Soy Eros Montalbán. A simple vista, un estudiante brillante de medicina. Pero por dentro, soy otra cosa. Algo que no encaja. Algo que no se puede domar.
Desde niño he sentido esa pulsión: el cosquilleo en los dedos, la sed, la oscuridad. Mi madre me enseñó a mantenerla bajo control, a domar la bestia… pero incluso ella sabe que es cuestión de tiempo. Porque la sangre de Lucas Santori corre por mis venas, y su legado me pertenece.
Mientras el mundo celebra mi genialidad, yo observo desde la sombra. No busco amor, ni redención. Busco respuestas. Y si el precio es desatar lo que llevo dentro… entonces que el mundo arda.
NovelToon tiene autorización de DayMarJ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 15
HELENA.
El vestido que llevo puesto no deja nada a la imaginación. Es de esos que parecen diseñados para hinchar p0llas, no para vestir cuerpos.
La tela es traslúcida, negra con lentejuelas, pegajosa contra mi piel como una segunda capa que me avergüenza… pero que también me excita.
Es corto.Demasiado. Lo suficiente para que cada mirada sea un cuchillo y cada pensamiento ajeno me pertenezca por completo.
Papá volvió a negarse, como lo hace siempre. Me gritó que esto no está bien, que esto me está matando poco a poco. Que si el hubiera estado conmigo yo no sentiría este impulso...
Pero el pasado no puede reescribirse y esto, aunque enfermo y retorcido, me da propósito.
Desde aquella primera vez que me ofrecí a participar en una de las hazañas de mi tío, supe que ya no había marcha atrás.
Sentí el miedo, sentí la adrenalina y luego, el poder.
Esa sensación de tener el control por fin, después de una vida entera siendo una víctima.
Y ahora… se volvió una necesidad, una adicción, una sed de sangre que solo se sacia con más.
Y más.
Y más.
Todo ha sido planeado, cada paso, cada palabra, cada segundo.
Mi tío me lo explicó con paciencia, como si me estuviera preparando para un baile y no para una masacre.
Pero él sabe que no necesito que me convenzan.
Lo haré porque quiero, porque me nace desde un lugar tan oscuro dentro de mí, que ni yo misma quiero mirar.
La peluca rosa no me disgusta.
No es mi color favorito, pero encaja a la perfección con la imagen que quiero que se lleven de mí.
La muñeca rota.La prostituta barata.La presa fácil. Nadie sospecharía de una niña que apenas parece saber vestirse.
Porque nadie se imagina que tras los tacones altos y el maquillaje barato, habita un monstruo peor que todos ellos.
Y si todo sale bien...Mañana tendré otra cicatriz que sumar a mi colección. Otra víctima que me recuerde que sigo viva, otra gota de sangre que me haga dormir en paz.
La calle está vacía o al menos lo parece.
El lugar acordado tiene ese aire abandonado que tanto nos gusta. Calles apagadas, farolas parpadeantes, basura arrastrada por el viento y un silencio tan espeso que parece promesa de muerte.
Mis tacones golpean el pavimento con esa cadencia perfecta.Cada paso está cronometrado.Cada movimiento, ensayado.
Jeremy White llega puntual.
No esperaba menos de un maldito como él. Pero no está solo,tal y como lo anticipamos.
Jeremy White jamás anda solo.
Un bastardo con tantos enemigos, con tanta mierda en las manos y tanta sangre acumulada, no puede confiar en nada ni en nadie, menos aún en una puta con peluca rosa.
Su escolta no es pequeña.Son tres.Uno detrás, de complexión robusta y ojos que escanean cada rincón como si esperara una emboscada en cada sombra.
Otro más delgado, pero rápido… demasiado rápido. Tiene los nudillos marcados de alguien que ha matado con ellos.
Y el último… el del maletín. Ese es el que más me jode. Tranquilo, sereno. Como si ya supiera que esto no va a terminar bien para mí. Pero lo sabemos. Todas las posibilidades están cubiertas.
Mi tío no es un improvisado. No lo soy yo tampoco.Estabamos preparados para una carnicería si era necesario.
Me acerco a Jeremy como si no notara nada. Como si no pudiera oler la amenaza.Como si no supiera que uno de sus perros tiene el dedo tenso sobre el gatillo.
Jeremy sonríe.
