EL PODER DE LOS OJOS DIVINOS

La historia continúa.

Gabriel se encontraba en el centro de un claro en el bosque, rodeado de los libros de magia de Kira. Estaba concentrado, practicando incansablemente los gestos y transformaciones del maná necesarios para canalizar la energía mágica en curación. Su meta era perfeccionar sus habilidades en magia curativa para poder ayudar a sus compañeros en situaciones de peligro.

Mientras tanto, en el borde del claro, Datch y Lisa entrenaban juntos. Datch empuñaba la espada de Ira, la cual brillaba con una luz intensa con cada movimiento, mostrando el poder que contenía. Lisa, por su parte, corría ágilmente alrededor de Datch, exhibiendo su destreza y agilidad como una niña lobo.

Mientras Gabriel continuaba perfeccionando su magia curativa, observaba con admiración a sus compañeros. Veía cómo Datch dominaba con maestría la magia de la Espada de Ira y cómo Lisa utilizaba sus habilidades naturales como loba para convertirse en una guerrera formidable. Se sentía agradecido por tener a dos compañeros tan fuertes y valientes a su lado.

Datch y Lisa seguían entrenando con intensidad, superando sus límites y mejorando sus habilidades. Sin embargo, en un momento de distracción, Datch resultó herido accidentalmente por las afiladas garras de Lisa. Un profundo corte se abrió en su brazo, lo que le obligó a detenerse y soltar un grito de dolor.

Gabriel, quien había estado observando el entrenamiento desde lejos, se apresuró hacia Datch con determinación. Colocó su mano en la herida y canalizó la magia curativa en la que había estado trabajando con tanto esmero. Un destello de energía dorada envolvió la herida de Datch, cerrándola al instante y sanándola por completo. Datch quedó asombrado al ver cómo su herida desaparecía, sintiendo un profundo agradecimiento por la rápida intervención de Gabriel.

Sin embargo, la magia curativa había consumido gran parte del maná de Gabriel. Un repentino cansancio lo abrumó y sus piernas temblaron bajo su peso. Lisa corrió hacia él, visiblemente preocupada, mientras Datch lo sostenía para evitar que se desplomara por completo. A pesar de sus esfuerzos por mantenerse en pie, Gabriel finalmente cayó al suelo, exhausto por el esfuerzo realizado.

Gabriel abrió los ojos lentamente, sintiendo un leve mareo al recobrar la conciencia. Al percatarse de la presencia de Datch y Lisa a su lado, recibió un torrente de alivio y preocupación reflejados en sus semblantes. Con esfuerzo, se incorporó, recordando la extrema fatiga que lo había abrumado antes de perder el conocimiento.

Sin embargo, al rememorar el motivo de su agotamiento, una oleada de emoción lo invadió. Llevó la mano al pecho, reviviendo la sensación del maná fluyendo a través de él, la magia curativa que había convocado para sanar a Datch. Una sonrisa se esbozó en sus labios, iluminando sus ojos con el fulgor de la alegría y la satisfacción.

"Lo logré", murmuró Gabriel con voz débil pero llena de emoción. "¡Puedo hacer magia curativa!"

Gabriel se sobresaltó al escuchar su nombre siendo llamado desde lejos. Corrió velozmente hacia la casa, acompañado por Lisa y Datch, donde la atmósfera estaba cargada de emoción y expectación. Al entrar a la sala y ver a sus padres reunidos, sintió un calor reconfortante en su pecho.

Cuando su madre le comunicó la noticia de que le permitirían estudiar en la capital del reino, Gabriel no pudo contener su emoción. La perspectiva de aventurarse en la capital, rodeado de nuevos conocimientos, desafíos y oportunidades, lo llenaba de entusiasmo y determinación.

Ambos se sintieron afligidos al darse cuenta de que Gabriel se marcharía de casa para estudiar en la capital del reino. La idea de la partida de su amigo los llenaba de preocupación y un sentimiento de abandono.

Sin embargo, Gabriel, al notar la tristeza en los rostros de sus amigos, les ofreció una solución brillante. Les propuso unirse a él en su viaje hacia la capital, con la condición de que actuaran como sus asistentes, lo que les daría acceso al lugar donde él estudiaría.

Al principio, Datch y Lisa se quedaron atónitos ante esta propuesta inesperada, pero rápidamente sus rostros se iluminaron con una combinación de emoción y agradecimiento. Aceptaron la oferta de Gabriel con entusiasmo.

