Leonor una joven de corazón puro que luego de que en su primera vida le tocará experimentar las peores atrocidades, vuelve en el tiempo y jura vengarse de todos aquellos que algunas vez destruyeron su vida por completo.
Nueva historia chicas, subiré capítulo intercalando con las otras dos. Sean pacientes, la tengo que subir por qué sino se me va la idea😜😜🤪
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Capítulo 15
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Al día siguiente, el emperador fue a ver temprano a su hija y la encontró vistiéndose para salir.
Una vez que las doncellas se marcharon, el emperador habló:
—Lo siento.
Leonor volteó a verlo, y él continuó:
—Siento no haberte creído. Sara logró hallar a la culpable de todo esto y...
—No me digas, ¿fue la emperatriz? —Leonor ironizó, y el emperador frunció el ceño.
—Tal vez merezco que me hables así.
Leonor suspiró. Indicándole con un gesto que tomara asiento en uno de los sillones de su habitación, dijo:
—Padre, creo que ahora entiendes por qué siempre me comporté de esa manera contigo. —Maximus miró nuevamente a los ojos de su hija, y ella continuó—. Si bien los actos de la emperatriz son solo suyos, tú siempre fuiste responsable de no ver las maldades e injusticias que esa mujer cometió con todas nosotras. No solo hablo de mi madre o de mí; hablo también de las concubinas...
—¿Cómo es que...? ¿Sara?
—No la culpes. Ella solo me informó de todo lo sucedido creyendo que tú no llegarías a tiempo. Ahora dime, ¿qué planeas hacer? Porque yo no tengo intenciones de quedarme encerrada para siempre...
—Ni tampoco te lo estoy pidiendo. Hoy en la tarde, todo habrá terminado.
—Padre...
—Yo le sacaré la verdad. —El emperador se levantó del asiento y, mirando a su hija con tristeza, añadió—: Lamento no haber sido mejor padre.
Leonor quiso detenerlo, pero su orgullo no se lo permitió.
***
Al salir del palacio de la princesa, el emperador se dirigió nuevamente a su oficina, donde organizó todo para la caída de su emperatriz.
En la tarde, varios nobles y altos funcionarios de su corte ya se encontraban reunidos, a la espera de los emperadores. Muchos sabían del estado de la princesa, así que supusieron que fueron convocados para ser informados sobre su salud.
Soledad, por su parte, llegó al gran salón sin sospechar nada, ya que en la mañana había enviado a una doncella a preguntar por la princesa y le informaron lo mismo que el emperador había dicho la noche anterior. Sin darle más importancia, tomó asiento junto a su esposo, y la reunión comenzó.
—Muy bien, caballeros —anunció el emperador—, los he reunido aquí porque quiero informarles sobre la salud de mi hija...
Soledad, confiada, interrumpió:
—Lastimosamente, la princesa ya no despertará y...
Los nobles se sobresaltaron ante esa declaración, pero Maximus preguntó:
—¿De qué hablas, emperatriz?
Soledad miró a su esposo, confundida. Antes de que pudiera responder, las grandes puertas del salón se abrieron, y la princesa Leonor ingresó.
Al ver el rostro desfigurado de la emperatriz, Leonor sonrió con entusiasmo y dijo:
—Lamento la demora, padre.
Sin poder contener su ira, la emperatriz exclamó:
—¡Imposible! ¡Ya deberías estar muerta! ¿Qué significa esto?
El salón entero se sumió en un silencio expectante. Maximus tomó la palabra:
—¿Y por qué mi hija debería estar muerta? Yo jamás te di esa información...
—Padre, permítame explicarle —intervino Leonor—. La emperatriz habla del segundo intento de asesinato que cometió esta mañana. Envió a una de sus doncellas a cerciorarse de que me estuviera muriendo, pero luego de eso un hombre vestido de negro entró en mi habitación. Creo que fue enviado a terminar el trabajo, solo que no esperaba encontrarme leyendo un libro.
