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Un Hogar En El Apocalipsis

Un Hogar En El Apocalipsis

Status: Terminada
Genre:Sci-Fi / Apocalipsis / Zombis / Completas
Popularitas:9.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Cami

El mundo cayó en cuestión de días.
Un virus desconocido convirtió las calles en cementerios abiertos y a los vivos en cazadores de su propia especie.

Valery, una adolescente de dieciséis años, vive ahora huyendo junto a su hermano pequeño Luka y su padre, un médico que lo ha perdido todo salvo la esperanza. En un mundo donde los muertos caminan y los vivos se vuelven aún más peligrosos, los tres deberán aprender a sobrevivir entre el miedo, la pérdida y la desconfianza.

Mientras el pasado se desmorona a su alrededor, Valery descubrirá que la supervivencia no siempre significa seguir con vida: a veces significa tomar decisiones imposibles, y seguir adelante pese al dolor.
Su meta ya no es escapar.
Su meta es encontrar un lugar donde puedan dejar de correr.
Un lugar que puedan llamar hogar.

NovelToon tiene autorización de Cami para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

18

El SUV avanzó con parsimonia por caminos secundarios que el tiempo y el abandono empezaban a reclamar como suyos. Las ramas de los árboles, cada vez más desnudas con el avance del otoño, arañaban el techo del vehículo. La tensión inicial de la partida se había transformado en una vigilancia constante, una coreografía silenciosa y perfectamente ensayada entre Valery al volante—sus ojos barriendo el camino en un arco de 180 grados—, Derek escudriñando el paisaje circundante con la escopeta apoyada en sus rodillas, lista, y Luka, en la parte trasera, con la mirada perdida en el bosque que desfilaba tras la ventana y su mano pequeña acariciando inconscientemente la fría culata de la pistola que llevaba al cinto.

Fue Derek quien lo vio primero, su cuerpo tensándose ligeramente en el asiento.

—Alto—murmuró, el monosílabo cargado de una urgencia contenida.

Valery frenó suavemente, el motor emitiendo un ronroneo bajo. Siguiendo la línea de su mirada, distinguió a lo lejos, semioculto por una arboleda densa y una valla metálica tan oxidada que parecía a punto de desmoronarse, un edificio largo y bajo, de bloques de cemento descoloridos por la intemperie. No era una casa acogedora, ni siquiera una granja, sino algo más funcional, casi brutal en su utilidad. Un almacén, quizás, o un taller de maquinaria agrícola abandonado. Pero lo más importante, lo que hizo que la esperanza les diera un pellizco cauteloso en el estómago, fue la absoluta quietud del lugar: no había vehículos en el exterior, las ventanas altas y estrechas estaban intactas, y al observarlo con detenimiento a través de los binoculares, no se detectaba el más mínimo movimiento, ni humano, ni animal, ni de esos otros seres, en el interior o sus alrededores inmediatos. El silencio que emanaba del lugar era profundo, casi sagrado en su integridad.

—Parece... que no ah pasado nadie aún por aquí —comentó Derek, pasándole los binoculares a Valery, su voz un susurro de asombro.

Ella escaneó el perímetro con meticulosidad de depredadora. No había rastros de neumáticos recientes, ni basura esparcida, ni los restos siniestros y reveladores—huesos, ropas rasgadas, vainas de balas—que solían acompañar como una plaga macabra a los lugares saqueados o defendidos hasta el final.

—Nadie ha estado aquí en meses.Tal vez desde que todo empezó —concluyó Valery, bajando los binoculares.

La esperanza, un sentimiento tan peligroso y frágil como necesario, se encendió en el interior del vehículo. Con extrema precaución, Valery estacionó el SUV fuera de la vista directa del almacén, detrás de una loma cubierta de maleza. El acercamiento lo hicieron a pie, deslizándose como sombras entre los troncos de los árboles, usando la cobertura natural del bosque que bordeaba la propiedad. Luka caminaba en un silencio absoluto entre ellos, imitando instintivamente sus movimientos furtivos, su pequeño cuerpo agachado, sus ojos, ahora de un azul más pálido y observador, escudriñando el terreno como le habían enseñado.

