Morir Por Ti

¿Te parece bien aquí?- le preguntó él cuando estuvieron parados frente a un restaurante, habían quedado para las ocho y treinta y no hubo retraso.

El local estaba ubicado en una muy buena zona de la ciudad pero fue escogido por el inglés precisamente por no ser de los elegantes que siempre tenían la puerta llena de paparazzis y desde que lo había descubierto por casualidad a Renato le gustaba venir.

Tenían una comida estupenda y una atención mejor aún,  además de ser muy tranquilo, muchas de las grandes ideas que se le habían ocurrido para invertir en los Estados Unidos habían nacido allí mientras degustaba las delicias del chef.

- Se ve perfecto.- le contestó ella con una sonrisa.

- Ahora mira hacia allá. - el rubio la tomó por los hombros y la hizo girarse- En aquel edificio cromado que ves desde allí, en el piso veintiuno vivo yo.

- ¿Me está invitando a su casa señor Patel?- le preguntó intentando pegar su espalda al torso del hombre.

El rubio rápidamente separó sus manos de los hombros de la chica y dio un paso atrás, él simplemente no sabía porqué le había dado tantas explicaciones.

- No- contestó sin más.

- No te enfades Renato, es una broma, sé que lo hiciste únicamente por ser cortés, pero me gustó saber donde puedo encontrarte si te necesito. - se burló un poco más- Ahora vamos a comer, no sé porqué me parece que si seguimos aquí un minuto más no vamos a entrar.

La cena fue tranquila, conversaron de todo, de negocios, de nuevas inversiones, de ellos, de la vida, ella quería conocerlo todo lo que se pudiera y él no era que tuviera grandes amigos cerca como para compartir, así que el buen rato que pasaba con la chica le agradaba bastante.

- No debí aceptar eso de que vinieras sola, debí buscarte en tu casa y te habría llevado de regreso, así estoy seguro de que llegaste bien.

- No te preocupes, Dom debe estar por algún lugar vigilando, pero además, noto un deje de interés en saber donde vivo señor Patel.

Se burló nuevamente de él cuando el hombre la despedía parados junto al auto de ella.

- Sofía.- le reprendió diciendo el nombre que tanto le gustaba con aquella voz que la hacía estremecer.

- Renato por favor, una noche, solamente una noche, déjame saber que se siente.

Se acercó a él y tocó su pecho, el que aún con la camisa de por medio se le notaba lo musculoso y lo apetecible que sería estar sobre él.

- Ya te dije que no, ¿No crees que es mejor pasarla bien como hoy y no tener en medio una situación embarazosa?

- No lo será, te lo aseguro, será sexo y nada más como tú quieres.

- ¿Ves? Eso que acabas de decir, "como yo quiero" deja claro que tú quieres algo más y yo no lo tengo, no hay más, no puedo dártelo, yo no voy a enamorarme y tú puede que lo hagas.

Él la vio sonreír sin gracia.

- Si me conocieras un poco no estarías pensando así, yo soy esto que ves, no amo a nadie más que a mi familia, no nací con esa facultad y si la tuviera la arrancaría de mi, puedo ser buena con quien lo merece y querer a algunos, pero conmigo no tienes que preocuparte por que te ame y tú no puedas corresponder, yo no voy a amarte nunca, ni a ti ni a nadie, ese poder sobre mi no lo tendrá ningún simple mortal, yo también quiero solo sexo.

- Casi me estás preocupando, tú eres una niña y no sé que te pudo haber sucedido...

- No me sucedió nada Renato créeme. - lo interrumpió con una sonrisa- Unos nacen para amar y otros para mirar como se aman los demás y yo soy de esos últimos, yo nací para estar al frente de mi familia, para poner orden y llevar sobre mis hombros el legado Parisi, no nací para amar y ser vulnerable por culpa de otra persona.

- Sofía, creo que debes ver a un psicólogo.

- Mi tío Mattía, del que te hablé hace un rato y que en realidad es un primo de mi padre, es psicólogo y dice que no me preocupe que estoy bien, que solamente tengo el síndrome Parisi, no sé que significa porque también dice que yo sola voy a darme cuenta pero él me asegura que loca por lo menos no estoy.

Él siguió mirándola como si con los ojos pudiera ver dentro de su cerebro o de su alma, como si con solamente mirarla pudiera saber cuanto de verdad había en sus palabras.

- Esta es una conversación bastante rara para tener en un aparcamiento. - desvío el tema- Sobre todo después de haber estado más de dos horas sentados hablando de un millar de cosas.

- Tienes razón, será mejor que vayamos a tu casa y la tengamos allí después de tener mucho sexo.

- ¿Ves? Quedarse conversando después del sexo crea un lazo y yo no voy a jugar a eso.

- ¿Otra regla? Creo que voy a tener que anotar, se están haciendo muchas y no quiero quebrantar ninguna.

La mano de ella que aún estaba en el pecho del hombre viajó hasta su pantalón.

- Sofía tienes que escucharme, y parar, oh Dios ¿qué haces?- a Renato le pareció que la vista se le nublaba al sentir donde ella ponía su mano.

- Comprobar que no hay ninguna regla sobre el sexo en los aparcamientos.

- Ya basta Sofía, yo soy un hombre mayor para ti, tú eres una niña.

La pelirroja detuvo su mano y si no fuera porque según sus cálculos ella sería la más perjudicada si lastimaba al rígido soldado que había en los pantalones de su rubio se lo habría exprimido hasta que retirara sus palabras.

- Ya veremos que tan niña resulto Renato. - le dijo abriendo la puerta de su auto y saliendo de allí a toda velocidad.