Rein Ji Won, la inalcanzable "Reina de Hielo" del Instituto Tae Son, es la heredera de un imperio empresarial, y por lo mismo un blanco constante. Su vida en la élite de Seúl es una jaula de oro, donde la desconfianza es su única aliada.
Cuando su padre Chae Ji Won regresa de un viaje de negocios que terminó en secuestro, trae consigo un inesperado "protegido": Eujin, un joven de su misma edad con una sonrisa encantadora y un aire misterioso que la intriga de inmediato. Rein cree que su padre solo está cumpliendo una promesa de gratitud. Lo que ella no sabe es que Eujin es un mercenario con habilidades letales y un contrato secreto para ser su guardaespaldas.
La misión de Eujin es clara: usar todo su encanto para acercarse a la indomable heredera, infiltrarse en su círculo y mantenerla a salvo.
En el juego del lujo, las mentiras y el peligro, las reglas se rompen.
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Capítulo 16: El Cerco Digital y la Agotadora Fachada
...Días y Noches en el Laberinto del Código...
La primera semana de Eujin de vuelta en Seúl fue un torbellino implacable, una vorágine de pantallas luminosas, algoritmos complejos y la tensión silenciosa de la guerra digital. La idílica paz de Busan se sentía ahora como un recuerdo distante, una promesa lejana. Él y Han Kyeong-Hwan, su brillante asistente, se habían encerrado en el búnker de cristal y acero de la oficina de Ji Won Global Security, trabajando día y noche para blindar el imperio de Rein. Era una carrera contra el tiempo, contra enemigos invisibles y la sombra amenazante de Eun Chaewon.
El cerebro de Eujin, moldeado por años de supervivencia en campos de batalla reales y virtuales, se adaptó con una facilidad aterradora al ritmo frenético de Seúl. Su concentración era absoluta, cada línea de código, cada protocolo de seguridad, una pieza vital en la fortaleza digital que estaba construyendo alrededor de Rein y su legado.
Han, por su parte, era una fuente inagotable de energía y conocimiento. Sus dedos volaban sobre el teclado con la destreza de un concertista, sus gafas siempre deslizándose por su nariz mientras exclamaba nuevos descubrimientos o soluciones ingeniosas.
—Jefe, este firewall es impenetrable —exclamó Han una tarde, sus ojos brillando detrás de los cristales—. ¡Hemos creado un monstruo! ¡Ni siquiera el mejor hacker de Pyongyang podría pasar por aquí! Es una maravilla de la ingeniería inversa de los protocolos de defensa de la red oscura rusa, combinada con la última tecnología de cifrado cuántico.
Eujin asintió, su mirada fija en las múltiples pantallas que proyectaban cascadas de código verde y blanco. Había un brillo de orgullo en sus ojos, pero también la cautela de un veterano.
—Todavía no, Han. Siempre hay una puerta trasera. Siempre hay un eslabón débil. Solo tenemos que asegurarnos de que no sea la nuestra. Y que cualquier intruso se encuentre con un laberinto de espejos y falsos positivos tan complejo que se ahogue en el intento.
La oficina se había convertido en su mundo. Las pizarras blancas estaban cubiertas de diagramas complejos, algoritmos de detección de intrusiones y análisis forenses. Comían frente a las pantallas, dormían en el sofá a turnos, impulsados por la cafeína y la determinación.
Las visitas eran escasas, pero significativas. El Señor Chae Ji Won aparecía ocasionalmente, trayéndoles café o algún bocadillo. Observaba a Eujin y Han con una mezcla de admiración y un orgullo casi paternal. Ver a Eujin trabajar con esa intensidad y brillantez, protegiendo lo que su hija y él habían construido, le reafirmaba su decisión.
—Eres un genio, Eujin —dijo Chae un día, mientras Eujin descifraba una cadena de código que había frustrado a los ingenieros anteriores durante semanas—. De verdad. Más valioso que cualquier director ejecutivo. Tus habilidades no tienen precio, has blindado mis sueños.
—Solo estoy haciendo mi trabajo, señor. Y Han es la mitad de la ecuación —respondió Eujin, señalando a su asistente con una sonrisa—. Él es el verdadero talento joven.