La puerta principal, de metal corrugado, estaba sellada con un candado industrial grueso y anticuado, pero el óxido lo había carcomido hasta la inutilidad. Un solo golpe certero y contenido de la palanca de Derek, aplicado con la fuerza precisa del que ya no derrocha energías, fue suficiente para reventar la cerradura. El chasquido metálico, seco y agudo, resonó con una intensidad aterradora en el silencio absoluto que envolvía el lugar. Los tres se congelaron al unísono, conteniendo la respiración, los oídos alertas como radares, esperando una respuesta, el más mínimo sonido que delatara que no estaban solos.

Solo recibieron el mismo silencio de vuelta, denso y cargado de polvo.

Valery, con la llave inglesa en una mano y la ballesta en la otra, empujó la pesada puerta metálica. Esta crujió y se abrió con una lentitud exasperante, revelando una penumbra polvorienta atravesada por los haces de sol que se filtraban por las ventanas altas, iluminando miles de motas de polvo que danzaban en el aire quieto. Un olor a aceite rancio, goma vieja, madera húmeda y polvo seco les dio la bienvenida, un aroma a tiempo detenido. Y entonces, mientras sus ojos se adaptaban a la semioscuridad, vislumbraron el tesoro.

No era un almacén cualquiera. Parecía el depósito central de una empresa de logística o una gran cooperativa agrícola de la zona. Estantes metálicos de gran altura se alineaban como gigantes dormidos, cargados hasta el tope con cajas de cartón selladas, muchas de ellas aún con sus etiquetas de envío legibles. Valery se acercó a la pila más cercana y, con la punta afilada de su cuchillo, rajó la cinta adhesiva ya quebradiza de una de ellas. El contenido hizo que le diera un vuelco el corazón: latas. Docenas y docenas de latas de vegetales, fruta en almíbar, maíz, y, la joya de la corona, carne. Más comida procesada y en conserva de la que habían visto en los últimos seis meses combinados.

—Dios mío —susurró Derek, la voz quebrada por la emoción, pasando junto a ella y abriendo otra caja con manos casi temblorosas. Esta contenía botellas de agua selladas, packs de bebidas isotónicas y, en un rincón, varios bidones de gasolina de emergencia, un hallazgo casi tan valioso como la comida.

—¡Mira! —exclamó Luka en un susurro excitado, señalando un rincón más oscuro del almacén.

Allí, apilados con cierto orden contra la pared, había sacos de arroz de veinticinco kilos, legumbres de todos los tipos imaginables y harina de trigo, sus exteriores manchados por la humedad pero aún intactos. En otro sector, cerca de lo que parecía una oficina, encontraron cajas con ropa de abrigo nueva con las etiquetas aún puestas, mantas térmicas empaquetadas al vacío, y un botiquín de primeros auxilios de tamaño industrial, repleto de vendas, antisépticos, analgésicos e incluso antibióticos, un tesoro que haría llorar de alegría y alivio a cualquier médico, y que a Derek, el antiguo cirujano, le provocó un nudo en la garganta.

—Rápido —ordenó Valery, rompiendo el hechizo de la abundancia con la voz firme de la comandante, aunque una luz inusual de triunfo brillaba en sus ojos—. No sabemos cuánto tiempo tenemos esto solo para nosotros. Prioridad absoluta: comida no perecedera de alto valor, agua, el botiquín completo y todas las mantas que podamos llevar. Lo demás es lujo.

Se movieron. Derek, aprovechando su fuerza renovada, cargaba los sacos más pesados de arroz y legumbres sobre sus hombros, transportándolos hacia la puerta con pasos firmes. Valery, elegía las cajas con mayor densidad nutricional y las apilaba cerca de la entrada. Hasta Luka, impulsado por un sentido del deber que trascendía su edad, ayudó arrastrando una caja más ligera llena de barras de cereal energéticas y tabletas de chocolate hacia la entrada, su pequeña figura empeñándose en la tarea, su rostro serio y concentrado.

