Un giro inesperado en el destino de Elean, creía tener su vida resuelta, con amistades sólidas y un camino claro.
Sin embargo, el destino, caprichoso y enigmático estaba a punto de desvelar que redefiniria su existencia. Lo que parecían lazos inquebrantables de amistad pronto revelarian una fina línea difuminada con el amor, un cruce que Elean nunca anticipo.
La decisión de Elean de emprender un nuevo rumbo y transformar su vida desencadenó una serie de eventos que desenmascararon la fachada de su realidad.
Los celos, los engaños, las mentiras cuidadosamente guardadas y los secretos más profundos comenzaron a emerger de las sombras.
Cada paso hacia su nueva vida lo alejaba del espejismo en el que había vivido, acercándolo a una verdad demoledora que amenazaba con desmoronar todo lo que consideraba real.
El amor y la amistad, conceptos que una vez le parecieron tan claros, se entrelazan en una completa red de emociones y revelaciones.
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Noche de tragedia.
—¡No te acobardes, Elean! —gritó Román, y al instante ambos caímos sobre una mesa.
Los golpes resonaban, sordos y repetitivos.
—¡Basta! —la voz de Nelly se impuso, cortante—. ¡Ninguno de los dos seguirá con este espectáculo aquí!
Un mesero se acercó, intentando separarnos. Daniel me hizo una seña con la mano, indicando que lo dejara.
—Deja a ese idiota, esta chica no está bien —murmuró Daniel.
Pero Román, sin escuchar, insistió con una sonrisa burlona: —¡Vamos, sé un hombre! ¿Ya te cansaste?
Me alejé de él, furioso.
—¿A qué te refieres con que no está bien? —le pregunté a Daniel, la confusión creciendo en mí aumento en cuanto ví sus ojos.
Nelly se acercó y me abrazó, intentando calmar la situación. —No es para tanto, solo necesita un café. Deja de asustarlo.
Daniel no cedió. —Sácala de aquí, no creo que este sea el mejor lugar para ella en estos momentos.
—Deberían marcharse, ahí vienen los de seguridad —advirtió Nelly, su voz teñida de frustración—. Espero que estén orgullosos, imbéciles, ¡arruinaron la noche!
Daniel, Carter y yo salimos del antro a toda prisa. Justo al cruzar la puerta, un guardia de seguridad nos vio y se acercó, su mirada inquisitiva.
—¿Está todo bien por aquí? ¿Puedo ayudarlos en algo?
—Estamos bien —respondió Daniel secamente.
El guardia se dirigió entonces a m Carter: —¿Señorita, conoce usted a estos caballeros?
De repente, Carter irrumpió, su voz cargada de preocupación: —¿Elean?
El guardia, sin inmutarse, continuó: —¿Gusta que pida un taxi o llame a alguien para que venga a buscarla?
Carter solo pudo balbucear una respuesta inaudible.
—Caballeros, voy a necesitar sus identificaciones y la de la señorita, por favor —dijo el guardia con firmeza—. Es solo por protocolo. Pasen por aquí.
—¿Qué? ¿Mi identificación? ¡No te daré nada! —exclamó Daniel, indignado.
—Solo haz lo que dice —le dije, temiendo que la situación empeorara.
—No tengo por qué entregarle nada a este sujeto, ¿no sabe quién soy? —Daniel seguía renuente.
Respiré hondo y le tendí mi identificación al guardia. —Aquí tiene la mía. No haga caso a este chico, está ebrio, al igual que... mi novia. "Ella es... mi novia."
Daniel me miró con asombro, impactado por mis palabras.
El guardia, después de verificar la información, nos devolvió las identificaciones.
—¡Leroux, el heredero! —exclamó el guardia, sorprendido—. Aquí tiene, señor Leroux, disculpe las molestias. No me gustaría involucrarlo en este protocolo...
—Haga su trabajo —lo interrumpí—. No soy más que un simple cliente esta noche. No habrá repercusiones, se lo aseguro.
—Se lo agradezco. Por cuestiones de seguridad, le pido autorización para guardar una copia de sus credenciales, que deberán firmar como responsiva por el bienestar de su novia.
—Deje al muchacho fuera de esto, yo soy el responsable de esta señorita —aclaré—. Ya escuchó que dijo mi nombre; por su estado, no me reconoce. Puede verificar en las cámaras de seguridad que llegamos juntos. Con mucho gusto firmaré, pero cuento con su discreción y la seguridad de que manejará este suceso con total privacidad, ¿cierto?
