Salvada Por El Tráfico

— Liz, soy bandido, ¿quieres esta vida a mi lado? ¿Quieres eso, Liz?

— Quiero. Vivir el amor a tu lado, Gael, es todo lo que más quiero...

Gael me acostó en la cama quedando encima de mí.

— Todo esto es nuevo para mí, Liz, pero prometo que voy a dar lo mejor de mí. Mi mejor lado será tuyo, siempre tuyo.

Tomó mis labios besándome con urgencia, su barba por hacer arañaba mi piel dejándome loca de deseo.

Succionó mis senos masajeando y apretando, dejándolos rojos.

Me volteó boca abajo, dio una palmada de cada lado de mi trasero y después besó encima de la marca de sus manos.

— Ponte en cuatro, sabrosa.

Hice lo que él pidió, dio un beso y una lamida en mi intimidad.

— Coño dulce, amor, estoy viciado.

Sonreí, él comenzó a frotar la cabeza de su polla en mi entrada. Yo ardía de deseo.

— Gael, necesito que estés dentro de mí...

Él enrolló mis cabellos en sus manos tirando de mí hacia atrás.

— Repite, traviesa, ¿qué quieres que tu macho haga?

— Quiero que estés dentro de mí, no me tortures más...

— ¿Es mi polla lo que quieres, verdad? ¿La polla de tu hombre?

— Sí, amor, lo quiero ahora, por favor.

Él entró de una vez, yo estaba tan mojada que se deslizó hacia adentro.

Gael gimió dejándome con más deseo.

— Puta madre, coño sabroso del carajo.

Él comenzó a moverse mientras su mano masajeaba mi clítoris.

— Más rápido... Ahh, más, más... Me voy... No aguanto... Ahhhhhh

— Córrete, traviesa, córrete.

Me corrí, y nuestra fue mejor que ayer, me corrí tan sabroso, que perdí la fuerza en las piernas.

Gael me sujetó y continuó metiendo fuerte.

— ¿Estás blandita, eh? Esto no es ni el comienzo de lo que voy a hacer contigo hoy.

Se movió un poco más y se corrió gimiendo y golpeando mi trasero.

— Sabrosa del carajo, linda del carajo, traviesa del carajo y solo mía, mía y mía.

Me puse de pie pasando las manos por su cuello.

— ¿Y tú? ¿Eres solo mío?

— Solo tuyo, entero tuyo. Tú atrapaste al bandido aquí, estoy rendido por ti, mi amor.

Me alzó en brazos besando mi cuello y me llevó al baño de su habitación.

Llenó la bañera, colocó un montón de cosas para hacer espuma y entró conmigo sentado atrás y yo en medio de sus piernas con la cabeza apoyada en su pecho.

Yo estaba en un momento sublime, sintiéndome amada, sintiéndome mujer.

Me quedé en silencio con los ojos cerrados, aprovechando cada segundo de este momento.

— ¿En qué estás pensando, princesa?

— En lo feliz que estoy aquí contigo. Giré el rostro para mirarlo.

— Esto es solo el comienzo, mi amor.

Nos besamos de forma tranquila y apasionada y ya sentí su miembro duro.

Me acomodé y me senté de espaldas en su polla, comencé a menearme, él echó la cabeza hacia atrás respirando rápido.

— Carajo, eres perfecta, qué delicia.

Continué meneándome, hasta que percibí que iba a correrme, me corrí sabroso de nuevo, pero no paré hasta que Gael se corrió mordiendo mi cuello.

Me recosté de nuevo en su pecho.

— ¿Quieres dejarme aún más enamorado, eh?

Salimos de la bañera y fuimos a la cocina envueltos en la toalla, hicimos un bocadillo y en medio de muchos besos.

Volvimos a la habitación.

— A partir de hoy duermes en mi habitación, en nuestra habitación en todo caso.

— ¿No prefieres ir con más calma?

— No hay calma, yo soy así, loco, intenso, posesivo y loco por ti. Ahora tú eres mi mujer, vas a dormir en nuestra cama, en nuestra habitación.

— Gael... ¿Y mi hijo?

— Tu hijo ahora es mío también. Tendrá todo lo bueno y lo mejor al igual que tú.

— ¿Tú existes de verdad? Parece que estoy soñando, después del infierno que viví...

— Shiuu, olvídate de eso. Piensa que fue una pesadilla que no volverá nunca más.

— Mañana vamos a la casa de mis padres a contar la novedad.

— ¿Tan pronto?

— ¿Qué pasa, mina? ¿Estás queriendo enrollarme? Soy bandido de familia, eh.

— Jajaja, jamás, quiero todo contigo, amor.

— Liz, te amo, te amo antes de conocerte, yo tenía un agujero dentro de mí, faltaba alguna cosa. Y ahora lo sé, faltabas tú.

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