Fue una carrera contra un enemigo invisible: el tiempo que se escapaba, la posibilidad latente de que el ruido del candado roto los hubiera delatado a oídos indeseables, la paranoia agridulce de que este golpe de suerte descomunal fuera demasiado bueno para ser verdad y estuviera a punto de esfumarse. En menos de veinte minutos de actividad frenética y silenciosa, el maletero del SUV estaba repleto hasta el borde, y el asiento trasero acumulaba un botín que, calculaba Valery mentalmente con rapidez, garantizaba su supervivencia durante varias semanas, quizás incluso un par de meses si eran disciplinados.

—Es suficiente —jadeó Derek, cerrando la puerta del maletero con un golpe sordo y definitivo, el sudor brillando en su frente—. Nos vamos. Ahora.

Subieron de nuevo al vehículo, una sensación de urgencia mezclada con euforia los embargaba. Valery arrancó y el SUV se alejó del almacén de cemento sin que ninguno de ellos mirara atrás, internándose de nuevo en la seguridad relativa y familiar de los caminos secundarios, dejando atrás el silencio de los muertos y cargando consigo el peso tangible de la esperanza.

La atmósfera dentro del vehículo había cambiado de manera perceptible. La tensión no había desaparecido—nunca lo haría—, pero ahora estaba mezclada con una incredulidad casi eufórica, una sensación de vértigo ante la inesperada abundancia. Tenían una reserva. Un colchón contra el hambre y la enfermedad. Algo que iba más allá de la mera supervivencia del día a día y se asomaba a la posibilidad de una estabilidad precaria.

Luka, abrazando contra su pecho una de las mantas térmicas nuevas, su textura suave y plástica contra su mejilla, rompió el silencio cargado, su voz un hilo de esperanza infantil.

—¿Esto...esto significa que ya no tendremos tanta hambre?

Valery miró a su hermano a través del espejo retrovisor, y por primera vez en mucho, mucho tiempo, algo que se parecía peligrosamente a una sonrisa genuina, amplia y aliviada, asomó a sus labios, alisando por un instante las arrugas de preocupación perpetua en su frente.

—Sí,Luky —respondió, y su voz sonó más suave de lo habitual—. Significa que, por un buen tiempo, no tendremos tanta hambre.

1
Jackelin Estrada
🥰
Dayis35
no me gustó que murió Kale, ya han perdido mucho y sé que es un apocalipsis pero bueno 😭
Dayis35
se que está actuando de manera estratégica pero un poquito más de empatía con su papá no le haría daño
Dayis35
muy buena hasta el momento, Valery le tocó madurar de un día para otro
Dayis35
excelente novela
Dayis35
me está encantando, este tipo de novelas me gustan mucho
Orfe Elizondo
ojalá y sean amables y los reciban bien
Orfe Elizondo
bueno me gusto es bueno que tenga un apoyo un compañero a la vez alguien en quien confiar
Orfe Elizondo
que triste y que solos se sienten con un camino insierto 😭
Marlucha💋
Los dos manejan!, lo ideal era que mientras uno duerme el otro maneja y luego se turnan! y así no hacen paradas
Marlucha💋
Umh! algo como lo que hicieron a Raccon City en Resident Evel I.
Anajely Franco
me encantaría que continúe la segunda parte
Estebana Sariego: Ha sido una historia con mucha verdad y muy bien narrada. Espero la continuación
total 1 replies
Anajely Franco
que tristeza
Orfe Elizondo
que tristeza 😭
Orfe Elizondo
que desesperante es esa situación
Anajely Franco
que triste
Anajely Franco
que no les pase nada, que puedan defender su hogar
s.c
aay por favor escritora que vuelvan a ver si quedo alguien vivo o alguno de los niños amigos de luk
Anajely Franco
Gracias por actualizar
s.c
me encanta más capitulos por favor escritora 👏👏
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