— Mami, estás viva. — Sus ojos verdes igual a los míos me hacen sobre saltarme, imposible. No puede ser, esté niño es...
— Byron. — Podría reconocer esa voz en cualquier lugar. La tengo gravaba en mi memoria cómo si fuera mi maldita canción favorita.
— Papi, encontré a mamá. — Estaba a unos metros del hombre que ame por más de una década, el hombre de 1.87, cabello negro, ojos grises azulados, hombros anchos, labios sexis y rostro apuesto. El era la definición de perfección.
¿Alguna vez le han regalado flores a un hombre? Yo si. Es el que está frente a mí en éste momento.
Lo recuerdo de niño, ¿cómo no me dí cuenta antes? Quizás por qué has estado luchando por olvidar todo de el. Así que no notaste que el pequeño aquí es su viva imagen. Contestó mi voz interior.
— Aléjate de mi. — Ordene a al mocoso. Mi voz antes normal se volvió fría.
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¿Novia?
... Desperté en los brazos de Joseph. El estaba profundamente dormido. Pase uno de mis dedos por su rostro, ¿cómo no me dí cuenta de lo precioso que es este hombre? Bueno si me daba cuenta, pero lo veía cómo un Luke dos, no quise prestarle atención por qué odiaba a los chicos populares.
Ahora me doy cuenta de que no debo odiar a todos por lo que me hizo uno. Joseph me ha demostrado ser muy diferente a Luke.
Estaba prendada viéndolo cuándo recordé algo. Soy un desastre, ayer estuve llorando y seguro mis ojos lo resienten hoy. Me levanté y fui al espejo para arreglarme un poco.
— Buen día. — Joseph apareció detrás mío, por fortuna ya estaba arreglada. — Vaya, incluso en la mañana luces preciosa. — Si, por qué me arregle antes de que despertara. — No es así como imaginé la primera vez que dormiríamos juntos.
— ¿Esperabas ver a un león en tu cama?
— No. Sólo esperaba verte desnuda.
— Oye. — Me quejé.
— ¿Qué tiene de malo? Somos novios.
— Tienes razón. No tiene nada de malo. — Sus labios bajaron a los míos. En cuestión de segundos me tomo en sus brazos y me llevo a la cama, continúo besándome mientras sus manos viajan entre mi blusa.
— Joseph necesito. ¡Aaa! — Un grito nos hizo saltar de la cama. — ¿Quién es ella? ¿Por qué trajiste una mujer aquí? ¿Cómo te atreves? — La chica nos vio con desaprobación.
— ¿Quién es ella? — Ahora fuí yo quien pregunto, celosa. Muy celosa.
— Es mi fastidiosa hermana mayor, Dulce te presento a Lidia. Mi novia.
— ¿Novia?
— ¿Hermana? — Joseph ya sabe todo sobre mi, y yo no sé mucho sobre el. Si sabía que tenía una hermana mayor, pero no imaginé que eran tan hermosa.
— ¿Por qué entras a mi habitación sin tocar?
— No sabía que tendrías a una mujer aquí. Nunca has traído a nadie. — Los ojos de la bella rubia me escanearon. — ¿Tienes la ropa puesta? — En lugar de ver a una mujer, parecía estar viendo a una alienígena. — No puedo creerlo. ¿De verdad son novios ustedes dos? ¿O tu eres lesbiana y tratas de ocultar tus preferencias?
— Para nada. — Aclaré de inmediato.
— No quise interrumpir el momento. Joseph tengo que hablar contigo. Es muy importante.
— Ustedes hablen. Yo iré a comer algo, tengo apetito.
— Si. Lamento haber interrumpido tu desayuno. — Mis mejillas se tiñeron de rosa, o mejor dicho, de un rojo intenso. Salí antes de que alguno lo notará. Llegué a la cocina y prepare unos huevos, un poco de jugo, y panes crujientes. Mi cuñada y Joseph salieron cuando tuve todo listo. — Al fin conozco a una que no se le quema el agua. — Joseph le hizo mala cara. — Lidia es un placer conocerte. Me llamo Dulce y soy hermana de esté guapetón. — Me divirtió la forma en que lo llamo.
— Hola. Soy Lidia y soy la novia del guapetón. — Ambas reímos. — Lamento que presenciaras lo que pasó en la habitación.
— No es cómo si fuera la primera vez. — Sus manos fueron a su boca.
— Gracias hermana. — El se mostró disgustado
— Lo siento. No quise decir eso.
— No hay problema. Yo sé que Joseph siempre ha sido un mujeriego, pero conmigo es diferente.
— Ya te lavo el cerebro. — Aseguro, y vi que me vió con pena.
— Sus acciones hablan por el.
— ¿Qué te gusta de mi hermano? Aparte de su evidente atractivo. — No tuve que pensarlo mucho antes de responder.
— Me gusta que puedo ser yo misma junto a el. Me gusta que abra la puerta del auto para mí, me gusta qué me regale flores enfrente de todos y no le da vergüenza, me gusta la forma en que me mira, besa y que me hace reír. Me gusta su forma de vestir, comer y caminar, . Nunca me han gustado las películas pero podría ver una seríe de 100 capitulos a su lado, valoro mucho el tiempo que compartimos juntos, no importa si estamos hablando tonterías, cosas serias o simplemente guardando silencio. Se que no es perfecto, el sabe que no soy perfecta y sin así nos queremos. Nos queremos sinceramente. No hay mentiras entre nosotros. Ambos somos leales con el otro y tenemos confianza para contarnos todo. — Yo me abrí con el por completo. Y bueno, el no tiene mucho que ocultar. O eso creo. Los ojos de la mujer se dilataron. Joseph parecía conmovido, es cómo si hubiera escuchado el poema más romántico de la historia.
— Le haces daño a esta chica y te dejo de hablar por años. — Advirtió Dulce. — Tu ropa te hace ver ruda, pero tú forma de hablar me dice que debieron ponerte Dulce en lugar de Lidia. — Me abrazo. — Ojalá tu seas el alma gemela de mi hermano. Yo tendría unos preciosos sobrinos. — Nuevamente ambas reímos.