Todos miraron a la emperatriz con asombro. Ella, desesperada, dijo:
—¡Tonterías! Ya tu padre sabe que detrás de todo esto está el príncipe de Zenda. No debiste traer al enemigo a nuestro imperio...
—¿Y por qué mi prometido querría matarme? —Leonor levantó la mano, mostrando la marca del pacto—. Como pueden ver, tenemos un pacto. Él no puede lastimarme.
La ira en el rostro de la emperatriz era evidente. Maximus, firme, ordenó:
—Guardias, arresten a la emperatriz.
Sara surgió de entre las sombras para sujetarla.
—Será un placer, majestad.
—¡Maximus! ¡¿Cómo puedes creer en su palabra solamente?! ¡Ella intenta hundirme!
Antes de que alguien respondiera, el Archiduque Sander ingresó con sus soldados, arrastrando a los mercenarios de la emperatriz. Matt, al ver el rostro de Soledad al reconocerlos, sonrió irónico:
—Una disculpa por el estado de mis acompañantes, pero no quisieron hablar por las buenas.
—Gracias, tío, por traerlos a tiempo —dijo Leonor—. Será interesante saber qué contaron.
La emperatriz, temblando, balbuceó:
—¡Yo jamás vi a esos hombres en mi vida!
Matt replicó:
—Pues ellos dicen lo contrario. Al parecer, te conocen desde hace años.
Finalmente, Maximus proclamó:
—Emperatriz Soledad, a partir de ahora quedas destituida del cargo y serás ejecutada en la plaza pública bajo los cargos de corrupción, intento de asesinato contra un miembro heredero de la corona y de los hijos no natos de mis concubinas.
La corte entera quedó atónita. Todo cobraba sentido: por qué el emperador, teniendo tantas esposas, solo tuvo dos hijos.
Tras la lectura de los cargos, la mujer fue llevada a los calabozos junto a sus cómplices.
Entonces, un noble que apoyaba a Leonor se atrevió a preguntar:
—Majestad, ¿qué pasará con el príncipe?
Leonor respondió con serenidad:
—No pasará nada. El príncipe era muy unido a su madre; este será un golpe duro para él. Pero seguimos en lucha por el trono. Quiero que me elijan porque soy la mejor opción, no porque sea la única.
Los nobles asintieron, y Maximus agregó:
—Aun así, mi hijo recibirá un castigo. Sé cómo hacerlo. Esto es todo por hoy. Pueden retirarse.
***
Cuando quedaron solos, Matt y Maximus se acercaron a Leonor.
—Ve a descansar, hija, aún no estás del todo recuperada.
—Sí, tienes razón, padre... Ah, una cosa más: el príncipe de Zenda me pidió recordarte que le debes una disculpa. Sus padres ya están aquí para cerrar el compromiso.
Maximus frunció el ceño.
—¿Sigues interesada en casarte con él?
—Tengo un pacto, ¿lo olvidas? Además, esto es lo mejor para Atenea.
—Hija, ahora podrías casarte por amor...
Leonor sonrió con amargura.
—¿Amor? Padre, eso es para jovencitas sin preocupaciones. Yo seré emperatriz. El amor es secundario. Mi sueño es ser la madre de dos imperios y que mi nombre pase a la historia. Mauricio lo sabe. No soy ingenua.
Matt y Maximus intercambiaron una mirada atónita. Leonor añadió:
—Muy bien, me iré a descansar. Los veo luego.
Salió del salón, y Matt comentó en voz baja:
—Veo que con los años se ha puesto más... ¿arisca?
—Esa niña terminará por matarme de un disgusto.
Matt rió.
—Tal vez forme su propio harén, como tu hermano...
Maximus frunció el ceño, pero antes de que pudiera responder, Matt se excusó rápidamente:
—Mejor me voy. Dejé la leche en la estufa...
Y huyó del salón antes de que la ira del emperador estallara.