Irma y Maribel dos hermana que llevan seis años sin verse.
Ambas con una vida distinta. Irma es la modeló y diseñadora estrella de una empresa de modas.
Maribel es alguien que trata de sacar a flote la empresa de su madre.
El novio de Irma le rompe el corazón. En un principio ella piensa en alejarse de él pero después de viajar a París para reunirse con su madre se le ocurre una idea.
Una idea que incluye a su hermana gemela.
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Sólo sé que me gustas
Cuándo el mesero volvió me puse a comer. Creó que Sebas notó un cambió en mi actitud. Preguntó si pasaba algo malo conmigo. Obviamente le mentí. No puedo decirle, pasá que soy la hermana gemela de Irma, tengo deudas y aunque mi padre es millonario por orgullo no le pido dinero. Le pedí ayuda a mi hermana y ella accedió con la condición de que viniera a reemplazarla por un tiempo. Ahora me enamoré de tí y tú me tratas cómo si fuera ella, y eso me molesta y me entristece.
— ¿De verdad estás bien?. — Preguntó dudoso.
— ¿Has escuchado que los gustos cambian?
— Si. ¿A qué viene esa pregunta?
— Mis gustos han cambiado. — Tomé su mano. —Quiero que hagas de cuenta qué nos acabamos de conocer. Qué empecemos a conocernos de cero. ¿Te parece bien?
— Está bien. — Terminamos de comer y volvimos a la empresa. Sebas me contó un chiste sobre un camarón, no era divertido pero le puso entusiasmo así que fingí reírme.
— Eres la primera persona que se ríe con mis chistes malos.
— Y en verdad son malos. — Está vez me reí de verdad.
— Qué alegres se les ve. — Samantha apareció junto a Danilo.
— ¿No te gusta verme feliz?. — Pregunté levantando una ceja.
— Claro que sí querida. Me alegra que ya hayas superado a Danilo. — Su hipocresía era tan obvia que daba asco.
— No puedes superar a alguien que nunca ha sido importante en tu vida. — Carajo se me salió. Ésta hubiera sido la frase perfecta si fuera Maribel. Pero siendo Irma no debí decirla.
— ¿Así que nunca fui importante?. — Apretó sus manos. ¿Porqué se enoja?, mi hermana le importa un cacahuate..
— No. Nuestra relación estaba basada en cosas que no son importantes y se pueden conseguir en dónde sea. ¿Verdad Danilo.? — Le repetí lo que el le dijo a mi hermana pero en otras palabras.
— Así es. — Fingió desinterés.
— Dejemos la conversación aquí. No sé ustedes pero Sebas y yo tenemos mucho trabajo. — Le tomé la mano a Sebas. Samantha y Danilo me vieron perplejos.
— ¿Porqué?. ¿Porqué estás...?. — Parecía que a Danilo le daría un ataque.
— Oo, ¿ésto?, Sebas y yo estamos saliendo.
— ¿Qué?. — Samantha parecía muy sorprendida.
— ¿Desde cuándo?. — No parecía una pregunta. Parecía un reclamo. Seguro que a Irma le gustaría ver ésto.
— Eso no es de tú incumbencia. — Sebas y yo caminamos. Cuando entramos al elevador el soltó mi mano.
— ¿Qué pasa?
— Era eso.
— ¿Qué?
— Me estás usando para dañar a Danilo.
— No. Claro que no.
— Admite que sí. Tú jamás te fijarias en alguien cómo yo.
— ¿Porqué no?
— Sólo mírame y luego mírate tú. — Lo observé de arriba a bajó.
— Eres el hombre más lindo que he conocido. — El seguía sin verme a la cara.
— No sigas jugando conmigo Irma. — Tomé su barbilla y lo obligué a verme.
— No estoy jugando. — Le dí un beso en los labios. Nuestro primer beso. Esperó que el si sepa besar porque yo no. Sebastián me tomó de la cintura y profundizó el beso. ¿Con quién aprendiste a besar así?, sólo pensar que otra ya beso esos labios carnositos me revienta de celos.
— Saben mejor de lo que imaginé. — Dijo el y yo me puse roja.
— ¿Has imaginado el sabor de mis labios?
— Lo siento. Creó que soy un pervertido.
— Si lo eres.
Los dos reímos.
— Sebas en verdad me gustas. El primer día que té ví no me gustaste pero con el pasó de los días me dí cuenta de lo hermoso que eres.
— ¿No me estás engañando?
— Claro que no. — Puse su mano en mi pecho. — Mi corazón nunca había latido así por nadie. — Acerque mi rostro al de el. — Y mi respiración sólo se agitaba así cuando nadaba en el océano. Siempre había pensado que los mortales no tenían la capacidad de dejarte sin aliento. Pero tú me acabas de dejar sin el.
— ¿Desde cuándo sabes nadar?
— ¿Qué?, oye te acabó de confesar mis sentimientos, ¿y tú sólo piensas en nadar?. — Caminé unos pasos. El rodeó mi cintura con sus brazos.
— Puse atención en cada palabra que dijiste. Siento que estoy en un sueño y no quiero despertar. Por eso lo único que pude decir fue sobre nadar.
— Jajaja. — Voltee y lo ví a los ojos. — No tienes idea de cuánto me gustas.
— ¿Porqué te gustó?
Respondí con una sonrisa.
— Ni siquiera yo lo sé. Sólo sé que me gustas y quiero estar contigo. Si me lo permites claro.
— Porsupuesto que lo haré. ¿Creés que voy a desperdiciar está oportunidad.?
— Más te vale que no.