Luisa escapó de un matrimonio arreglado, pero su prometido la encontró, la llevó de regreso a Grecia y la obligó a contraer matrimonio, sobre todo, a darle un hijo, porque de lo contrario, la herencia familiar pasaría a manos de fundaciones, y Francesco Nikolauo, no estaba dispuesto a perderla.
En un país que ya no siente suyo, encerrada en las cuatros paredes de una mansión, mientras su abuela está en el calabozo, Luisa le súplica a su cruel esposo, la dejé en libertad, pero él, firme en su posición le propone.
"Libertad a cambio de que seas mía, y me des un hijo".
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Capítulo 14
La nana de Alessandro se acercó a Eliane, colocando una mano reconfortante en su brazo—. No te preocupes, mi niña. Sé que Francesco nos permitirá visitarlo, incluso cuidará bien de él —Eliane asintió, secando una lágrima solitaria que se deslizaba por su mejilla.
Francesco abrió la puerta de su casa con cuidado, guiando a Alessandro adentro. La mirada confundida de Alessandro recorría cada rincón, sin reconocer nada de lo que lo rodeaba.
—Está no es tu casa, es la mía —dijo Francesco con suavidad.
Elda, la tía de Francesco se asomó, al ver a Alessandro arregló su cabello. Ella podía estar con algunos años de más, pero no dejaba de ser hermosa y, cautivar a cualquier hombre.
—Alessandro, es un placer tenerte aquí. Cuando mi sobrino me dijo que te quedarías en nuestra casa, no pensé que fuera verdad.
Francesco hiso una mueca de desagrado y advirtió a Alessandro— No permitas que la bruja se te acerque —Elda sonrió forzadamente.
—Que cosas dices, querido sobrino —colocó la mano en el hombro de Francesco, pero este hizo un movimiento para que esas manos no continuaran tocando su piel.
—Te mostraré la habitación Alessandro.
La habitación de planta baja, preparada especialmente para recibir a Alessandro, era amplia y acogedora. Las paredes, pintadas en un tono cálido de beige, le daban una sensación de calidez. Grandes ventanas dejaban que la luz natural se filtrara, iluminando el espacio.
Francesco ayudó a Alessandro a sentarse en la cama, cuyo colchón era firme y cómodo, y las sábanas recién lavadas tenían un suave aroma a lavanda. Un respaldo de madera oscura daba soporte a la cabecera.
Sobre un mueble de roble, una lámpara con una pantalla de tela brindaba una suave iluminación, perfecta para leer o descansar. Cerca de la cama, una mesita de noche albergaba un reloj despertador y un florero con unas hermosas rosas rojas, que llenaban el aire con su fragancia.
Frente a la cama, un sofá de cuero marrón se ubicaba junto a una pequeña mesa de café. Unas sillas acolchadas en tonos beige y crema completaban el acogedor ambiente.
En una esquina, un armario de madera clara con puertas corredizas ofrecía espacio para guardar las pertenencias de Alessandro durante su estadía. Cerca de este, un amplio escritorio de roble con una silla ergonómica le brindaría un espacio para trabajar o leer si así lo deseara.
—Aquí estarás cómodo —dijo Francesco, ayudando a Alessandro a recostarse—. Puedes descansar todo lo que necesites. Yo estaré cerca por si necesitas algo. También puedes sonar la campanita.
Alessandro asintió lentamente, su mirada aún confundida, pero agradecido por la amabilidad de su amigo. Francesco se acercó a la mesita de noche y tomó un vaso de agua, ofreciéndoselo a Alessandro.
—Bebe un poco. Debes estar deshidratado después de todo lo que has pasado.
Alessandro aceptó el vaso con manos temblorosas y bebió algunos sorbos, sintiendo cómo el líquido refrescaba su garganta reseca.
Después de que Alessandro terminara de beber, Francesco le ayudó a acomodar su pierna herida sobre un par de almohadas, asegurándose de que estuviera cómodo y sin dolor.
—¿Necesitas algo más? —preguntó Francesco, colocando una manta suave sobre las piernas de su amigo.
Alessandro negó con ojos cansados—. Gracias, Francesco. No sé qué habría hecho sin ti.
Francesco sonrió y palmeó suavemente el hombro de Alessandro—. Para eso están los amigos. Descansa ahora, yo estaré cerca.
Salió de la habitación, dejando la puerta entreabierta para poder vigilar a su amigo. Se detuvo un momento en el pasillo, preguntándose cómo ayudaría a Alessandro a recuperar sus recuerdos y superar las secuelas de aquel accidente.
Francesco se sirvió una copa, mientras la bebía con calma su tía se acercó. Francesco la miró sobre el hombro cuando Elda dijo.
—Ya dilo, cuéntame los planes que tienes —Francesco frunció el ceño.
—¿De que hablas? —no comprendía lo que la mujer intentaba decir.
—¿Crees que no te conozco? Sé perfectamente que cada cosa que das, esperas recibir algo. Déjame adivinar ¿Piensas quedarte con la fortuna de Alessandro? —Eso le produjo una carcajada a Francesco, porque eso era en lo que menos había pensado. Tener a Alessandro ahí si iba con un plan y, ese plan era que Luisa regresara con él a Grecia, solo así le permitiría ver a Eliane a Alessandro. Estaba seguro de que Luisa haría todo por Eliane.
—Sabes, Elda. Tengo igual o más dinero que Alessandro y, no necesito el de mi amigo. Si Alessandro está aquí es porque lo aprecio de verdad, pero de todas las personas en este jodido mundo, ese hombre que está en esa cama, es el único que me aprecia al igual que yo a él.
—¿Y piensas que te voy a creer? Te conozco, sé que nunca haces algo sin recibir nada a cambio.
—En eso si tienes razón, pero no tiene nada que ver con la herencia de Alessandro, así que, quítate esas ideas de la cabeza —dejó la copa en la mesita de estar y, se alejó—. Ah, y evita molestar a Alessandro, porque te conozco y, sé que te comes todo lo que se para.
A la mañana siguiente, Eliane se levantó, fue al baño, se dio una rápida ducha y se vistió para salir a visitar a Alessandro. Al bajar no desayunó, se despidió de Luisa y de Alondra, seguido salió.
Subió al coche y solicitó la llevaran a casa de Francesco. Al llegar, pidió a sus hombres fueran a desayunar ya que ella tardaría ahí. Todos se fueron. Cuando Eliane se acercó a los guardias de seguridad para que la dejaran entrar, estos se negaron.
—No tenemos permiso de dejarla ingresar.
—¿Cómo que no tienen permiso? Ahí dentro esta mi esposo.
—No puede entrar, es la orden que el señor Francesco dio.
—¡Ay, ese maldito Francesco! —Eliane exigió que lo llamaran. Francesco que aun dormía contestó aun soñoliento.
—Tienes a mi esposo en tu casa, ¿Por qué diablos no me permites el ingreso?
—Ah, es usted, señora de Lombardo —Francesco se levantó de la cama y abrió las cortinas para contemplar el amanecer— Ahora mismo para Alessandro no eres más que una loca obsesiva que a costa de todo quiere meterse en su mente —Francesco dio un paso hacia atrás y dijo—. Ven después de una o dos semanas, mejor dicho, cuando él pregunte por ti. Yo te llamaré a avisarte si pregunta por ti. Aunque dudo que lo haga—dijo y cerró la llamada.
Llena de irá Eliane empezó a gritar— ¡Infeliz, déjame verlo!
gran historia .muchas felicidades escritora