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“La Reina Del Mar Y La Guerra”

“La Reina Del Mar Y La Guerra”

Status: Terminada
Genre:Traiciones y engaños / Capitán de Barco/Flota / Maldición / Completas
Popularitas:1.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Nani

En Halicarnaso, una ciudad de muros antiguos y mares embravecidos, Artemisia I gobierna con fuerza, astucia y secretos que solo ella conoce. Hija del mar y la guerra, su legado no se hereda: se defiende con hierro, sombra y espejo.

Junto a sus aliadas, Selene e Irina, Artemisia enfrenta traiciones internas, enemigos que acechan desde las sombras y misterios que el mar guarda celosamente. Cada batalla, cada estrategia y cada decisión consolidan su poder y el de la ciudad, demostrando que el verdadero liderazgo combina fuerza, inteligencia y vigilancia.

“Artemisia: Hierro, Sombra y Espejo” es una epopeya de historia y fantasía que narra la lucha de una reina por proteger su legado, convertir a su ciudad en leyenda y demostrar que el destino se forja con valor y astucia.

NovelToon tiene autorización de Nani para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 13: El Amor y el Espejo

Capítulo 13: El Amor y el Espejo

El viento soplaba con fuerza aquella mañana en Halicarnaso, como si el mar quisiera arrancar las banderas de lo alto de las torres. Artemisia había regresado victoriosa de otra campaña naval contra los últimos reductos de los Serpente, pero su espíritu no hallaba reposo. El Espejo de Oricalco, oculto en su cámara más profunda, la observaba cada vez que cerraba los ojos, recordándole con visiones rotas que el precio de su poder aún estaba por cobrarse. Aun así, se mantenía erguida, imponente, con la misma mirada desafiante con la que se había coronado años atrás.

Esa mañana, los prisioneros capturados en la última batalla fueron llevados ante ella. Entre ellos, encadenada y cubierta de polvo y sangre seca, estaba una mujer de cabello oscuro recogido en una trenza y ojos como acero pulido. Su porte no era el de una vencida, sino el de una guerrera que se mantenía de pie aunque todo estuviera en contra. Artemisia sintió en ese instante algo extraño, un latido en el pecho que no tenía nada que ver con la ira ni con la ambición.

—Nombre —ordenó la reina, sin apartar los ojos de aquella figura.

—Lyra —respondió la mujer, con voz firme, sin titubear. No bajó la mirada, y el silencio que siguió en la sala fue como un filo invisible tensado entre ambas.

Los consejeros murmuraban, algunos pidiendo ejecución inmediata, otros sugiriendo convertirla en esclava. Artemisia levantó una mano, y todos callaron. Se acercó lentamente, observándola de cerca, notando la sangre seca en la mejilla, la dureza de su mandíbula, y la chispa de desafío en sus pupilas.

—Tienes la mirada de alguien que no se dobla —dijo Artemisia en voz baja, casi como un pensamiento que escapaba de sus labios.

Lyra sostuvo la mirada, y por primera vez la reina sintió que no estaba frente a un súbdito, ni a un enemigo, sino a un espejo distinto del de oricalco: uno de carne y espíritu.

Contra el consejo de sus hombres, Artemisia no la ejecutó. Ordenó que fuera llevada a los baños del palacio, curada de sus heridas y liberada de sus cadenas. Los murmullos corrieron como pólvora entre la corte. ¿Por qué aquella prisionera gozaba de una clemencia que nadie más recibía? La reina, sin embargo, no dio explicaciones. Artemisia no daba explicaciones a nadie.

Pasaron días, y Lyra permaneció en palacio, no como esclava ni prisionera, sino como invitada vigilada. Al principio apenas cruzaban palabras, pero pronto la presencia de la guerrera se volvió imposible de ignorar. Se la veía en los patios entrenando con espada, bajo la atenta mirada de los guardias. Movía la hoja con una fuerza y elegancia que recordaban a Artemisia su propia juventud, cuando luchaba por ser reconocida en un mundo de hombres.

