La Princesa Maxine Colette Benoit del Reino de las Brujas regresó en el tiempo justo cuando el Imperio destruyó por completo su amado reino, ahora sólo quiere dos cosas:
no repetir su tragedia y vengarse.
¿Podrá la princesa cumplir su objetivo?
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Hostilidad y compostura
— S-sí, es cierto lo que dice el duque. — Mi voz tiembla, ¡es la primera vez que hablamos!
— Excelente respuesta, duque. — El Emperador aplaude. — ¿Cómo lo supo?
— Mi familia solía tener sirvientes del Reino de las Brujas, por lo que aprendí un poco de ellos. — Responde el duque Gunther con seguridad.
El duque es simplemente perfecto. Su atractivo, su interés por mi reino y sus modales impecables lo convierten en el hombre de mis sueños. Sin embargo, tengo una preocupación: parece ser cercano al príncipe, lo que me hace sospechar que estuvo involucrado en la destrucción de mi reino. A pesar de eso, debo aprovechar esta oportunidad y continuar admirando su belleza excepcional para evitar sentirme incómoda en presencia del príncipe.
— ¿Acaso tienes algún problema con el duque Gunther? — Alessio pregunta con la intención de molestar.
— No, no tengo ningún problema. — Respondo de manera cortante, sin intención de prolongar la conversación.
— ¿Entonces? — Él deja de comer y apoya su rostro en su mano para observarme mejor. — ¿Por qué lo miras tanto?
— No es de su incumbencia, Su Alteza. — Respondo con tono cortante, manteniendo mi mirada fija en el duque. No deseo entrar en discusiones con Alessio ni darle el gusto de satisfacer su curiosidad.
— Lo sé, ese asunto no me corresponde, pero de todas formas tengo curiosidad de saber la razón por la que observas tan fijamente al duque.
Siento una leve incomodidad ante la pregunta. La verdad es que admiro al duque Gunther por su apariencia atrayente y su impecable porte, pero no puedo permitirme expresar abiertamente mi atracción. Solo de pensar en admitir mis sentimientos, siento cómo mi rostro arde aún más intensamente. Así que definitivamente, no puedo dejarme llevar por el juego de Alessio, pero tampoco quiero ser falsa, especialmente delante del Emperador, cuya mirada escudriñadora parece penetrar hasta lo más profundo de mi ser. Es crucial que demuestre que no tengo intenciones maliciosas y que soy una persona confiable.
— Porque me resulta interesante. —Respondo, intentando infundir un tono seductor en mi voz, con la esperanza de captar la atención del duque. Sin embargo, sé que mis esfuerzos son en vano, ya que ni siquiera me dirige una mirada, y con prisa, termina su comida y solicita permiso pAra retirarse. ¡Qué lástima!
Con la partida del duque Gunther, mi única fuente de distracción se desvanece, y ahora puedo sentir más intensa la mirada de Alessio clavada en mí, es como si quisiera devorarme. El Emperador, siempre perspicaz, detecta la tensión palpable entre su amado hijo y yo, por lo que decide intervenir solicitando que tomemos un paseo juntos.
— Si usted lo pide, Su Majestad, lo haré con mucho gusto. — Responde Alessio, sus palabras denotan obediencia y respeto, aunque su tono podría insinuar cierto sarcasmo oculto.
Alessio, actuando como un príncipe educado, extiende su mano para ayudarme a levantarme de mi asiento. Es un gesto que podría parecer cortés y galante para cualquiera que lo observe, pero yo no voy a participar en su farsa. Decido levantarme por mí misma, sin aceptar su ayuda, y camino hacia la salida con determinación.
Sin embargo, mi escape se ve frustrado cuando el Emperador interviene una vez más, solicitando algo aún más desagradable: que disfrutemos del recorrido por el palacio en compañía el uno del otro. Es una petición que desearía rechazar, pero no puedo desobedecer al Emperador. Lo peor de todo es que el despreciable príncipe Alessio, con su hipocresía característica, afirma que a mi lado todo será muy divertido, lo cual solo aumenta mi disgusto hacia la situación.
— Vamos, princesa. — Alessio extiende su mano hacia mí, intentando sujetarla con un gesto presumido. — No seas amargada y "disfruta" del recorrido. Eso es lo que quiere mi padre, que aparentemos estar en armonía frente a los demás. — Sus palabras están cargadas de burla, pues conoce que estoy incómoda con la situación.
— No necesito que me tomes de la mano, Alessio. — Respondo con firmeza, retirando mi mano antes de que pueda sujetarla. — No me interesa ser parte de tu juego fingiendo ser el hijo perfecto. Puedo "disfrutar" del recorrido por el palacio por mí misma, sin tu presencia ni tus sarcasmos.
— JAJAJA — Alessio se ríe con una brutal arrogancia. — Pero si soy el hijo perfecto, ¿cómo podría desobedecer a mi amado padre? — Su tono sarcástico no pasa desapercibido, y me hace cuestionar la verdadera relación entre ellos. ¿Acaso sus palabras ocultan algo más? — Por cierto, ¿qué prefieres? ¿Maxine o Colette? — Su cambio abrupto de tema me desconcierta. ¿A qué se refiere con esas opciones?
— ¿Por qué te importa cuál de mis nombres prefiero? — Respondo con cierto tono de irritación. Me resulta repulsivo que Alessio se atreva a mencionar mi nombre de forma tan familiar. ¿Acaso no puede simplemente respetar mi título de princesa y dirigirse a mí de manera adecuada?
— Estás en mi humilde hogar, por lo que quiero ser cortés y tratarte como a una gran huésped. Así que dime cómo te gusta que te llamen — dice Alessio con una aparente deferencia.
— Eso no lo parecía antes — respondo, señalando su falta de cortesía evidente en ocasiones anteriores, como el día en que me presenté en el castillo o esta misma mañana al despertar. — Todos me llaman Colette, pero prefiero que hablemos como desconocidos y me llames "princesa".
— Oh, qué lástima. Me gusta más Maxine. — comenta Alessio con un dejo de decepción en su voz.
¿Para qué demonios me pregunta cómo prefiero que me llamen si va a imponer su terca opinión? No puedo seguir caminando junto a este hombre. Decido detenerme y dar media vuelta, esperando que él comprenda que no quiero que me siga. Sin embargo, para mi gran sorpresa, Alessio persiste y continúa caminando hacia mí, tratando de guiarme una vez más. Irritada, lo miro fijamente y le exijo que se detenga.
— Mira, Maxine — Me habla sin formalidad, mostrando su desdén. — No me gustan las brujas, no me agradas tú y no me agrada tener que guiarte por mi palacio. Pero si mi padre lo ordenó, entonces deja de hacer las cosas difíciles y sigue el juego correctamente.