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UN AMOR PROHIBIDO PARA EL MARQUÉS

UN AMOR PROHIBIDO PARA EL MARQUÉS

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Padre soltero / Profesor particular / Dejar escapar al amor / Romance entre patrón y sirvienta / Secretos de la alta sociedad
Popularitas:1.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Chero write

La llegada de la joven institutriz Elaiza al imponente castillo del Marqués del Robledo irrumpe en la severa atmósfera que lo envuelve. Viudo y respetado por su autoridad, el Marqués encuentra en la vitalidad y dulzura de Elaiza un inesperado contraste con su mundo. Será a través de sus tres hijos que Elaiza descubrirá una faceta más tierna del Marqués, mientras un sentimiento inesperado comienza a crecer en ellos. Sin embargo, la creciente atracción del marqués por su institutriz se verá ensombrecida por las barreras del estatus y las convenciones sociales. Para el Marqués, este amor se convierte en una lucha interna entre el deseo y el deber. ¿Podrá el Márquez derribar las murallas que protegen su corazón y atreverse a desafiar las normas que prohíben este amor naciente?

NovelToon tiene autorización de Chero write para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Emanuel

Las guirnaldas de flores silvestres y cintas de colores adornaban el salón de juegos, llenándolo de una alegría sencilla y campestre, muy del gusto de Emanuel. El pequeño, con sus cinco años recién cumplidos, correteaba entre las mesas dispuestas para el pequeño festín, sus risitas resonando con una inocencia contagiosa. Rosalba, con una paciencia enternecedora, lo seguía de cerca, ayudándolo a alcanzar los globos de colores que flotaban cerca del techo. Tomás, aunque con su habitual aire de suficiencia participaba a su manera, lanzando pequeñas bolas de papel a sus hermanos con una sonrisa apenas disimulada.

Para Elaiza, observar esta escena de armonía infantil era un bálsamo. En las semanas posteriores a la partida del Marqués hacia el sur, la rutina en la finca se había asentado en un ritmo más tranquilo, aunque la ausencia de la figura paterna se sentía como un silencio latente en el aire. Emanuel, con su naturaleza dulce y su afecto sin reservas, era un faro de luz en la cotidianidad de la mansión.

Sin embargo, este quinto cumpleaños marcaba un hito importante en su joven vida. Tal como se había dispuesto desde su nacimiento, su querida nana Isabel dejaría de ser su cuidadora principal al alcanzar esta edad.

Elaiza había estado preparándose para este cambio gradualmente, pasando más tiempo con Emanuel, leyéndole cuentos antes de dormir, acompañándolo en sus juegos y familiarizándose con sus pequeñas rutinas.

 Sabía cuánto quería Emanuel a su nana, cuyo cariño incondicional había sido una constante en sus primeros años. La idea de una transición abrupta le preocupaba por lo que había procurado que el cambio fuera lo más gradual posible, retirando solo una semana antes la cama de Isabel del cuarto del niño.

Al caer la tarde, la joven nana tomó a Emanuel en sus brazos, acunándolo suavemente en la mecedora de su habitación. El niño, ya con los párpados pesados por la emoción del día, se acurrucó en su regazo, aferrándose a su vestido con una fuerza enternecedora.

"Mi pequeño," susurró Isabel con la voz quebrada por la emoción, "ya eres todo un hombrecito. Cinco años… cómo pasa el tiempo." sentía como las lágrimas se sostenían en sus ojos.

Emanuel bostezó, frotándose los ojos. "Isa… ¿ya no vas a leer mis cuentos?"

Las lágrimas brillaron en los ojos de la joven, sentía ese niño casi como propio. "Ahora será la señorita Elaiza quien te los lea, cariño, yo estaré en la cocina de ahora en adelante. Ella te cuidará muy bien, ya lo verás. Es muy buena y te quiere mucho."

El pequeño frunció el ceño, con el labio inferior temblándole ligeramente. "Pero yo quiero que me los leas tú."

Elaiza, que había estado observando la escena desde la puerta con el corazón oprimido, se acercó y se arrodilló junto a la mecedora. "Emanuel," dijo con suavidad, tomando su pequeña mano, "Isabel siempre estará aquí para ti. Pero ahora que eres más grande, vamos a aprender muchas cosas juntos. Te enseñaré sobre las estrellas, los animales del bosque y las historias más maravillosas."

Emanuel la miró con sus grandes ojos azules, buscando consuelo. "Pero… ¿ya no dormirás en mi habitación nunca más?"

