En los barrios tranquilos y misteriosos de Seúl, una chica llamada Jiwoo ha pasado su vida observando desde las sombras. Jiwoo siempre ha sido reservada, pero esconde algo más que timidez. Un incidente oscuro y olvidado en su adolescencia que moldeó su obsesión por los secretos de los demás.
El regreso de Hyunwoo, su vecino de la infancia, despierta en ella una curiosidad peligrosa. Años atrás, Hyunwoo desapareció abruptamente tras un escándalo que sacudió al vecindario, y su reaparición está rodeada de rumores y silencio. Algo en su mirada parece llevar el peso de un pasado más oscuro del que Jiwoo imaginaba.
Guiada por su instinto obsesivo y un deseo inexplicable, Jiwoo comienza a seguirlo, adentrándose en un mundo de crimen, mentiras y un trastorno psicológico que ha permanecido latente en ambos. Mientras Jiwoo se acerca a la verdad, también empieza a descubrir más sobre sí misma, desenterrando recuerdos reprimidos y enfrentando su propia sombra.
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El umbral de lo desconocido
La cueva parecía respirar, como si tuviera vida propia. Cada paso de Jiwoo, Hyunwoo y Hyeri resonaba con ecos profundos, amplificados por el silencio del bosque. Las paredes estaban cubiertas de símbolos grabados, similares a los del espejo, pero más complejos, como si contaran una historia que nadie más debía leer.
Jiwoo sostuvo el colgante en su mano, sintiendo cómo vibraba ligeramente con cada paso que daba. Hyunwoo sostenía una linterna, iluminando las profundidades de la cueva, mientras Hyeri tomaba notas apresuradas en su cuaderno.
—Esto no es solo una cueva —murmuró Hyeri, sus ojos recorriendo los grabados—. Es un lugar ritual.
Hyunwoo se detuvo frente a un grabado particularmente grande. Representaba a una figura oscura emergiendo de un espejo, rodeada por figuras humanas que parecían estar arrodilladas.
—¿Es esto el Guwi? —preguntó, señalando la figura central.
Hyeri asintió lentamente.
—El Guwi no solo fue atrapado aquí. Fue adorado. Estas personas no eran víctimas. Eran seguidores.
Jiwoo sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Y qué pasó con ellos?
Hyeri trazó los símbolos con sus dedos.
—El bosque los reclamó.
A medida que avanzaban, encontraron un altar en el centro de la cueva. Era una estructura de piedra cubierta de musgo, con un cuenco en el centro que parecía estar diseñado para contener algo. Alrededor del altar había huesos pequeños, como si animales hubieran sido sacrificados allí.
—Esto es más antiguo de lo que pensaba —dijo Hyeri, inclinándose para examinar el cuenco—. Pero hay algo raro…
Jiwoo notó que el colgante brillaba con más intensidad cuanto más cerca estaba del altar. Su pulso se aceleró.
—¿Qué se supone que debemos hacer aquí?
Hyunwoo sacó el libro que habían llevado consigo y comenzó a hojearlo frenéticamente.
—Hay un pasaje aquí sobre un ritual de contención. Tal vez esto explique cómo el Guwi fue atrapado.
Hyeri lo observó con interés.
—¿Y qué dice?
Hyunwoo leyó en voz alta:
—“El ancla debe ser reforzada con un sacrificio. Solo la sangre del elegido puede mantener la prisión intacta.”
El silencio que siguió fue pesado. Jiwoo retrocedió, su rostro pálido.
—¿Sacrificio? ¿Eso significa que alguien tuvo que…?
Hyeri asintió lentamente.
—Es por eso que el espejo sigue activo. La prisión se está debilitando.
Mientras hablaban, el aire dentro de la cueva cambió. Una brisa helada surgió de la nada, y las sombras en las paredes comenzaron a moverse, formando figuras que parecían vivas.
Jiwoo sintió un tirón en su mente, como si algo intentara conectarse con ella. De repente, se encontró de pie frente al espejo, aunque sabía que no estaba físicamente allí.
En el reflejo, vio a una versión más joven de sí misma, con lágrimas en los ojos. Detrás de ella, una figura oscura emergía lentamente, extendiendo una mano hacia su hombro. Jiwoo intentó moverse, pero estaba paralizada.
"No puedes escapar de lo que eres," susurró una voz en su mente.
De pronto, una luz brillante la devolvió a la realidad. Hyunwoo la sostenía, su rostro lleno de preocupación.
—¿Estás bien?
Jiwoo asintió débilmente, todavía temblando.
—Vi… algo. Algo del espejo.
Hyeri la miró con curiosidad.
—¿Qué viste?
Jiwoo dudó antes de responder.
—A mí misma, pero… no era yo.
Hyunwoo finalmente encontró una página que parecía explicar cómo manejar la situación actual.
—Aquí dice que el colgante puede cerrar la conexión entre el espejo y el Guwi, pero necesita activarse en el altar.
Hyeri levantó una ceja.
—¿Activarse? ¿Cómo?
Hyunwoo miró el cuenco en el altar y luego a Jiwoo.
—Con sangre.
Jiwoo retrocedió, su rostro lleno de incredulidad.
—¿Mi sangre?
Hyunwoo asintió, apretando los labios.
—Eso es lo que dice el libro.
Hyeri, por primera vez, parecía dudar.
—Eso podría funcionar, pero también es arriesgado. Si el colgante no es lo suficientemente fuerte, podrías atraer al Guwi en lugar de sellarlo.
Jiwoo miró el colgante en su mano, sintiendo el peso de la decisión.
Mientras discutían qué hacer, las sombras en la cueva comenzaron a moverse nuevamente, esta vez más rápido. Una figura oscura emergió del fondo de la cueva, sus ojos brillando con una luz roja intensa.
—No hay tiempo —dijo Hyunwoo, poniéndose frente a Jiwoo como un escudo—. Tenemos que actuar ahora.
Hyeri miró a Jiwoo, su expresión intensa.
—Tú decides. Pero lo que hagas aquí cambiará todo.
Jiwoo apretó el colgante con fuerza, mirando el altar y a la figura que se acercaba lentamente. Sabía que no tenía todas las respuestas, pero también sabía que no podía quedarse de brazos cruzados.
Finalmente, respiró hondo y dio un paso hacia el altar.