Solo Elena Mirel puede ser la asistente de Maximiliano Kade Deveron. Uno de los hombres más poderosos a nivel internacional.
Visionario, frío. Muchos le temen. Otros lo idolatran. Pero solo ella puede entender su ritmo de trabajo.
Pero la traición del novio de Elena hace que Maximiliano descubra que Elena le interesa más de lo que él se pueda imaginar.
Acompáñame a descubrir que pasará con este par.
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Poniendo distancia
Maximiliano la observó a dormir.
Su respiración tranquila. El ceño ligeramente aún fruncido por el dolor. Sus dedos entrelazados con los suyos, como si no quisiera soltarlo.
Maximiliano sintió algo en el pecho. Algo que no había sentido en mucho tiempo. Algo que lo asustó más que cualquier negociación, que cualquier inversión, que cualquier amenaza.
Quería cuidarla.
Quería verla sonreír nuevamente.
Quería sostenerla cuando el mundo la rompiera.
Y mientras que avanzaba a la habitación de huéspedes, para que pudiera descansar cómodamente, supo con absoluta claridad:
Ya no había vuelta atrás.
Elena había entrado a su vida para quedarse.
Y él no tenía ya las intenciones de dejarla ir.
La luz de la mañana entraba suavemente por las ventanales del departamento de Maximiliano, bañando todo con un tono dorado cálido y casi engañosamente pacífico. El mundo despertaba con calma... Pero dentro de Elena, no había calma. Había ruido. Un ruido interno tan fuerte que apenas la dejaba respirar.
Abrió los ojos lentamente, sintiendo el peso del sueño. Y de la noche anterior, caer sobre ella como un bloque de mármol. Estaba en una habitación extraña, impecablemente decorada, elegante, silenciosa. la habitación de huéspedes del departamento de Maximiliano.
Una línea que no debía de haber cruzado.
Entre jefe y asistente.
No entre ella... tan herida... y él, tan dispuesto a sostenerla.
Elena se incorporó de golpe, como si la propia culpa la hubiera empujado hacia arriba. Miro alrededor, respiro hondo, intentó ordenar sus pensamientos.
-- Debo irme. --
Se levantó del sofá cama con movimientos torpes. Su cuerpo todavía llevaba encima el rastro del agotamiento, y su mente estaba nublada. Pero había una certeza que empezaba a formarse: Tenía que distanciarse de Maximiliano. Tenía que recuperar el control. Poner barreras.
No podía permitir que aquella noche. Por más humana, inevitable y más necesaria que hubiera sido. No podía cambiar todo. No debía hacerlo. No podía. Pues quien mejor que ella, conocía la vida amorosa de Maximiliano. Había visto y conocido una fila de mujeres con las que él, había mantenido una relación de una sola noche. y ella no iba a ser la excepción.
Busco sus zapatos, se los colocó apresuradamente, y al abrir la puerta de la habitación, lo vio.
Maximiliano estaba en la cocina, preparando café.
Tenía las mangas de la camisa remangadas, el cuello ligeramente suelto y un gesto concentrado, casi doméstico, tan alejado del ceo impaciente que todos conocían. Qué hizo que Elena se paralizara por unos segundos. Era Maximiliano en su intimidad. Uno que nadie se permitía ver. Ella estaba ahí, justo por eso él le parecía más peligroso.
Maximiliano la vio enseguida.
-- Buenos días. -- Le dijo voz suave, observándola con algo entre alivio y preocupación. -- ¿dormiste un poco? --
Elena asintió, pero no lo miró realmente. Había visto sus ojos, su rostro, su cercanía.
-- Sí. gracias. -- Respondió Elena en un tono que buscaba ser neutro, pero salió más frío de lo que pretendía.
Maximiliano notó el cambio. La noto inmediato.
Dejó la casa sobre la mesa y dio un paso hacia ella.
-- Elena. -- Comenzó despacio, como temiendo romperla. -- quería hablar contigo sobre lo que pasó anoche.
