Después de recibir el rechazo de su compañera destinada por la Diosa Luna, tomó la decisión de no buscar su segunda oportunidad, creía que, con guiar su pequeña manada junto a su hermana, era suficiente, no creía necesitar una luna, él podía trabajar a sol y sombra… hasta que ella apareció y dejó su mundo vuelto de cabeza.
Aurora, lo único que quería era desaparecer de la Metrópolis y que nadie supiera donde estaba, necesitaba encontrar su paz para así poder sanar a su niña interior, necesitaba escapar de aquella relación toxica que tenía con su familia. Un par de chicas que conoce en su huida y guardan un secreto, la guiarán este camino de auto sanación que implica un trabajo en una isla lejana, llena de encanto, leyendas y mitología.
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Capítulo 21
Aurora
—¿Nos vemos más tarde? ~me preguntó Mauricio susurrando en mi oído~
Podía ver rayos y centellas salir de los ojos de Oliver, estaba enojado, creo que nunca lo había visto así.
—¿Puedo saber que te dijo ese imbécil al oído? ~Lo escuché gruñir~
—¿A usted que le importa? No tiende derecho de prohibirle estar cerca de mi ¿Qué se cree? ¿mi dueño?, Mauricio es mi amigo. ~no lograba zafar de su agarre~
—¿Quieres estar cerca de él? ¿A caso son más que amigos? ~ logré ver un destello de malestar en su mirada~
—Él… él es solamente un amigo ~le respondí ~
Me soltó el brazo, me tomo como un saco de papas, igual que Lucas y Manu con mis amigas y comenzó a caminar con rumbo a no sé dónde.
—Bájame!, ¿a dónde me llevas? ~chillaba y pataleaba colgando de cabeza~
—¡Déjate de gritar y quédate quieta, si no obedeces te voy a dar de nalgadas! ~Rugió~
Me quedé un instante en silencio pensando en que hacer para que me deje ir. Comencé a pasar mis manos por su espalda, pero me calenté y metí mis manos por debajo de la polera, no sé qué pasó y terminé con mis manos metidas en sus pantalones ~ ¡Nalgas de acero uf! ~ De un segundo a otro sentí un gran ardor en mi trasero
—¿Me acabas de nalguear? ~jadeé~
—Tu empezaste a meterme mano por todos lados, ni pienses que así vas a lograr zafarte ~respondió~
—Eres un bruto, pedazo de animal, seguramente dejaste una marca ~dije~
—Esa no va a ser la única marca que te deje Aurora ~su voz sonó profunda y amenazante~
Al escuchar esa advertencia\, mis partes bajas comenzaron a palpitar *¡maldición\, me siento excitada*
Iba metida en mis pensamientos\, tratando de evitar aquella palpitación y el calor que estaba comenzando a sentir en la misma zona\, me dejó tumbada en algo suabe … *espera… estoy en una cama\, no solo eso\, estoy en un dormitorio que no conozco*
—¿Dónde estoy? ~pregunté intuyendo cuál sería su respuesta~
Me quedé ahí, donde mismo me dejó sin mover un solo dedo, desde mi posición podía ver como se paseaba por el dormitorio, abrió la puerta del ropero y sacó algunas prendas y las dejó a los pies de la cama.
—Estas en mi dormitorio ~dijo mientras comenzaba a subir su polera y se la sacaba~
Era sorprendente, tiene un cuerpo endemoniadamente perfecto a mi parecer, su piel tostada y firme me llamaban a pasar mi lengua por cada lugar expuesto ante mí, podría fácilmente dormir una semana completa enterrada en su pecho.
—¿Sabes Aurora?, a Kantz le encanta la atención con que me miras, mientras me paseo por aquí casi desnudo ~parece que ronronea~
No sé en qué momento sus pantalones desaparecieron, estaba solamente enfundado en un bóxer de color negro con la pretina de color rojo, le quedaba perfecto. Me sonrojé hasta las orejas cuando se acercó a mí con una sonrisa lobuna, su mirada penetrante me hacía temblar.
—me encanta como me miras, no te has perdido ni un detalle de lo que tienes en frente ~dice en un susurro muy cerca de mi oreja~
—Ah! ~de mi boca salió un jadeo que no pude contener~
Oliver
Ese jadeo que salió de sus labios me dejó encendido, por lo que tome su rostro entre mis manos, con mis pulgares le di suabes caricias sin apartar mis ojos de los suyos, acerque mis labios a los suyos, la besé suavemente, cuando salió del aturdimiento comenzó a seguir el beso
Enrollo sus brazos alrededor de mi cuello, el beso se iba profundizando a cada instante, la abracé entre mis brazos y recordé que su ropa estaba mojada, por eso la traje hasta aquí, me separé de ella y pude notar que estaba sonrojada, me encantan sus cachetes cuando están rojos.