A veces, Dae Kim se aparecía, siempre con un pretexto, ya fuera una "preocupación" por el bienestar de Rein o una "inspección" de la seguridad. Pero sus visitas eran, en realidad, charlas informales, donde intercambiaban información y planes sobre cómo desbancar a Eun Chaewon. Era una alianza incómoda, nacida de una enemistad compartida.
—El viejo zorro ha estado tejiendo una red de influencias en la Asamblea. Y no solo en Seúl. Sus tentáculos llegan a Washington. Tenemos que encontrar el punto débil, Eujin. Un escándalo que lo hunda de verdad, que no pueda encubrir —le dijo Dae un día, mientras Eujin depuraba una vulnerabilidad en los servidores externos de Ji Won Global.
—Lo encontraremos. Pero primero, tenemos que asegurarnos de que Rein esté blindada. No quiero que Eun Chaewon la arrastre a su pantano. Sus ataques serán frontales y sucios.
Yuna Lee, con su aura de pragmatismo y calidez, también se pasaba por la oficina. Generalmente, su misión era traer café, bocadillos saludables o, a veces, simplemente la voz de la razón. Su presencia era un recordatorio de que, incluso en la brutal y competitiva Seúl, las amistades improbables podían florecer y ofrecer un respiro.
—Ustedes dos parecen zombies —bromeó Yuna, dejando un café frente a Eujin y una ensalada de frutas para Han—. ¿Rein los tiene trabajando hasta la muerte? Deberían descansar.
—Estamos protegiendo el imperio de tu amiga, Yuna —respondió Eujin, sin apartar la vista de la pantalla, pero con una media sonrisa—. Y este tipo, Han, se alimenta de cafeína y algoritmos.
...El Cansancio del Guerrero y la Emperatriz...
Al final de la semana, el agotamiento de Eujin era físico y mental. Las ojeras eran profundas, marcando la línea de su mandíbula. Cada músculo de su cuerpo, acostumbrado a la acción física, dolía por la inmovilidad forzada frente a las pantallas. Pero la satisfacción era inmensa. Los sistemas de Ji Won Global Security estaban tan blindados como era humanamente posible. Había creado una fortaleza digital inexpugnable, una muralla de código que prometía resistencia.
Solo quedaban unos pocos códigos por descifrar, fragmentos de datos cifrados que había recuperado de los sistemas de seguridad de viejos contactos de Eun Chaewon en Europa. Eran como las últimas piezas de un rompecabezas, o quizás las flechas envenenadas que apuntarían a los puntos débiles del enemigo. Contendrían, esperaba, pistas cruciales sobre sus negocios turbios, la verdadera naturaleza de su corrupción. Era el próximo paso en su guerra personal contra el político corrupto.
Esa noche, Rein y Eujin llegaron a su suite en la mansión Ji Won, ambos agotados, pero con un brillo de victoria en sus ojos. Rein también había tenido una semana agotadora de reuniones. Cada día había sido una danza de estrategia, diplomacia y, a menudo, una batalla de voluntades. Las reuniones con Eun Chaewon eran las más desafiantes. El hombre era insistente, persuasivo y, lo que era peor, había estado exigiendo cada vez más tiempo a solas con ella, bajo el pretexto de "discutir detalles de la futura colaboración". Rein tenía que soportarlo, sonreír y fingir interés, vendiendo la fachada perfecta para lograr sus objetivos de expansión y, al mismo tiempo, protegerse.
Rein, al cruzar la puerta, se quitó los tacones con un suspiro de alivio, frotándose los pies.
—No sé qué es peor, Eujin —dijo, su voz cansada pero con un dejo de ironía—. Aguantar los comentarios condescendientes de Chaewon sobre mi "juventud" o su insistencia en invitarme a cenas interminables para "discutir alianzas estratégicas". Tengo que soportarlo para lograr nuestros objetivos, pero cada hora con él es una tortura.
Eujin, que se había quitado la chaqueta y la corbata, se acercó a ella, su rostro se suavizó al verla tan exhausta pero hermosa. Los signos de su propia fatiga se desvanecieron ante la necesidad de consolarla.
—¿El gran villano de nuestra historia está intentando robarme a mi chica, Ji Won? —bromeó Eujin, con un tono ligero que enmascaraba su celos genuinos—. No me digas que el ambicioso Eun Chaewon ha entrado oficialmente en tu lista de pretendientes. No me gustan las competencias, Rein. Especialmente cuando se trata de algo tan valioso como tú.