Una tarde, Artemisia descendió a los patios y la observó en silencio. Lyra se detuvo y, al verla, sonrió apenas, un gesto que no era de sumisión sino de desafío juguetón.

—¿Vienes a probar mi filo, reina? —preguntó, alzando la espada de entrenamiento.

El corazón de Artemisia latió con un ímpetu que la sorprendió. Tomó otra espada del estante y entró en el círculo. El choque del metal resonó en el aire. No era un combate a muerte, pero cada golpe estaba cargado de una tensión invisible. Artemisia descubrió que aquella mujer no solo era fuerte: era hábil, rápida, capaz de anticipar movimientos como si leyera pensamientos. Cuando la reina logró desarmarla, Lyra se inclinó con una reverencia mínima, pero sus ojos decían otra cosa: “aún no me has vencido”.

Esa noche Artemisia no durmió. El Espejo de Oricalco la llamó desde la cámara cerrada. Lo tomó en sus manos y vio, entre los reflejos quebrados, su propio rostro. A su lado, emergía una silueta que reconoció de inmediato: Lyra, caminando junto a ella, coronada por la misma sombra. Luego el espejo se fracturó, mostrando una corona rota y un mar teñido de rojo. La voz de Erasmo Serpente retumbó en sus recuerdos: “Tu sombra reinará mil años, pero tu espejo se romperá por amor.”

Artemisia dejó el espejo de golpe, respirando con furia. No, se dijo. No podía ser que el destino la encadenara incluso en esto. Ella había desafiado nobles, ejércitos y profecías. ¿Por qué no habría de desafiar también al amor?

Los días siguientes se convirtieron en un torbellino. Artemisia buscaba la presencia de Lyra, primero en entrenamientos, luego en paseos por los muros del palacio al caer la tarde. Hablaban poco, pero cada palabra pesaba más que discursos enteros. Lyra no se arrodillaba, no adulaba. Trataba a la reina como a un igual, y ese era el mayor regalo y peligro de todos.

Una noche, tras un banquete, Artemisia la llamó a sus aposentos. No hubo palabras largas ni discursos solemnes. Solo un silencio ardiente, una tensión que se resolvió cuando las manos de la reina se posaron sobre la guerrera y sus labios se encontraron. En aquel instante, Artemisia comprendió la naturaleza de su desafío: había conquistado mares y reinos, pero conquistar a Lyra era conquistar su propio corazón.

El Espejo de Oricalco permanecía oculto, pero ella sabía que la grieta se hacía más grande. Podía sentirlo en su interior, como si cada caricia, cada sonrisa de Lyra, fuera también un golpe contra el vidrio sagrado de su destino. Y sin embargo, Artemisia no se detuvo. Por primera vez, eligió no por estrategia ni por poder, sino por deseo.

En los días que siguieron, Selene la miraba con creciente preocupación. Una tarde se atrevió a hablar:

—Majestad… he visto la grieta en el espejo. Con cada noche que pasas junto a ella, se abre más. El amor no es debilidad, pero es un arma que los dioses y los hombres usarán contra ti.

Artemisia la interrumpió con voz firme:

—Los dioses ya me han dado la espalda. Mi destino no lo dicta su voluntad ni su profecía. Si el espejo debe romperse, que se rompa bajo mi mano.

Selene bajó la cabeza, pero en su mirada había una sombra de tristeza, como si presintiera que aquellas palabras serían semilla de ruina.

Artemisia, en cambio, se sintió más libre que nunca. Con Lyra a su lado, el mundo parecía un océano aún por conquistar, no una condena sellada. Y aunque el Espejo la vigilaba desde su cámara, ella lo ignoraba. Porque Artemisia, reina del mar, madre del juramento, había encontrado en el amor no un final, sino un principio que los dioses jamás habrían permitido.

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Vianey Hernandez Ortiz
Excelente Novela 💯💯💯
Vianey Hernandez Ortiz
Excelente Novela 💯💯💯
Liliana Rivero
excelente historia felicitaciones escritora éxito en todas las demás que escribas gracias por compartirla con nosotras bendiciones 👏🥰/Rose/
Liliana Rivero
excelente capitulo me gustó mucho sigue así
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