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Doce Años En La Sombra

Doce Años En La Sombra

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Atracción entre enemigos / Traiciones y engaños / Venderse para pagar una deuda / Amor-odio
Popularitas:7.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Crisbella

Doce años pagué por un crimen que no cometí. Los verdaderos culpables: la familia más poderosa e influyente de todo el país.
Tras la muerte de mi madre, juré que no dejaría en pie ni un solo eslabón de esa cadena. Juré extinguir a la familia Montenegro.
Pero el destino me tenía reservada una traición aún más despiadada. Olviden a Mauricio Hernández. Ahora soy Alexander D'Angelo, y esta es mi historia.

NovelToon tiene autorización de Crisbella para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Revelación a través de un anillo

Punto de vista de Elías

Salí de la sala de conferencias de la empresa D'Angelo como un hombre destrozado. El alivio de haber evitado la cárcel duró apenas un segundo antes de ser reemplazado por la bilis de la humillación. Alexander me había arrebatado todo: mi empresa, mi control y, lo que era peor, a mi hija. Y me había advertido: esto era solo el principio.

Por primera vez en mi vida, me sentía humillado. Ese hombre se había encargado de quitarme lo que más amaba: mi hija y mi empresa. ¿Quién diablos era este Alexander D'Angelo? ¿De dónde sacaba tanto odio?

Caminé por el estacionamiento subterráneo, buscando refugio en mi coche, el único lugar que aún sentía como mío. Abrí la puerta de golpe, pero antes de poder encerrarme en la falsa seguridad del cuero, una sombra se interpuso.

—¿Satisfecho, padre?

Era Ignacio. Su rostro, aunque enojado, mostraba una punzada de miedo genuino.

—No es el momento, Ignacio. Vete.

—¡Es exactamente el momento! ¿Acabas de vender el control de nuestra vida a un extraño y me pides que me vaya? ¿Es cierto? ¿Sofía se casará con ese hombre?

Me dejé caer en el asiento, sintiendo el peso de la derrota.

—Sí, se casa. Y no lo hice por la empresa, maldita sea. Lo hice por nuestras cabezas.

—¿De qué hablas? ¿Qué tipo de trato hiciste? —Ignacio se inclinó sobre el coche, sus ojos suplicando por la verdad.

—Este hombre... Alexander... no quiere dinero. Quiere nuestra destrucción. No entiendo el porqué de tanto odio hacia nosotros...

No pude terminar la frase. La imagen de Alexander mostrando una sonrisa triunfal me desestabilizó.

Ignacio se irguió, su miedo se transformó en una furia fría y calculadora.

—Padre, tenemos que investigar quién es ese hombre. Algo oculta, estoy seguro.

—Piénsalo. Alexander apareció y justo después la supuesta firma Mauricio Hernández también apareció. No crees que es demasiada coincidencia.

La mención del nombre Hernández me hizo temblar. Ese hombre era un enemigo mucho más poderoso que el mismo Alexander.

—¿Y si Alexander trabaja con Mauricio? Piénsalo bien, ya que es la única lógica que le encuentro a todo esto. Además, Mauricio desapareció después de cumplir su sentencia y nunca más supimos de él. Pensamos que había muerto después de la última paliza que le mandamos a propinar. Tu me dijiste que se había ahorcado en su celda el mismo día que saldría libre.

—No lo sé, Ignacio. Te juro que no lo sé. Pero él está detrás de todo. Es el mismo que nos está arruinando legalmente. Él es el capital detrás de la firma.

Ignacio se quedó en silencio por un largo momento, procesando la información. De repente, su mirada de pánico se fijó en un punto más allá de mí, en un recuerdo distante.

—Mauricio Hernández... Padre, puede ser que sea Mauricio quien esté detrás de esto. Recuerda lo que le hicimos a aquel hombre hace quince años. Esto puede ser una venganza de su parte, puede ser él quien está detrás de todo lo que Alexander D'Angelo nos está haciendo.

El aliento se me cortó en el pecho. ¿Podría ser...?

—Ese hombre... ese hombre murió, Ignacio. Lo confirmaste. Se suicidó después de que le echamos la culpa.

—Eso es lo que dijimos —murmuró Ignacio, su voz apenas audible—. Pero la verdad es otra, y tú y yo lo sabemos bien. Mauricio Hernández no murió. Nosotros lo enterramos en vida en aquella prisión, donde pagó doce años de cárcel por un crimen que no cometió.

—Tú me dijiste que había muerto

—Fue lo que me dijeron los custodios.

—¿Al menos viste su cuerpo sin vida?

—No, padre. No lo vi, no era familia por lo que no me dejaron ver el cuerpo.

Las palabras de Ignacio me golpearon como un rayo. Sofía no era una garantía, era un trofeo de guerra. Yo no había negociado con un empresario; había negociado con el fantasma de mi pasado.

—Tenemos que actuar —dije, sintiendo un terror helado—. Alexander nos tiene por las pelotas, y él está usando a Sofía. Tenemos que exponerlo antes de que arruine a mi hija.

—Y a nosotros. No lo olvides. Pero no podemos ir a la policía. Nos hundiría.

—Entonces haremos lo que hacen los perros rabiosos, Ignacio. Lucharemos con lo que nos queda. Llama a Felipe. Él tiene los contactos. Alexander D'Angelo ha ganado la batalla de hoy, pero no la guerra.

