La Cuarentona Divorciada Y El Arrogante CEO

La mañana había llegado y Alessandra se levantó sin ganas de salir y enfrentar su realidad; no tenía trabajo y sus planes se habían venido abajo.

Alessandra bajó a preparar el desayuno de sus hijos mientras su cabeza seguía siendo un lío entero.

“Mami, anoche, me quedé dormida”, dice Alessia y se acerca a besarla y abrazarla.

“Sí, pequeña, pero hoy me quedaré en casa y podremos pasar el día juntas después de clases, ¿te parece?”, dice y ella salta feliz y la abraza.

“Hola, mamá, buenos días, estás más hermosa que nunca”, dice Luca y la besa, luego la gira.

"Dios santo, pero qué feliz estás hoy. ¿A qué se debe esto, alguna chica tal vez?” Él niega sonriendo.

“Para nada, mamá, no hay nadie, solo una mamá maravillosa que se merece todo mi amor”. La besa de nuevo.

"Iré a la universidad en un rato, me llevaré la moto; puedes usar el auto, mami". Alessandra lo ve y niega.

“No, amor, hoy no iré a trabajar; puedes llevarte el auto”, propuso ella, pero él negó.

“Tranquila, mami, pero no usaré la moto”, volvió a decir. Ella le insistió y al fin decidió irse en su moto.

Entre risas y chistes desayunaron en paz; eran ellos contra el mundo y por ellos saldría adelante como sea. Roberta no quería saber nada de ella y, aunque le dolía, le daría tiempo de reflexionar.

“Ahora si me voy, mi reina”. Sí, hijo, la besó y la levantó; antes de salir, ella lo llenó de besos y él se fue. Más atrás, ella salió a llevar a su hija al colegio; al regresar, pasó por varios lugares y dejó su hoja de vida, también buscó en cafeterías y en tiendas; haría cualquier cosa.

Finalmente, llegó a su casa y se dispuso a descansar; se lo merecía. Mientras Francesco no sabía qué hacer con todo el trabajo, Alessandra siempre tenía todo en perfecto estado y bien arreglado; ahora todo era un desastre. Él debía hacerla volver.

Francesco gritaba a diestro y siniestro: el ogro había vuelto. Todos estaban asustados y no querían ni acercarse a él. Dante vio el alboroto y fue a ver qué ocurrió.

"¿Qué es todo este alboroto?", preguntó él.

“Todo es un desastre y nadie puede con el trabajo de Alessandra; la necesito aquí”. Dante solo se reía de su amigo; al parecer Alessandra era indispensable para él.

"Porque no acepto, es tan terrible estar conmigo", dijo, y Dante asintió.

“Claro, que lo es, pareces demente y eres muy obstinado”, seguía molestándolo Dante.

“La necesito aquí”, dijo firme, sin saber qué hacer.

En la mansión de Alessandra, ella se encontraba acostada viendo una película cuando su teléfono sonó; era un número desconocido. Alessandra contestó y su mundo se partió.

“Sí, buenas tardes, ¿quién habla?”, preguntó esperanzada, pensando que tal vez sería de algún trabajo.

“Es usted la madre de Luca Fiorucci”, preguntó una mujer y ella tembló; un escalofrío recorrió su ser.

“Si ella habla, ¿qué sucede?” Su voz era preocupada.

“Su hijo tuvo un accidente y está gravemente herido, lo tenemos en la clínica...”. Su corazón se detuvo, su pecho dolió y la desesperación la arropó. La mujer le dio la dirección mientras ella negaba llorando.

“No, no, no, mi hijo, no, es una equivocación, él no es”, decía desesperada.

“Cálmese, por favor, y venga rápido; alguien debe poner su seguro para comenzar con todo el procedimiento...

Alessandra no lo pensó, tomó su cartera, metió todo el dinero que tenía y se apresuró a la clínica. Estaba deshecha; los autos le impedían el paso y ella los pintaba desesperada. Minutos después llegó a la clínica y un doctor habló con ella, explicándole que su hijo había tenido múltiples fracturas y quemaduras; debía operarse de inmediato o no se salvaría.

“Hágalo, doctor, por favor, comience”. Él le explicó que debía cancelar primero; ya le habían hecho algunas cosas básicas y estaba estabilizado, pero no podían seguir sin cancelar. Ella no lo dudó y fue a la recepción dejando todo lo que tenía para que comenzaran las operaciones, pero faltaba mucho dinero.

El doctor la conocía y le dijo que haría una excepción para mantenerlo estable mientras ella cancelaba, pero que fuese por el dinero de inmediato o no podría seguir con todas las operaciones que su hijo necesitaba. Alessandra lloraba sin parar.

“Yo cancelo todo, pero por favor, sálvalo”, dijo y el doctor desapareció. Ella tomó su teléfono, tragándose su orgullo, y llamó a su exesposo; desde su separación no lo había visto, así que, aunque le costaba, lo hizo por su hijo.

El teléfono repicó dos veces y ella lo atendió; sintió su pecho arder, estaba desesperada.

“¿Alessandra, qué ocurre?”, preguntó sorprendido y ella contestó.

"Es Luca, tuvo un accidente. Estamos en la clínica de Gael, tuvo un accidente en su moto y si no pagamos, no podrán operarlo. Por favor, ven y cancela todo”. Hubo un momento de silencio que a ella le pareció una eternidad, pero luego él habló.

“Bueno, Alessandra, tranquila, yo pagaré todo de inmediato; solo debes aceptar ser mi amante, como te dije, y listo. “¿Qué dices?” Alessandra tomó su teléfono y lo revisó para ver si de verdad era el número de él, aunque era su voz, pero ella aún no creía que Roberto fuese capaz de aquello.

"¿Qué acabas de decir? "Tu hijo, nuestro hijo se está muriendo, Roberto, debes ayudarlo". Él se aclaró la garganta.

“Él ya es un adulto y no lo haré a menos que seas ante mí; puede más tu orgullo que la vida de nuestro hijo”. Alessandra le cortó la llamada y se dejó caer en el suelo llorando y gritando de dolor; su hijo iba a morir y a ese maldito bastardo no le importaba nada.

"Dios mío, ayúdame, por favor", gritó aturdida. Luca se iba a morir.