Catalina Miranda es una joven deslumbrante que persigue con fervor sus sueños, a pesar de las adversidades que la rodean. Su familia no cuenta con grandes recursos económicos ni ocupa un alto estrato social, pero cada día luchan con valentía para salir adelante. Para Catalina, su madre y su hermana menor son el centro de su mundo; sueña con conseguir un buen trabajo que les brinde la vida digna que merecen, convirtiéndolas en verdaderas reinas.
Catalina es una soñadora incansable, siempre dispuesta a extender su mano a quienes la rodean. Sin embargo, su vida da un giro inesperado en una oscura noche. Al escuchar murmullos inquietantes provenientes de las afueras de su hogar, se siente atraída por la multitud de vecinos congregados. Con el corazón en un puño y temiendo lo peor, se acerca lentamente, solo para encontrarse con una escena desgarradora que cambiará su vida para siempre.
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Capítulo XIV La abuela
Punto de vista de Gabriel
No quise insistir en hablar con Catalina, quería darle su espacio para que pudiera estar lucida al hablar con ella.
Espere todo el día y Catalina nada que reaccionaba debía hacer algo para que ella volviera. Así que fui a la habitación para que habláramos encontrándome con la sorpresa de que ya no estaba en ese estado de shock en el que se encontraba.
"Hola", salude con nerviosismo.
"Te dejaré las cosas en claras y espero que respetes mi decisión", hablaba con dureza, en sus ojos se podía ver el enojo y el odio. "No soy un juguete al que puedes usar cuando te dé la gana y después tirar como si fuera basura... Tampoco seré un trofeo, tengo claro que esto es solo un contrato y que una vez que ambos obtengamos lo que queremos terminara, pero al menos espero que me respetes como persona".
"Estoy de acuerdo contigo, aunque también tengo mis condiciones... La primera: nos cansaremos tal y como lo está pautado; segundo: nuestro matrimonio será real, no sino ante los demás, sino en nuestra intimidad y tercero: mientras estemos casados solo serás mía, no acepto compartirte con nadie", dije sin titubeos.
"Tranquilo que no soy una promiscua que quiera andar con uno y con el otro, pero también pido lo mismo. No quiero que me pegues alguna enfermedad", respondió con soberbia.
"Entonces volvamos a la ciudad y preparémonos para nuestra boda, la cual será en unos días, y para ese día tenía tengo un regalo", dije con una sonrisa.
Catalina ni se inmutó ante mis palabras, ella no era la misma, estaba cambiada su frialdad era innegable y en su mirada ya no se reflejaba la inocencia de la noche anterior.
Tomamos nuestras cosas y volvimos a la ciudad, en cuanto llegamos mande a pedir que compraran todo lo que Catalina iba a necesitar, si iba a ser mi esposa debía verse como tal.
"Mi abuela viene a conocerte, ella es mi abuela paterna, Iraida Castillo De Lombardo", dije mientras me preparaba para ir al trabajo.
"Será un placer conocerla", el sarcasmo en la voz de Catalina me puso de mal humor, pero no iba a darle el gusto de discutir, en vez de eso entre al baño y me metí debajo de la regadera. Si quería ganarme el amor de ella tenía que ser más inteligente.
Al salir del baño la encontré revisando algo en su teléfono, esa mujer me volvía loco y quería volver a hacerla mía. "¿Qué haces?", pregunté mientras caminaba hacia la cama secando mi cabello.
Catalina no me contesto, en vez de eso se puso de pie y guardo su teléfono. Camino hacia mí mirándome intensamente, "¿a qué hora llega tu abuela?", pregunto con frialdad.
"En dos horas aproximadamente", respondí sintiendo un dolor en el pecho.
"Voy a cambiarme para estar preparada", camino a mi lado con determinación y altivez. A pesar de haber crecido en un lugar de bajos recursos ella era elegante, solo había que pulirla un poco.
Mientras ella se preparaba para recibir a mi abuela, yo baje al bar por algo fuerte que tomar, necesitaba calmar las ganas que tenía de Catalina, no quería perder la razón y obligarla a hacer algo que me hiciera arrepentir después.
Casi era hora de que mi abuela llegara a la casa y Catalina aún no bajaba, me estaba desesperando la poca importancia que le daba a la visita de una de las mujeres más importantes de mi vida.
Estaba por subir para ir por Catalina, pero al mirar hacia las escaleras vi a la mujer más hermosa del mundo: elegante, sofisticada, con un aire de grandeza, llevaba puesto un conjunto casual de color negro justo a su medida, el cabello lo llevaba recogido en una cola alta, su rostro lucia natural resaltando su belleza.
"Estás hermosa", le dije sinceramente.
"Ya lo sé, era la idea", respondió distante.
No pude contenerme, así que la tome por la cintura y la atraje hacia mí, me quede viendo fijamente a sus ojos tratando de encontrar a la Catalina que conocí, pero no obtuve lo que buscaba; sin embargo, bese sus suaves labios con delicadeza, a lo que ella correspondió.
"Pensé que no me dejarías volver a besarte", dije aun con ella en mis brazos.
"Es parte del contrato, así que no tengo otra opción", respondió con frialdad.
No voy a negar que me estaba doliendo la actitud de Catalina, pero yo me lo había ganado. Estaba por volver a besarla cuando llego Iraida llego sin darme cuenta.
"¡Vaya!, nunca imagine ver a mi querido nieto de esta manera", dijo Iraida llamando nuestra atención.
"Abuela, bienvenida", salude caminando hasta llegar a su lado.
"Eres un ingrato, ni una llamada en dos semanas. Aunque no te culpo", respondió mirando directamente a Catalina. "Esta hermosa muchacha es tu prometida".
"Si abuela, ella es Catalina Miranda, la mujer más hermosa del mundo y quien se robó mi corazón", me puse al lado de Catalina entrelazando nuestras manos.
"Un gusto conocerla señora", la frialdad en Catalina desapareció, y pude ver en sus ojos el mismo brillo de siempre.
"No me llames señora, cariño. Dime abuela y desde ya puedes considerarme tu aliada", mi abuela había aceptado muy rápido a Catalina, eso era algo extraño en ella. Ahora más que nunca sabía que Catalina era la elegida.
"Gracias por su confianza y por aceptarme en su familia", respondió Catalina con una sonrisa genuina.
"Si fuiste capaz de hacer brillar los ojos de Gabriel, entonces estoy segura de que eres la elegida para pertenecer a esta familia".
Catalina e Iraida se sentaron y platicaron toda la velada, parecía que se conocían de toda la vida, estaba sorprendido con la actitud de las dos.
"Les advierto algo jóvenes", de pronto la abuela cambio su tono de voz a uno más serio.
"¿Algo esta mal abuela?", pregunté preocupado.
"Como ven ya estoy algo mayor y mis días se están terminando, por eso quiero que me den un bisnieto lo más pronto posible. No quiero dejar este mundo sin conocer un hijo de mi Gabriel", los ojos de Iraida se apagaron, parecía que había recordado algo que la entristeció.
Se que mi familia guardaba un secreto que no quería que nadie supiera, así que pensé que la abuela había recordado eso que tanto los marcó.