Júlia es madre soltera y, tras muchas pérdidas, encuentra en su hija Lua la razón para seguir adelante. Al trabajar como empleada doméstica en la mansión de João Pedro Fontes, descubre que su destino ya había sido trazado años atrás por sus familias.
Entre jornadas extenuantes, la facultad de medicina y la crianza de su hija, Júlia construye con João Pedro una amistad inesperada. Pero cuando sus suegros intentan reclamar la custodia de Lua, ambos deben unirse en un matrimonio de conveniencia para protegerla.
Lo que comienza como un plan de supervivencia se transforma en un viaje de descubrimientos, valentía y sentimientos que desafían cualquier acuerdo.
Ella luchó para proteger a su hija. Él hará todo lo posible para mantenerlas seguras.
Entre secretos del pasado y juegos de poder, el amor surge donde menos se espera.
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Capítulo 15
La semana comenzó como tantas otras. Marcia y yo tomamos el autobús temprano, conversando sobre cosas simples, intentando olvidar un poco las preocupaciones del día a día. Al llegar a la mansión, dejé a Lua en la guardería y fui directo al salón principal, donde Sobral nos reunía a todos.
—El señor Fontes viajó hoy por trabajo, no tiene día para volver —avisó, siempre firme, y comenzó a pasar las demandas de la casa.
Al final, liberó a los empleados y, para mi sorpresa, me llamó en particular.
—El patrón pidió que le entregara esto —dijo, extendiéndome un sobre manila. No explicó nada más, solo se alejó con la discreción de siempre.
Me quedé allí por algunos segundos mirando el sobre como si fuera demasiado pesado para estar en mis manos. El corazón comenzó a latir rápido, y mis piernas temblaban un poco. Respiré hondo y abrí.
Y entonces casi lo dejo caer al suelo.
Eran documentos. Papeles de transferencia de facultad. El tipo de cosa que ni siquiera osaba soñar con ver de nuevo en la vida. Mis manos temblaban al hojear, reconociendo cada detalle burocrático, cada firma, cada campo en blanco esperando solo que yo diera el próximo paso.
En medio de los papeles, doblado con cuidado, había una nota escrita a mano. Reconocí la letra elegante de João Pedro.
"Sé que no debería meterme así en tu vida, pero como te dije es un desperdicio que sigas con esta vida, teniendo tanto para mostrar al mundo. Por estudiar en una facultad federal y haber trancado el curso por motivo de salud, puedes pedir tu transferencia a la federal de aquí de Bahía en hasta dos años. Tienes apenas algunos meses para hacer eso, no dejes pasar esta oportunidad, por ti y por Lua."
"P.S.: Las llaves son de la casa de huéspedes, pedí a Sobral que la arreglara para ustedes. Espero que aceptes, vivir aquí va a facilitar en el trabajo y en los estudios."
Atte.: JP
Sentí los ojos aguarse. Bajé la cabeza y apreté la nota contra el pecho. Nunca, desde que Marcelo se fue, nadie había hecho algo así por mí. Yo no sabía si era gratitud, miedo o esperanza lo que quemaba dentro de mí. Tal vez fuera todo junto.
Doblé los papeles con cuidado, los guardé de vuelta en el sobre y respiré hondo, intentando recuperar el control. Tenía que trabajar, tenía que actuar como si nada hubiera acontecido. Pero, en el fondo, yo sabía: mi vida estaba a punto de cambiar, nuevamente.
Aquel día fue el más largo de la semana. Yo hacía las tareas de la casa como siempre, pero a cada paso, a cada cuarto arreglado, parecía que el sobre pesaba más dentro de la bolsa donde lo escondí. No veía la hora de llegar a casa para poder abrirlo de nuevo y tener certeza de que no estaba soñando.
A la noche, cuando ya habíamos terminado los quehaceres, estábamos solo Marcia y yo en mi cuartito que rondaba en el fondo de la casa. Lua ya dormía, esparcida en la cama con los rizos despeinados en la almohada.
—Estás extraña desde temprano —dijo Marcia, recostándose a mi lado y mirándome con aquellos ojos curiosos—. ¿Qué fue lo que pasó?
La miré, dudé un instante, pero sabía que no podía guardar aquello solo para mí. Tomé la bolsa, saqué el sobre y se lo entregué.
—El Sr. Sobral me lo dio hoy temprano… dijo que era orden del patrón.
Ella arqueó la ceja, tomó los papeles y comenzó a hojear. Cuando llegó a la nota, abrió la boca en espanto.
—¡Madre mía, Julia! —exclamó, susurrando para no despertar a Lua—. ¡¿Él te dio los documentos para volver a la facultad?!
Asentí, tragando el nudo en la garganta.
—Yo todavía no consigo creer, Marcia. Él metió sus narices en mis registros, descubrió que yo todavía puedo pedir transferencia… y hasta arregló una casa para mí y para Lua.
Ella pasó la mano en el rostro, balanceando la cabeza.
—Ese hombre no es cualquier patrón, Julia. ¿Quién haría eso? Y mira aquí —apuntó para la nota— “no dejes pasar esta oportunidad”… ¡él cree en ti!
Me quedé en silencio por algunos segundos, sintiendo el corazón apretar.
—Tengo miedo, Marcia —confesé, bajito—. Miedo de intentar y no ser capaz, miedo de perder tiempo y… miedo de depender demasiado de la bondad de él.
Ella tomó mi mano con firmeza.
—Querida, eso no es bondad. Eso es reconocimiento. Él vio en ti lo que yo siempre vi: que naciste para ser más que esta vida de limpieza. Si yo fuera tú, agarraba esa chance con las dos manos.
Miré a Lua durmiendo, tan pequeña y al mismo tiempo tan dueña de mi destino. Suspiré hondo.
—Yo solo quiero dar un futuro mejor para ella. Si eso es el camino… entonces voy a intentar.
Marcia sonrió y apretó mi mano.
—Eso es. Vas a conseguir, Julia. Y yo voy a estar a tu lado para lo que necesites.
Aquella noche, tardé en dormir. Pero, por primera vez en mucho tiempo, mi corazón estaba lleno no solo de recuerdos del pasado, sino de una chispa de esperanza por el futuro.