Nico y Massimo Messina son los herederos del Cártel de Sinaloa y todos los ojos están sobre ellos; los de su familia, sus socios comerciales y sus enemigos. No pueden cometer errores, menos ahora que de ellos depende el negocio familiar.
¿Qué pasaría si dejaran que sus corazones nublen su razón? ¿Qué pasaría si cedieran su control por alguien a quien aman?
Acompáñame a descubrirlos juntos.
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Recuperar a mi chica
Massimo
Antes de que la moto se detenga por completo salto de ella y corro a la casa de mis tíos. Quiero arrodillarme y agradecer al cielo cuando mi enana abre la puerta.
Su rostro se ilumina y me recibe con una sonrisa preciosa que se lleva todos mis miedos lejos.
–Hola, guapo.
–¿Es verdad? –pregunto cuando llego a su lado.
–¿Verdad?, ¿qué es verdad? –interroga confundida.
–Lo de tú y el francete –le aclaro, sintiéndome ansioso.
–¿Stefy te dijo? –pregunta.
–Mi mamá –corrijo–. ¿Es verdad?
Suspira y luego vuelve a sonreír. –Es verdad. Estoy solterísima y feliz.
Tomo su rostro en mi mano. –No estás soltera, cariño, estás conmigo –le aclaro.
Eva me da un beso, pero retrocedo y miro hacia la casa.
Suelta una risa antes de negar con su cabeza. –No estoy contigo, guapo. Estoy sola y creo, que por primera vez en mi vida, estoy bien con eso.
–No entiendo.
–Por supuesto que no, guapo, porque nunca he sido directa contigo. Te amo –declara y mi corazón comienza una carrera en mi pecho–, pero no voy a tolerar ser el secreto de nadie.
–Pero esto que sentimos es algo nuestro, no tenemos que compartirlo con el resto.
Sonríe antes de acariciar mi mejilla. –En eso no estamos de acuerdo, guapo. Cuando un científico hace un descubrimiento, imaginemos que descubre un planeta donde hay posibilidad de vida, no lo vive en silencio, lo grita a los cuatro vientos, y eso es lo que yo quiero hacer contigo –dice–. Quiero gritar lo que tenemos, porque un amor como el nuestro no debe esconderse, debe celebrarse. –Respira profundamente antes de volver a sonreír–. Pero es así como yo veo la vida y entiendo que tú no lo veas así.
–Te amo, enana.
–Lo sé. Pero necesito más. Quiero más. Merezco más, Mass, y no voy a conformarme con nada menos de lo que merezco. Estoy cansada de vivir en las sombras y estoy cansada de conformarme con menos de lo que realmente quiero y necesito. No he sido justa conmigo.
Me alejo. –¿Vas a volver a follarte a otro idiota mientras yo observo como nos castigas a ambos?
Suspira con tristeza. –Me merezco eso, Mass, y solo por eso te lo dejo pasar esta vez. Sin embargo –continúa–, si me vuelves a hablar así puedes olvidarte de mi como prima.
–¡No eres mi prima! –la corto–. ¡Deja de decir eso!
–¡Somos primos! –devuelve.
–No eres hija de mis tíos –refuto.
Sus ojos se llenan de dolor. –Lo soy. Soy hija de Inés Guzmán y Stefano Messina –declara con tanta fuerza que retrocedo un paso–. Y no dejaré que nadie me diga lo contrario –amenaza.
Miro el fuego en sus ojos, el mismo que he visto en mi madre, en mi tía y en mis primas durante todos estos años y asiento. Eva es hija de mi tía.
–Lo siento –susurro–. No quise lastimarte.
–Lo sé, guapo. Nos vemos –se despide.
–¿A dónde vas?
–A comenzar a vivir, guapo –responde con la misma sonrisa con la que me saludó–. Ya era hora.
Me quedo mirándola sin saber qué decir para retenerla a mi lado, y sin saber si merezco hacerlo.
El dolor en mi pecho que sentí por tres años, cuando no puede verla, reaparece con todas sus fuerzas y sé que no puedo seguir así.
No voy a perderla de nuevo
*****
–Hijo, pensé que estabas en México revisando los terrenos –dice papá cuando me abre la puerta de la casa que tienen en Nueva York–. ¿Pasa algo? –pregunta antes de dejarme pasar.
–¿Mamá?
–Con Inés. De compras. ¿Todo bien?
Respiro profundamente antes de caminar hasta la sala y dejarme caer en uno de los enormes sofás.
–Nico está revisando los terrenos.
–Nico está de vacaciones –me recuerda con un gesto de indulgencia–. Un descanso bien merecido por lo demás, y está cuidando a la amiga de Mauro.
–Mierda. Olvidé eso –me disculpo–. Nico sabrá perdonar.
–Nico ha perdonado muchas cosas en el último tiempo –devuelve antes de dejarse caer al sofá frente a mí–. Dispara –exige.