—Te vas a enfermar si no te cambias esa ropa mojada ~susurre cerca de sus labios aun~
—Ti… tienes razón, mejor me voy, no puedo enfermarme ahora ~respondió soltándose de mi agarre~
—¡oye!, espera, no te vayas todavía, puedes darte una ducha aquí, la ropa que dejé en la cama es para ti ~le mencioné mientras la volvía a abrazar~.
Se sentía tan bien tenerla así, encajaba a la perfección con mi cuerpo. Kantz ronroneaba como un gatito. La última vez que lo sentí así de feliz, fue cuando emprendimos nuestro viaje a la antigua manada de mis abuelos en Alemania.
Cuando mi mate solicitó que hiciéramos la ceremonia de rechazo, pasaron meses donde Kantz estuvo echado en un rincón, dejó de pedir que lo sacara a correr, también dejó de cazar, ya no era ese lobo inquieto y agotador.
-Kantz: Vamos a echarle una miradita mientras se baña
-Oliver: Estás loco si piensas que voy a hacer algo así, se puede emputar y ahí sí que no la volvemos a ver.
Cuando estuve a punto de sucumbir a la petición de Kant, alguien llamo a la puerta
—¿Quién es? ~gruñí~
—Mi niño, soy yo, Silvia ~escuché al otro lado~
—Silvita, dígame ~dije mientras abría la puerta~
—¿Le puedes decir que me espere un momento? Estoy un poco ocupado ~expliqué mirando hacia dentro del dormitorio~
—Si eso mismo le dije ~responde con una sonrisa pícara y los ojitos chinitos~ pero me pidió que bajara luego porque tiene noticias de allá del otro lado, de la manada de sus abuelos.
—Me pongo algo de ropa y bajo Silvita ~ella sigue con una gran sonrisa pícara en su carita rechoncha~
Me acerqué a la puerta del baño, ya no se escuchaba el agua por lo que deduje que ya estaba lista, pero… se le había olvidado la ropa que le dejé en la cama, así que, tomé las prendas ordenadas y me paré en la puerta a esperar que ella saliera.
Aurora
No podía creer que me haya traído a su dormitorio, y mucho menos que me hubiera besado de ese modo, tan calientemente dulce.
Traté de darme una ducha corta, quería buscar a Lylli y Lucy, ese par de animales se las llevaron sin decir nada, no sé si estar preocupada, los gritos y berrinches que hicieron mis amigas, era puro espectáculo, podría decir que Lucy iba encantada en el hombro de Manu.
Cuando salí de la ducha, miré a todos lados y ¡Chucha!, no traje la ropa que me dejó Oliver, tuve que envolverme en una toalla que había colgada en un gancho detrás de la puerta.
Al momento de abrir, ahí estaba Oliver con la ropa en sus manos, estaba esperando a que saliera, aún seguía en bóxer, se acercó a mí, y me entregó un pantalón de algodón y una polera negra
—Toma, debo bajar, Rocío me necesita, ¿podemos vernos más tarde? ~me dijo mientras miraba mi cuerpo húmedo envuelto en la toalla~
Mientras hablaba se iba acercando cada vez más, cuando ya no podía avanzar más me envolvió entre sus brazos y como la primera vez, hundió su nariz en mi cuello e inhaló profundo y por último pasó su lengua lentamente, provocando que me tensara de pies a cabeza, mis pezones se pusieron duros y mi intimidad se humedeció.
—Hueles de mil maravillas, no sabes cómo nos encanta tu aroma ~dijo aun sin salir de mi cuello~
—¿Qué quieres decir con “Nos encanta? ~cuestioné en el mismo tono susurrante de Oliver~
—Mmm, Eso señorita Aurora, lo hablaremos cuando termine con lo que sea que quiere mi hermana.
Se alejó de mi para vestirse, y en el momento que lo hizo, sentí frio, y un vacío para nada agradable, lo seguí con la mirada, cada movimiento hasta que estuvo listo, yo aún seguía de pie en la puerta del baño enrollada en la toalla.
—Aurora, ponte la ropa, te vas a enfermar, o ¿Quieres que te ayuda a vestirte? ~pregunta pícaramente mientras me vuelve a abrazar.
—No es necesario Oliver, yo puedo hacerlo, y ahora es mejor que bajes antes de que Ro te venga a buscar de una oreja.
Me volvió a besar, pero esta vez fue un beso dulce y corto, podría acostumbrarme a esto, sus labios saben a caramelo y me hacen revolotear el vientre.
Salió del dormitorio y yo me dispuse a vestirme, su ropa me quedaba cómoda, se sentía como si aún me tuviera entre sus brazos.
Javier debe encontrar su segunda oportunidad