—Por supuesto, señor Leroux. ¿Puedo ayudarlo en algo más?
—No, muchas gracias.
Una vez que el guardia comprobó la veracidad de mis palabras, se acercó para disculparse nuevamente.
—Descuide —le dije—. Le agradezco que se haya tomado el tiempo de hacer lo correcto.
—Haré que se encarguen de que no haya testigos que puedan perjudicar la imagen de la señorita. -Dijo el guardia.
—Gracias, hasta que dice algo coherente —murmuró Daniel.
—De acuerdo, caballeros, que pasen buenas noches —se despidió el guardia.
Una vez que nos encontramos nuevamente solos Daniel exploto.
—¡De verdad pensó que le haríamos algo a Carter! —exclamó Daniel cuando nos alejamos.
—El guardia solo está cumpliendo con su trabajo —respondí.
—Sí, aunque a mi parecer fue descortés tener ese pensamiento.
—Cualquiera que nos vea tendrá ese pensamiento —señalé.
Carter comenzó a balbucear algunas cosas. La apoyé sobre mi hombro mientras Daniel la ayudaba a subir al auto.
—Es cierto, se ve muy mal —admitió Daniel—. A decir verdad, no creí que bebiera tanto; si yo solo le conté unos cinco vasos.
—¿Cómo puedes estar seguro? La primera y segunda ronda se las tomó de inmediato.
—En la tercera ronda ella ya no bebió. Incluso cuando saliste, Nelly sugirió descansar un poco; volvimos a la mesa y su vaso seguía intacto.
—Carter no suele beber así, eso es todo —insistí.
—¿Estás seguro?
Lo miré fijamente. —¿Crees que le di algo? ¿Es lo que estás insinuando?
—No lo dije en ese tono, la chica estuvo bien en todo momento mientras estuvo con nosotros.
—Gracias por hacerme saber tu pensamiento —dije con frialdad—. Yo me haré cargo.
—Dijiste que era tu novia.
—No lo es, es solo mi amiga, y puedes estar seguro de que nada malo le sucederá.
—De cualquier forma, quiero estar seguro de que así será. Ella dijo que sus padres salieron por una emergencia.
—¿Emergencia?
—Qué casualidad que estarán fuera dos días y ella se pone mal.
—No tenía conocimiento de eso.
—Se dicen muchas cosas de ti.
—Me importa un carajo lo que digan de mí —respondí, harto—. Si te parece, acompáñame.
—No es necesario, pero te advierto que te vigilaré.
—¡Idiota!
Daniel regresó al antro, dejándonos a Carter y a mí solos en el coche.
"¡Esto es un desastre!", pensé para mis adentros. No podía llevar a Carter a su casa en ese estado. ¿Qué iba a hacer ahora? Sus padres me matarían si la veían así.
—Ellos... no están... —balbuceó Carter.
—¿Qué? —pregunté, inclinándome hacia ella.
—Salieron...
—¿Por una urgencia, lo sé... qué pasó? ¿En dónde están? ¡Carter, por favor! ¿A qué hora regresan?
—No sé.
—¿Es cierto que estarán fuera por dos días? ¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Estoy con Maia —murmuró Carter, con la mirada perdida.
—¿Maia? ¿Quién es Maia?
—Maia es... Maia... —intentó explicar, pero el alcohol apenas la dejaba hilar una frase.
—Estás ebria. Te llevaré con ella. ¿Dónde vive? ¡Carter! ¡Carter! No me hagas esto.
"¡Carajo!", maldije en voz baja. No podía llevarla a su casa y tampoco sabía dónde vivía esa tal Maia.
Un Plan Improvisado:
"¿Qué demonios hago ahora?", pensé, con la mente dando vueltas. Llevarla con Nelly y esos idiotas era una estupidez. La única opción coherente era llevarla a mi casa; no podía dejarla sola en esas condiciones en cualquier lugar.
Durante el recorrido, noté que estaba bastante confundida. Comenzó a decir tonterías, con delirios y alucinaciones sin sentido.
—Carter, deja eso, por favor —le dije, mientras ella intentaba quitarse el cinturón de seguridad. En ese momento, todo le parecía gracioso. No sabía que se ponía tan mal con unos tragos; parecía una niña malcriada.
—¡Con un demonio, estate quieta!
Ella rio a carcajadas y después rompió a llorar.
"Esto no está nada bien, ¿qué demonios ocurrió?", me pregunté, cada vez más preocupado.