Paso las manos por mi rostro. –Estoy mal, papá –reconozco–. Muy mal. He perdido el norte y quiero recuperarlo, pero no sé cómo.
Los ojos de papá se estrechan. –¿Pasa algo con el trabajo? –pregunta–. No quería dejarlos a cargo, no todavía, pero su mamá insistió en que estaban listos.
–Lo estamos –declaro–. No todo tiene que ver con el trabajo –siseo–. Nuestra vida es más que toda esa mierda.
Papá me mira sorprendido por mi exabrupto. –Lo sé, hijo. Claro que lo sé. Sé que el trabajo no lo es todo en la vida. Hay cosas más importantes como la familia, los amigos…
–Y el amor –termino por él–. Supongo que es una suerte que dos personas tan competitivas y trabajólicas como tú y mamá se hayan encontrado.
Las comisuras de los labios de papá suben en una media sonrisa. –No lo llamaría suerte. Tu mamá fue el trato que más me costó cerrar en mi vida, y el más importante.
–Lo sé. –Paso las manos por mi rostro–. Yo estoy perdiendo el trato más importante de mi vida –declaro–. Y no puedo permitirlo, papá.
Papá sonríe. –Háblame de ella.
Todo dentro de mí se tensa con culpa y con miedo de decepcionar al hombre, después de mi hermano, más importante en mi vida.
–Ella es todo lo que quiero en esta vida –reconozco–. Pensé que podría controlar este deseo oscuro que siento por ella, pero no desaparece. Me alejé años y no ha hecho más que aumentar con el paso de los días. Soy débil –reconozco–. Pensé que era más fuerte, pero volver a besarla me hizo entender que no lo soy–. Me levanto y comienzo a caminar por la sala–. Intenté sacarla de mi cabeza… Me follé a otras, pero…–. Me giro hacia mi padre–. ¿Sabes lo qué pasa? –pregunto sin esperar una respuesta–. No quiero sacarla de mi vida. Me siento vivo cuando estoy con ella, papá… Puedo ser yo a su lado y eso es algo que nunca podré tener con nadie más –susurro.
Eva ha invadido mis pensamientos y mis acciones desde el primer momento en que la vi.
–Ya no sé quién soy sin ella –confieso débilmente.
Papá sonríe. –Estás enamorado.
–Lo he estado por años, pero he sido demasiado cobarde para admitirlo y enfrentarlos a todos ustedes.
–¿Enfrentarnos? –pregunta–. No entiendo.
–Estoy enamorado de Eva –declaro con firmeza–. La amo y no pienso seguir ocultándolo.
Me dejo caer en el sofá mientras mi cuerpo se relaja completamente. He vivido con este secreto por muchos años y ya no podía soportarlo más.
Levanto mi vista hacia mi padre, sin miedo, y es algo que me sorprende. Pensé que estaría aterrado, pero estoy aliviado. Papá se inclina hacia adelante con una expresión de alivio también.
–Tu mamá tenía razón –dice después de unos segundos, sorprendiéndome–. Yo también creía que tú y Eva tenían algo, pero pensé que si eso fuera cierto, me lo dirías, pero como nada pasó pensé que estaba equivocado. ¿Por qué no me dijiste nada, hijo?
–Porque… porque pensé que te defraudaría.
–¿Defraudarme? ¿Defraudarme por enamorarte de una chica maravillosa?
–Es mi prima –digo–. Pensé que no lo aprobarías.
Papá suspira. –Lo que no apruebo es que hayas mantenido a Eva en el anonimato. Ella no merece eso. Eva merece respeto, Massimo y no lo has hecho. ¿Cuándo empezó esto?
–Cuando tenía quince años –confieso–. Lo siento, papá.
–No tienes que disculparte conmigo, tienes que hacerlo con ella. Y sí es la mujer de tu vida, más te vale que hagas algo pronto o la perderás –me aconseja–. Tendrás que decirle la verdad a tu tío y enfrentar lo que sea.
Asiento. –¿No me dirás que esto es un error, un pecado?
Papá sonríe. –Te parecer a mi nona, ¿lo sabías? –pregunta–. Amar no es un pecado, hijo. Pensé que eso lo sabías. Hace mucho tiempo aprendí que no debo juzgar a nadie. La cagué muy mal con mi hermano y me juré que no volvería hacerlo con nadie más, mucho menos con las personas que amo –declara–. Ve a conquistar a tu chica –ordena.
Ambos nos levantamos y nos fundimos en un abrazo.
–Lo haré, papá. Seré el hombre que Eva merece.
–Lo serás. Buena suerte con Stefano –dice antes de golpear mi espalda–. Y recuerda que Nico está de vacaciones.
Asiento antes de correr. Tengo que recuperar a mi chica.
Ambos tres merecen ser felices
Yel número 28 qué ya se terminó