Elena levantó una mano para detenerlo.
-- No, Maximiliano. No es necesario.
Maximiliano frunció el ceño.
-- Sí lo es. --
-- No, no lo es. -- Repitió Elena, con más fuerza esta vez. -- Fue... un momento. Un impulso. yo estaba vulnerable, y confundida. Tú intentabas consolarme. No tiene importancia.
Maximiliano la miró profundamente. Su mandíbula se tensó.
-- Para mí sí la tiene.--
Esas palabras fueron golpe. Elena respiró hondo, luchando por mantener la compostura.
-- Para ti fue un impulso. Un error emocional provocado por la situación. Lo entiendo. Yo también... estaba pasando por mucho. --
-- No llames error. -- Dijo Maximiliano, dando otro paso hacia ella.
Elena retrocedió instintivamente, como si acercarse a él implicara perder el control otra vez.
-- Maximiliano, por favor. No compliques las cosas... no fue más que un desahogo emocional. Nada más. --
La incomodidad de su mirada se transformó en algo más oscuro. No era enojo. Era algo parecido. Al dolor.
-- Eso es lo que piensas.. Respondió Maximiliano en voz baja.
-- Lo que debe ser. -- corrigió Elena.
Silencio.
Un silencio denso, cargado, esta insoportable.
Maximiliano respiró hondo, tratando de contener sus emociones.
-- No quiero que te sientas obligada a nada. Pero tampoco quiero que huyas de lo que pasó. No fue... trivial, Elena. --
Elena apretó los labios. No podía permitir que ese tono, esa mirada, esa sinceridad la debilitaran. No otra vez. No cuando la herida de una traición a un sangraba. Y con Maximiliano no tenía la certeza de nada.
Maximiliano quiso hablar, detenerla, explicarle algo... pero ella ya estaba agarrando su bolso.
-- Gracias por permitir que me quedara. -- Dijo Elena con frialdad educada. -- Lo precio. De verdad. --
-- Elena. -- intentó nuevamente Maximiliano.
Pero ella negó suavemente.
-- No por favor, Maximiliano, necesito... espacio. Solo eso. --
Maximiliano se quedó quieto. observándola. Cómo si intentara entender que estaba perdiendo exactamente en ese instante.
Pero no la detuvo.
La jornada en la empresa fue una prueba. Para ambos.
Elena llegó puntual, vestida, con el maquillaje perfecto y la postura rijida. Nadie habría dicho que había llorado la noche anterior hasta quedarse dormida sobre en el pecho de su jefe. Su profesionalismo era un muro inquebrantable.
-- Buenos días. -- Saludo a Maximiliano al entrar a su oficina con la carpeta de informes en mano.
Maximiliano le observó detenidamente.
Su tono, su mirada, su cuerpo entero transmitía distancia. No la distancia adecuada de siempre, una recién fabricada, rígida, helada... Cómo sí tuviera protegiéndose de él.
-- Buenos días, Elena. -- Respondió Maximiliano.
Elena dejó los documentos frente a él.
-- Estos son los reportes actualizados de la semana. además, la junta con invotech se adelantó una hora. Ya coordiné la videollamada con la sucursal de Londres.
-- Perfecto. -- Dijo Maximiliano, aunque no quitaba los ojos en ella.
-- Si necesita algo, estaré en mi oficina. -- añadió Elena.
No lo miró.
Se volteó y salió.
Maximiliano dejó escapar un suspiro frustrado.
La había perdido. Al menos emocionalmente. No sabía cómo, ni por qué tan rápido, pero la había perdido.
Durante todo el día, no hubo sonrisas cómplices, ni miradas que duraran más de lo estrictamente necesario. Elena se comportaba con un profesionalidad impecable... demasiado impecable.
Atendía llamadas con eficiencia. Respondía sus peticiones con rapidez. Organizaba su agenda sin falla.
Pero ya no estaba ahí.
no está enamorada ni tampoco necesita esa acuerdo matrimonial 🤔🤨