Paul que no se donde se ha metido, ya era para hubiese llegado.
Los Davis me tienen de mal humor a tal punto que quiere destruir todo lo que se me atraviesa, el maldito de Erick Davis, saben lo desgraciado que es su padre y aún se empeña en protegerlo, y no solo eso si no que también llegaron a un acuerdo donde sus padres no deben sacrificarse por el ¡Maldito idiota!
Erick nunca a sido mi objetivo, solo sus padres, quiero que él los vea morir como yo vi morir los míos, quiero que me pidan piedad y me supliquen que los deje vivir, pero ahí seré yo el que no dentro ni una pizca de piedad, así como Julián Davis no la tuvo conmigo.
—¿Se puede saber donde carajos estas? — le pregunto a Paul cuando contesta el teléfono.
—Ya estoy aquí, cálmate — dice y no respondo solo cuelgo.
—Tenias que estar aquí hace una hora, ¿donde….— la pregunta queda a media cuando veo a Paul entrar con una chica.
Se ve que estuvo llorando, tiene los ojos rojos y un poco inchados aunque no tanto, y la nariz también la tiene roja, el cabello castaño claro lo tiene desordenado y los ojos verde esmeralda reflejan de todo menos felicidad, ¿De donde la saco?.
—Ella es Evelyn, la vi cuando venía para acá, me pidió ayuda ya que unos hombres venían siguiéndola y la había robado, necesita un trabajo y hospedaje— me dice.
—¿Y? ¿Ahora haces obras de caridad? — pregunto con desdén.
—Dale trabajo, tal vez necesiten personal aquí — me dice.
—¿Tienes experiencia laboral? — le pregunto a la chica y está niega.
Ya sabía que no, parece de todo menos una persona que haya pasado por problemas económicos y su ropa me lo confirma.
—¿Estonces como pretendes trabajar si no tienes experiencia? — le pregunto.
—Puedo aprender, nunca he trabajado pero aprendo rápido — dice en voz baja.
—¿Cuantos años tienes?— pregunto.
—18 — responde.
—¿De donde eres? — pregunto ella me mira por unos segundos antes de responder.
—Estados Unidos — responde algo insegura.
—¿Segura? — me acerco a ella y ella me mira y dura unos minutos antes de asentir — Sabes que no te creo, dame tu pasaporte— le digo y ella duda pero termina dándomelo.
Y si efectivamente es de allá.
—¿Dudas de tu nacionalidad? — pregunto.
—Dejala Dixon, la pobre está asustada y tú la estás asustando aún más — me dice Paul, alejándome de la chica
Camino hacia mi escritorio y llamo a la una de las trabajadoras.
—Lexi. Ven a mi oficina— digo sin quitar la mirada de la chica y ella me la devuelve.
Apesar de estar asustada no baja la mirada, la puerta se abre y le da paso a Lexi.
—¿Que necesita señor? — pregunta.
—Antes de que te vayas encárgate de ella. Mañana empezará a trabajar — le digo y ella mira a la chica y luego asiente.
—Ven— llama a la chica y está sale detrás de ella, pero antes de irse le dedica una mirada a Paul y este la anima a ir.
—Pobre chica— dice cuando está sale.
—Si — digo con sarcasmo— ¿que averiguaste? — le preguntó.
Paul rueda los ojos, no le gusta para nada mi sarcasmo, pero lo que él sabe y todos los que me conocen saben que me importa una mierda lo que les guste o no.
—Estaban celebrando la llegada de una sobrina de Julián Davis — dice sentandose frente a mi.
—¿Como se llama? — pregunto.
—No lo sé, nadie sabe su nombre, pero hubo un hombre que dijo que había escuchado que la llamaban Vivi — responde — Tal vez se llame Vivían o Viviana o algo parecido.
—¿Saben como es? — pregunto.
—No, para nada, es como un fantasma nadie sabe de ella — responde.
—Debe ser alguien insignificante para los Davis, y si no son capaces de arriesgarse por su hijo, tampoco lo harán por una sobrina fantasma— digo.
—Oye, ¿esa chica no te parece conocida? — pregunta de repente.
—¿Que chica? — pregunto.
—Evelyn, siento que se me parece a alguien — dice pensantivo, no puedo evitar rodar los ojos.
—No, solo me parece una chica tonta e ingenua — le digo.
—No seas cruel — me dice.
—¿No me digas que te gusta? — pregunto.
—Claro que no, solo que me recuerda a mi hermana — dice y yo asiento sin darle importancia.
—Sigue averiguando donde están, necesito dar con ellos — le digo.