Isabel lo apretó contra su pecho. "Mi corazón siempre estará cerca del tuyo, mi niño. Y aunque no duerma justo al lado, siempre estaré en esta casa, lista para darte un abrazo cuando lo necesites."

La despedida oficial, sin embargo, llegó al día siguiente con una formalidad que contrastaba con la calidez de la noche anterior. Después del desayuno con la ausencia de Isabel en el comedor, en el salón principal , Elaiza tomó la palabra con suavidad.

"Mis niños," comenzó, mirando a los tres hermanos, "como saben, Emanuel ya es un niño grande. A partir de hoy, se sentará con usted para estudiar y tendrá nuevos libros par aprender, espero lo ayuden en lo que puedan como buenos hermanos."

Emanuel miró de Elaiza con una confusión creciente. La sonrisa amable de Elaiza fueron sus únicos asideros en ese momento de cambio. En su pequeño mundo, el orden familiar que conocía comenzaba a desdibujarse.

Los primeros días después del cumpleaños de Emanuel estuvieron marcados por una sutil pero persistente resistencia al nuevo orden. Durante las lecciones con Elaiza, aunque el pequeño mostraba su habitual curiosidad por las historias y los juegos, sus ojos a menudo vagaban hacia la puerta, como esperando una figura familiar. En los momentos de juego libre, en lugar de correr a explorar el jardín con sus hermanos, a menudo se dirigía con paso inseguro hacia la cocina.

Allí encontraba a Isabel, ahora atareada entre los aromas dulces del pan recién horneado, el aroma de las cazuelas y el hervor suave de las sopas. Isabel, con sus diecinueve años apenas cumplidos, a menudo se movía con una cautela casi invisible, consciente de su nuevo rol como ayudante de cocina y temerosa de no cumplir con las expectativas de la cocinera una señora regordeta de mediana edad y de carácter fuerte que se imponía incluso a la señora Jenkins. Sin embargo, al ver la pequeña figura de Emanuel aparecer en el umbral, una suave sonrisa iluminaba el rostro de ambas mujeres.

"¿Emanuel? ¿Qué haces por aquí, cariño?" preguntaba Isabel, secándose las manos en su delantal con un gesto nervioso.

El niño se acercaba tímidamente, arrastrando los pies. "Quería verte, Isa. ¿Ya no vas a jugar conmigo?"

Isabel se agachaba a su altura, su joven rostro lleno de una ternura maternal. "Ahora la señorita Elaiza te enseñará cosas muy interesantes, mi pequeño. Pero siempre puedes venir a verme a la cocina cuando quieras. Solo ten cuidado de no quemarte."

Eran el tipo de charlas que ahora tenían entre ambos, a pesar de sus palabras, Emanuel sentía la distancia. La cocina no era el lugar donde compartían sus juegos y sus secretos. Sus visitas se volvieron una rutina silenciosa: él se sentaba en un taburete apartado, observando la trabajar, a veces haciéndoles pequeñas preguntas sobre los ingredientes y jugando con los utensilios, buscando en su presencia un eco de la cercanía que antes compartían.

Isabel, aunque ocupada con sus nuevas responsabilidades en la cocina, siempre encontraba un momento para dedicarle a Emanuel una caricia suave en el cabello, una sonrisa cómplice que solo ellos dos entendían, o alguna pequeña golosina escondida en el bolsillo de su delantal. Su amor por el niño era profundo, un lazo forjado en los años de cuidado constante desde que era un bebé indefenso. Verlo ahora buscarla en la cocina, con sus ojos grandes y tristes, le oprimía el corazón.

Elaiza observaba a la distancia toda la situación con Emanuel, sabía que el vínculo especial con su nana no se reemplazaría fácilmente. El cambio, aunque gradual en su planificación, resonaba con fuerza en el corazón sensible del niño, marcando el fin de una era de cuidados incondicionales y el inicio de un nuevo capítulo en su joven vida, donde el cariño de Isabel se manifestaría de una manera diferente, pero no por ello menos profunda.

Elaiza, consciente de la tristeza silenciosa que a menudo nublaba los ojos de Emanuel, buscó maneras creativas de involucrarlo en nuevas actividades y fortalecer su propio vínculo con él.

Recordando su nuevo interés por la cocina durante sus conversaciones con Isabel, tuvo una idea. Comenzó a llevar a Emanuel a la cocina con ella, presentándole los polvorientos recetarios de la señora casa como sus nuevos libros de trabajo.

Y así, entre el aroma de las especias y el sonido de los utensilios, Emanuel comenzaba a familiarizarse con los números y las operaciones básicas, sumando cucharadas de azúcar y restando huevos de la lista.

