La vida de Enzo y Lori se cruzó con un lamentable accidente, sin saberlo una amistad cimentada en un secreto los lleva por caminos parecidos. Enzo es la estrella de baloncesto de la escuela, guapo y destinado a la grandeza. Lori, una artista apasionada, la sombra que siempre lo sostiene, la única que conoce la verdad detrás de su arrogancia. El mundo de Lori ha girado en torno a Enzo, alimentando un amor silencioso e incondicional.
Enzo y Lori es una historia sobre la redención, el verdadero significado del amor incondicional y la dolorosa verdad de que, a veces, la persona que más amas es la que más te ciega.
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Traición al descubierto.
Lori había secado las últimas lágrimas, pero el dolor seguía ahí, parecía un nudo apretado en su pecho que nunca se aglojaba. Alba y Dafne la habían visitado, después de que Ron les llamara, ambas corrieron a verla firmes en su promesa de no dejar que su amiga se hundiera en la depresión.
Lori necesitaba un escape, una forma tangible y física de liberar la tensión que amenazaba con volverla loca. Por eso sus amigas la sorprendieron con una inscripción en el gimnasio que quedaba cerca del parque, de esa forma Lori podría entrenar cerca de su lugar de paz.
Al llegar al lugar, la encargada le mostró las instalaciones, Lori se sentó en un banco metálico y frío del vestuario, atándose con dedos temblorosos los cordones de sus tenis.
Se preparaba para una sesión de ejercicio, rogando que el sudor y el agotamiento lograran despejar la neblina de su mente. Estaba completamente absorta, procesando el reciente recuerdo del compromiso de Enzo con Irina, sintiendo la herida punzante de su propia pérdida.
El zumbido de una conversación a alto volumen, proveniente de las duchas, apenas se registraba en su conciencia hasta que unas palabras, crudas y cargadas de malicia, la sacaron abruptamente de su estado.
—Una vez que logre la beca, me olvidaré por completo de Enzo —dijo una voz que Lori reconoció al instante, helándola hasta los huesos. Era Irina, y su tono no era de una futura esposa, sino de una depredadora.
Lori se quedó rígida, sus manos detuvieron el nudo del cordón, el aire se le atascó en los pulmones mientras la conversación continuaba, acompañada por las risas huecas y resonantes de Irina y sus amigas.
—¿Qué? ¿De verdad pensaron que iba a atarme a un deportista tonto para siempre? —continuó Irina con un desprecio tan visceral que Lori sintió náuseas—. ¡Mis padres me desheredarían! Yo me voy a casar con un hombre de verdad, con un futuro real. No con un niño que solo sabe lanzar pelotas y vivir de los aplausos.
—Pero es que él es tan... dulce contigo —comentó Gina, con un tono que sonaba más a envidia que a lástima.
—Claro que lo es. Es mi perrito faldero —dijo Irina, y la palabra resonó como un látigo—. Hace absolutamente todo lo que le pido, se deshace en detalles, y aunque debo admitir que me agrada tenerlo cerca porque es atractivo, dudo mucho que sigamos juntos después de que esa beca me abra la puerta a algo mejor.
Todas volvieron a reír, un sonido cruel y hueco que pareció burlarse de la inocencia de Enzo.
—¡Eres terrible! —dijo Mar entre risas, celebrando la manipulación de su amiga.
—Y tan detallista... ¡Es una lástima! —se lamentó Wen—. ¿Ahora quién pagará nuestra suscripción al gimnasio?
—Es un perdedor, chicas —sentenció Irina con voz final, cargada de arrogancia—. Y los perdedores jamás se quedan con la chica linda.
Lori sintió una oleada de rabia tan violenta que la hizo temblar de pies a cabeza. El dolor por su amor perdido se transformó en una furia protectora incandescente. Se levantó de golpe, la sangre le hervía, y se lanzó hacia las duchas, irrumpir en el círculo de las chicas.
—¡¿Cómo puedes ser tan cruel?! —le reclamó, su voz temblaba de indignación, pero la intensidad de su furia la hizo sonar más fuerte de lo que esperaba—. ¡Enzo te ama! Es tu mejor amigo, te ha dado todo... ¡No tienes ningún derecho a jugar con él así!
Irina se detuvo, se rio en su cara con una burla helada, y la miró con una expresión de superioridad tan absoluta que Lori se sintió minúscula.