Rein sonrió, un destello de diversión y afecto en sus ojos azules. El cansancio se desvaneció un poco al sentir la calidez de su mano en su brazo.
—Oh, ¿el mercenario está celoso? —preguntó Rein, con un toque de burla cariñosa—. No hay competencia, Eujin. Eres tú. Siempre tú. Mi corazón tiene una sola dirección. Pero es el precio de la expansión.
Eujin asintió, entendiendo la lógica fría de su Reina. Pero eso no disminuía la molestia. Se arrodilló, desabrochando el resto de su traje, y tomó sus pies en sus manos.
—No, no hay competencia —susurró, mientras empezaba a masajear sus pies con una suavidad inesperada para alguien con sus manos—. Pero te haré saber que no me gusta que un hombre tan repulsivo tenga tus preciosos ojos fijos en él, incluso si es solo por negocios. Tienes que relajarte, has estado en modo Reina de Hielo toda la semana.
Rein suspiró, el placer del masaje la invadió, disolviendo el dolor y el estrés. Sus hombros se relajaron, su espalda se arqueó ligeramente.
—Oh, Eujin. Esto es... Esto es mejor que cualquier negocio billonario. Mejor que cualquier victoria corporativa. Esto es lo que necesito.
—Lo sé. Tienes que guardar tu energía para las verdaderas batallas. No para los bufones.
El masaje de pies se convirtió en algo más. La tensión de la semana, la amenaza de Eun Chaewon, el peso de sus ambiciones, todo se disolvió en el toque. Rein se dejó caer en el sofá, y Eujin se sentó a su lado, atrayéndola a sus brazos, sus cuerpos buscando la familiaridad y el consuelo del otro.
...Un Futuro Tejido con Sueños...
Sus cabezas se apoyaron una contra la otra, sus respiraciones sincronizadas. La inmensa suite, con sus vistas panorámicas de la brillante Seúl, se sentía como un nido acogedor, su santuario personal en medio del caos. Los sueños que habían compartido en Busan regresaron, más vívidos, más palpables que nunca.
—Hemos trabajado muy duro esta semana —susurró Rein, su voz suave y llena de cansancio, pero también de una profunda satisfacción—. Por nuestra granja. Por nuestros hijos. Por nuestros nietos.
—Lo lograremos, Rein. Pase lo que pase, lograremos ese futuro tranquilo. Lo prometo.
Eujin besó su frente, el sabor de su piel era el de la victoria. Se quedaron en silencio por un momento, dejando que la paz se asentara entre ellos, el eco de sus sueños resonando en la habitación.
—¿Sabes qué quiero primero cuando vendamos la corporación y volvamos a Busan? —preguntó Rein, su voz era un murmullo soñador.
—Dime, mi reina.
—Quiero ir a un vivero y elegir cada planta, cada árbol, para nuestro huerto. Quiero que cultivemos nuestras propias hierbas. Y quiero aprender a hacer el kimchi perfecto, ese que solo hace tu abuelo.
Eujin sonrió, imaginando a la CEO de Ji Won Global Security con las manos en la tierra.
—Tendremos que empezar a construir nuestra hermosa casa de madera, conseguiremos nuestro primer perro.
—Y en cuanto a nuestra familia... —continuó Rein, levantando la cabeza para mirarlo, su sonrisa estaba llena de picardia y sus ojos brillaban—. No podemos dejar de trabajar en el crecimiento familiar ni un solo día. Hacer tres hijos es complicado y se debe tomar en serio.
Eujin sintió una combinación de ternura y deseo, le encantaba ese jugueteo ligado con ensoñación que su mujer mostraba solo para él.
Eujin besó su mano, sus dedos entrelazados con los de ella. La mujer a su lado, la poderosa CEO, estaba dispuesta a renunciar a un imperio por una vida simple con él. Su corazón se hinchó con una gratitud y un amor inmensurables.
Se acurrucaron, el cansancio los venció. Durmieron envueltos, el sueño del campo ya estaba echando raíces profundas en la turbulenta Seúl, un faro de esperanza en la tormenta que sabían que se avecinaba.
Mañana sería otro día de batallas, pero esta noche, en los brazos del otro, eran invencibles.