 Las recetas se convertían en lecciones de lectura, donde cada palabra era un nuevo descubrimiento, y el resultado final, un delicioso pastel o unas galletas crujientes, era la recompensa tangible a su esfuerzo.

Emanuel disfrutaba de estos a solas en la cocina con Elaiza. Su paciencia y su entusiasmo contagiaban al pequeño, y poco a poco, la cocina se convertía en un nuevo espacio de aprendizaje y conexión, aunque seguía añorando los juegos despreocupados con Isabel.

En los breves momentos de respiro, mientras amasaba el pan con movimientos lentos o revolvía una salsa con la mirada perdida, Isabel a menudo suspiraba. Sus pensamientos, inevitablemente, se dirigían al niño, preguntándose si estaría jugando, aprendiendo o simplemente sintiéndose solo sin su presencia constante. Y luego, casi como un suave contrapunto a esa preocupación, su mente divagaba hacia Pedro, el joven panadero de veinte años del pueblo. Su imagen, con sus ojos amables y sus manos fuertes cubiertas de harina, traía una cálida sonrisa a sus labios, había comenzado a cortejarla discretamente. Su relación florecía en los paseos furtivos al caer la tarde y en las tímidas cartas intercambiadas a través de los recados de la finca. Hablaban de una pequeña casa y de una vida sencilla llena de amor, la posibilidad de unir sus vidas a finales de año parecía un sueño cada vez más cercano.

Sin embargo, incluso en sus fantasías de futuro con Pedro, la pequeña figura de Emanuel siempre tenía un lugar especial. Sabía que, aunque su rol en la vida del niño estaba cambiando, el profundo cariño que sentía por él perduraría. Se imaginaba contándole historias en sus visitas a la finca, llevándole pan recién horneado y observándolo crecer desde una distancia diferente, pero siempre con el mismo afecto silencioso y la misma preocupación constante por su bienestar. Su corazón se dividía entre la ilusión de su propio futuro y la ternura incondicional por el niño que había criado.

Sin embargo, la relación de Isabel con Pedro no pasaba desapercibida para el sensible Emanuel. El panadero visitaba la finca ocasionalmente, dejando hogazas recién horneadas como un presente para Isabel. Estas visitas, aunque breves y discretas, eran suficientes para despertar en el niño un sentimiento de intrusión y rivalidad.

Cada vez que Pedro aparecía, Emanuel se mostraba distante y hosco. Se aferraba a la falda de Isabel, observando al panadero con una mirada desconfiada. Sus acciones hablaban más que sus palabras: escondía los pequeños obsequios que Pedro traía para Isabel, o 'accidentalmente' derramaba el cubo de agua sucia cerca de sus pies.

En una ocasión, mientras Pedro hablaba amablemente con Isabel en el jardín, Emanuel se acercó y, con toda la inocencia de sus cinco años, le preguntó en voz alta: "¿Tú te vas a llevar a Isa lejos de nosotros verdad? Eres un hombre malvado"

La pregunta, directa y cargada de la angustia infantil, tomó a Isabel y a Pedro por sorpresa. Isabel se agachó rápidamente para abrazar a Emanuel, susurrándole palabras dulces y tranquilizadoras. Pedro, por su parte, le ofreció una sonrisa amable, intentando disipar su temor.

"Claro que no, campeón," respondió Pedro con suavidad. "Isabel siempre estará para ti."

Pero Emanuel no parecía convencido. Su pequeño corazón veía en Pedro una amenaza, un obstáculo que se interponía entre él y el cariño incondicional de Isabel. Cada visita del panadero reforzaba en él la sensación de que algo importante estaba cambiando, y no para mejor. Sus celos se manifestaban en pequeños actos de sabotaje y en una creciente necesidad de la atención exclusiva de Isabel, creando una sutil tensión en el ambiente tranquilo de la finca.

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Teresa Neri Aguilar
La trama es interesante el problema es que se escribe un solo capítulo cada 5 días es mucho tiempo de espera lo que dificulta la continuidad además de que es una pena por el interés que despierta
Chero Chan: gracias por tu comentario intentaré terminarla lo antes posible, o subir más seguido pero por mi trabajo real me es un poco complicado /Gosh/
total 1 replies
Maria Valles
muy feo final no llego a ningún lado para otra vez leo primero el final y de ahí me decido si leo la historia completa o no siento que perdí mi tiempo 😠😠
Chero Chan: aún no termina la novela está en emisión, disculpa si no subo más números, espero que cuando termine te guste
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