Punto de vista de Sofía

Después de la tensa confrontación en la oficina, me retiré al penthouse con la cabeza ardiendo. Alexander había confirmado, sin querer, la existencia de una grieta en su armadura: el nombre Mauricio Hernández lo desestabilizaba, y mi cuerpo lo obsesionaba. Yo era su debilidad y mi objetivo era simple: alimentar ambas.

Pero había un problema. El trato de la fundación se había cerrado. Alexander había cumplido su palabra, transfiriendo una suma impresionante que aseguraba la supervivencia de mi sueño. Ahora, mi única razón para permanecer en esta farsa era el miedo a la venganza que él prometía a mi padre. Y el creciente y aterrador deseo que sentía por él.

Estaba en la sala de estar, mirando la ciudad, cuando Alexander regresó de su reunión triunfal. Entró con una calma palpable, una calma que denotaba poder absoluto. Ya no necesitaba gritar; era el dueño.

—La transferencia a la fundación ya está en proceso —dijo sin mirarme, desabrochándose el puño de la camisa—. Felicidades.

—Gracias —respondí secamente—. Has comprado tu trofeo y has pagado su mantenimiento. ¿Qué sigue?

—Sigue la validación. Tienes una entrevista programada mañana por la tarde. Es una revista económica importante. Necesitas vender la historia de nuestro amor repentino a los medios más escépticos.

Se volteó hacia mí, su mirada era penetrante.

—Nada de hablar de la fusión de empresas ni de las dificultades de tu padre. Solo amor, Sofía. Amor intenso, pasión y la urgencia de casarte con el hombre que te dio la felicidad.

Me acerqué a él, cruzando el espacio que siempre marcaba la tensión entre nosotros.

—Puedo vender el amor, Alexander. Soy una Montenegro. Sé mentir tan bien como mi padre, o mejor. Pero a cambio, necesito algo.

—¿Más dinero? —preguntó, con una burla en su voz.

—No. Quiero acceso a tu vida. Quiero conocer a la gente que te importa. Quiero conocer a tus amigos, a tu familia, a la gente que no está en la junta directiva. Si vamos a fingir ser una pareja, necesito los detalles. Y, quizás, necesito un anillo que parezca real.

Alexander me miró fijamente. Mi petición era una amenaza sutil. Quería explorar los puntos ciegos de su vida privada.

—No tengo familia, Sofía. Y los amigos no son relevantes para la prensa. Pero el anillo... —Se acercó, peligrosamente cerca—. El anillo es una excelente idea para cimentar la farsa.

Se dirigió a una caja fuerte oculta en la pared y sacó una pequeña caja de terciopelo. La abrió. Dentro, brillaba un pequeño diamante que me hizo parpadear. Era muy simple para pertenecer a la madre de un magnate.

—Este anillo perteneció a mi madre —dijo, su voz se hizo baja y tensa. Era la primera vez que mencionaba algo personal—. No es solo una joya. Es una pieza de mi historia.

Lo tomó y me lo puso en el dedo anular. Ese anillo guardaba un secreto tan grande como pequeño era el diamante.

—Ahora eres innegablemente mía. Y a cambio de este gesto de "intimidad", harás una entrevista que convencerá hasta al más escéptico.

Mi corazón dio un vuelco. Él me había dado el anillo de su madre, el único vínculo que parecía tener con su pasado, para cimentar una mentira. Había mezclado su venganza con un dolor íntimo.

—Lo haré —dije, mirando el anillo, sintiendo una nueva y peligrosa determinación—. Pero no para convencer a la prensa, Alexander. Lo haré para convencerte a ti de que fui la peor elección para tu venganza.

Ese anillo reveló algo más de Alexander: él no siempre fue un excéntrico millonario.

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Yanet Cristina Vilugron Salazar
Felicidades excelente novela , bendiciones
Yanet Cristina Vilugron Salazar
👏👏👏👏👏
Yanet Cristina Vilugron Salazar
falta ese cabron de Felipe
Yanet Cristina Vilugron Salazar
vamos vamos chico
Yanet Cristina Vilugron Salazar
ya está todo listo
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Viejo maldito,que se pudra en la cárcel
Yanet Cristina Vilugron Salazar
malditos desgraciados, corruptos
Yanet Cristina Vilugron Salazar
ahora a esperar el desenlace
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Muy buena historia, felicidades autora
Yanet Cristina Vilugron Salazar
malditos desgraciados y ese padre tan horrible
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Ese viejo y el Felipe son de lo peor el hijo lo que es un pelele ojalá abra los ojos
chica°mangaromantico
Jejejeje, tú tienes el poder.... por ahora
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Ignacio parece que quiere a su hermana pero es un pusilánime que se deja manejar por su padre, ojalá haga lo correcto
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Mónica se merece un bono por ser tan eficiente 🥰
Yanet Cristina Vilugron Salazar
que pase luego el tiempo
Yanet Cristina Vilugron Salazar
OMG 😱😱😱, ojalá ese viejo desgraciado pague por todo
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Ojalá todo se salga mal nacido
Yanet Cristina Vilugron Salazar
se enamoraron 🥰🥰🥰
Yanet Cristina Vilugron Salazar
maldito viejo, bastardo
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Bien Sofía
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