—¿De qué estás hablando, Lori? —preguntó Irina, su voz era azucarada y peligrosa, el tono de alguien que disfruta el control—. Pareces alterada.
—¡Escuché todo! —gritó Lori, con lágrimas de rabia asomando en sus ojos.
Irina se acercó lentamente, su mirada se volvió cortante. Dio un paso más cerca.
—No permitiré que lastimes a Enzo —afirmó Lori, manteniendo su posición, negándose a retroceder.
Irina detuvo el movimiento de su mano, la alzó con calma y tocó la frente de Lori con un único dedo índice, aplicando una presión apenas perceptible, pero intimidante.
—Él ni siquiera quiere verte, Lori. Eres una sombra del pasado. Para él, tú no existes, así que deja de meterte en los asuntos de la gente importante.
Con ese gesto final y humillante, Irina se dio la vuelta, envuelta en una toalla, y se alejó con sus amigas, dejándola sola bajo el vapor residual.
Lori se quedó inmóvil, sintiendo el vacío y el eco de las risas. Su corazón latía con la fuerza de un tambor de guerra. El dilema era insoportable: ¿Arruinaría la felicidad que Enzo creía tener y lo destrozaría con la verdad? ¿O guardaría el secreto, permitiendo que la persona que amaba cayera en una trampa que ella conocía? La felicidad de Enzo era su prioridad, pero la traición de Irina era una herida que la indignaba por él. No podía, no quería verlo sufrir de esa manera.
Cerró la llave de la regadera con un golpe seco que resonó en el vestuario vacío. El vapor humedeció su rostro mientras se pasaba las manos por el cabello con desesperación. Necesitaba un plan. El tiempo que tardó en procesar la indignación le costó caro.
Al salir de las duchas, el banco donde había dejado sus cosas estaba vacío. Su maleta ya no estaba. Había sido robada. Y por la mirada triunfal que Irina le había dedicado, Lori supo exactamente quién había sido la autora del hurto.
Corrió por el gimnasio buscando a Irina, la rabia borrando cualquier rastro de miedo. Pero en lugar de encontrar a las amigas, se topó de frente con Enzo, quien salía del área de pesas con una toalla al cuello.
—Enzo —dijo Lori, su voz entrecortada por la furia y el esfuerzo.
Pero antes de que él pudiera responder, Irina se deslizó a su lado como una serpiente, entrelazando su brazo con el de él.
—Lori, ¿qué haces aquí? —preguntó con un tono dulzón y falso.
—¿Dónde está mi maleta? —exigió Lori, y su voz no dio lugar a juegos.
—¿De qué hablas? —preguntó Irina, fingiendo una sorpresa inocente para Enzo.
—Déjate de tonterías, Irina, y devuélveme mis cosas —demandó Lori.
Irina dio un paso teatral hacia atrás, buscando refugio. Enzo, automáticamente, se interpuso, protegiéndola.
—Acabamos de llegar, Lori —dijo Enzo, su tono era protector y ligeramente acusatorio—. ¿No deberías estar en casa pintando o haciendo algo parecido?
El rostro de Lori se hundió, no por el sarcasmo, sino porque recordó la verdad: ambos se habían inscrito al gimnasio. El mismo. La inscripción de Lori era un inútil intento de escapar, y ahora, era su jaula.
—¿Vienes a entrenar? —preguntó Irina con una sonrisa burlona y condescendiente—. ¿Sabes por lo menos usar las máquinas?
—Si necesitas ayuda, yo puedo enseñarte —se ofreció Enzo, sin notar el fuego cruzado.
—No es necesario —replicó Lori con frialdad, dándose por vencida.
Salió del gimnasio con el corazón hecho pedazos, una profunda decepción grabada en su rostro. Enzo parecía hipnotizado por Irina. En el contenedor de basura cercano a la entrada, encontró su maleta, subió a una banca para alcanzarla. Estaba empapada en un batido asqueroso, pero a Lori eso no le importó. Sacó su celular, estaba mojado, pero aún servía. Miró hacia la entrada del gimnasio. Irina había cruzado un límite que nadie más se atrevió a cruzar y Lori, con una furia fría y renovada, sabía que ya no podía quedarse callada.
ahora sí me quedé sorprendida el amor de Lory siempre fue Ron 👏👏👏👏👏
Lory merecía esa felicidad me encantó la novela 🥰
ese final está buenísimo es inesperado Ron siempre estuvo ahí
que viva el amor verdadero ☺️