Esa sonrisa torcida y satisfecha de los hombres que creen que lo tienen todo controlado.
De los que creen que si pagas lo suficiente, todo cuerpo se rinde.
Todo agujero es accesible.
Toda alma está a la venta.
Pero yo no estoy a la venta. Yo vengo a cobrar.
Me detengo justo frente a él.
El vestido negro brilla con la luz sucia del poste.
Mis labios tiemblan… no de miedo, sino de rabia contenida.
—Pensé que no vendrías —dice Jeremy con esa voz asquerosa de serpiente vieja.
Le sonrío. Una sonrisa que no llega a los ojos.
—¿Y perderme la oportunidad de conocerte de cerca? Jamás.
Todo está en marcha.
Esta noche… el monstruo que habita bajo esta peluca rosa se va a alimentar.
Me llevan a una casa lujosa a las afueras de la ciudad.
El camino es largo, bordeado por árboles oscuros y luces tenues que apenas iluminan la carretera. No me venden la idea de un secuestro o una amenaza: esto está perfectamente diseñado para ser una trampa disfrazada de privilegio.
Todo está dispuesto para mí. Cada habitación impecable. Cada detalle cuidado con esmero. Sábanas de lino. Perfumes en frascos caros.
Pero no estoy sola. Nunca lo estoy.Mi tío me está siguiendo. Lo sé.
Hace mucho me instaló un rastreador. Invisible, indetectable. Podría encontrarme incluso si estuviera al otro lado del maldito mundo.
Y él... no es ningún novato.
Confío en él más que en nadie. Más que en mí.
Cuatro hombres armados no son nada para él. Ni aunque duplicaran su número. Él ha enfrentado cosas mucho peores, ha salido vivo de infiernos que la mayoría ni podría imaginar.
Y si creen que me tienen, si piensan que esta casa es una jaula, entonces no tienen ni idea del tipo de bestia que han provocado.
Porque yo no soy la presa.
Soy el anzuelo.
Y el cazador está en camino.
Todo brilla, todo huele a dinero mal habido y a poder podrido. Camino sin vacilar, con el vestido negro que apenas cubre lo justo y con la peluca perfectamente ajustada. Cada paso que doy tiene un objetivo. No soy una puta. Soy un arma y ellos todavía no lo saben.
Al entrar, Jeremy toma asiento, en un sofá enorme como si fuera un rey esperando a su entretenimiento. Cruza las piernas con arrogancia y me hace una seña con la mano. Como si me llamara por costumbre. Como si yo no fuera más que otra de sus puticas.
No me inmuto. Camino directo hacia la barra de pole dance instalada en el centro de la sala. Qué conveniente. Me sostengo del tubo y empiezo a moverme, a bailar como aquella noche en el bar donde me vio por primera vez. Donde se le cayó la baba como un perro hambriento.
Me dejo llevar por la música, por el ritmo que imagino en mi cabeza. Giro, me inclino, dejo que el vestido suba, que la peluca caiga un poco al costado. Lo tengo. Lo tengo completamente atrapado. Y no solo a él.
Los tres gorilas que lo acompañan también me miran. Creen que no los noto, que su deseo no se nota en la forma en que tragan saliva o se tensan bajo la ropa. Pero yo lo noto todo. Cada mirada sucia, cada suspiro contenido. Les fascina. Me fascina saber que los estoy controlando con solo mover la cadera.
Jeremy da otra orden y uno de ellos va por el whisky. Les pide que se sirvan también. No protestan. Claro que no. Él ordena y ellos obedecen. Me traen un vaso también. Lo tomo, lo acerco a los labios, y bebo un poco. Aguardando el momento en que pueda sacar mi arma secreta. Aquella que guarde entre los pechos, esa que hará que Jeremy caiga como un maldito muñeco de trapo.
El vaso que él sostiene ahora, con ese líquido ambarino, ese es mi boleto. Mi oportunidad. Su entrada directa al sótano donde lo voy a desarmar, pedazo a pedazo.
Mi tío debe estar cerca. Lo sé. El rastreador que llevo lo mantiene al tanto de cada uno de mis pasos. Él me enseñó todo esto. Él confía en mí y yo confío en que, si las cosas se salen de control, va a entrar por esa puerta y hacer mierda a quien sea necesario.
Pero no va a hacer falta, porque Jeremy va a beber y yo voy a terminar lo que empezamos.