Sam le indicó a Gabriel que fuera al establo del señor Fred para preparar su viaje hacia la capital al día siguiente. Con una amplia sonrisa de agradecimiento hacia su familia, Gabriel se apresuró hacia el establo.

La situación se tornó peligrosa para Gabriel, Datch y Lisa cuando descubrieron que un grupo de ladrones había robado los caballos en el establo del señor Fred. A pesar de la desalentadora noticia, Lisa tomó la decisión de recuperar los caballos utilizando sus habilidades especiales, transformándose en un lobo para rastrearlos por el olor.

Con determinación y valentía, Lisa logró localizar a los caballos y condujo a Gabriel y Datch hacia donde se encontraban los ladrones. Al hacer frente a los delincuentes, Gabriel se dirigió con firmeza a ellos: "Devuelvan los caballos que han robado", expresó con molestia. "No les haremos daño si los devuelven".

"Ja, ja, ¿lastimarnos? Tres niños", se mofó el ladrón mientras se desmontaba del caballo. "Un niño sin un ojo, el otro es un asqueroso mestizo y la última una bestia salvaje sin cerebro."

Con paso desafiante, el ladrón se acercó a Gabriel, clavándole una mirada amenazante. Sin embargo, antes de que pudiera realizar otro movimiento, Gabriel se movió rápidamente, esquivando el golpe del agresor y respondiendo con un contraataque certero que dejó al oponente desplomado en el suelo.

La tensión en el ambiente aumentó cuando los otros ladrones descendieron de sus caballos, desenvainando sus espadas y preparándose para el enfrentamiento. En ese momento, Datch se adelantó, levantando la espada del hombre caído. Desafiando a los ladrones con valentía, Datch se enfrentó a ellos con determinación, moviéndose con agilidad y precisión en el campo de batalla. Esquivando y bloqueando los ataques enemigos con maestría, Datch demostró su destreza, anticipando cada movimiento y respondiendo con contundencia.

El ladrón, alto y fornido, lanzaba golpes potentes y brutales hacia Datch, quien con movimientos ágiles y precisos lograba esquivarlos, deslizándose hábilmente entre sus ataques. Con un giro rápido, Datch contraatacaba, impactando con fuerza en el costado del ladrón y haciendo que retrocediera momentáneamente.

Por otro lado, el ladrón ágil y astuto intentaba flanquear a Datch, buscando una oportunidad para desequilibrarlo. Realizaba movimientos acrobáticos y rápidos, tratando de encontrar una grieta en la defensa de su oponente. A pesar de ello, Datch se mantenía firme, anticipando cada movimiento del adversario y bloqueando sus ataques con maestría, sin ceder terreno.

Mientras tanto, los otros ladrones se aproximaban con sigilo desde los costados, preparando sus armas para atacar a Datch por sorpresa.

Datch intensificaba su ofensiva, contraatacando con ferocidad y decisión. Sus movimientos eran ágiles y precisos, cortando el aire con su espada y derribando a sus enemigos con golpes certeros. Los ladrones, sorprendidos por la fuerza y destreza de Datch, retrocedían lentamente, reconociendo que estaban en clara desventaja ante un guerrero tan formidable.

La batalla continuaba con ferocidad, cada movimiento se convertía en parte de un violento ballet en el que Datch y los ladrones se enfrentaban con todas sus fuerzas y habilidades. Finalmente, con un golpe decisivo, Datch lograba vencer a los bandidos y aseguraba la victoria en el enfrentamiento.

Gabriel, Lisa y Datch ataron firmemente a los ladrones y los entregaron a los guardias del reino para que fueran encarcelados. Luego, se dirigieron hacia el establo del señor Fred para devolverle los caballos que les habían sido sustraídos. El señor Fred los recibió con gratitud y les agradeció por haber recuperado a sus valiosos animales.

En muestra de agradecimiento, el Señor Fred les obsequió un lujoso carruaje tirado por sus dos mejores caballos. El carruaje estaba elegantemente decorado, con asientos acolchados y una suave tela que cubría su interior. Los caballos, de pelaje lustroso y vigoroso, relinchaban con entusiasmo, listos para llevar a Gabriel, Lisa y Datch a cualquier destino que desearan.

Gabriel llegó a su hogar con el elegante carruaje obsequiado por el Señor Fred, emocionado relató a sus padres todo lo ocurrido con los ladrones, la valentía demostrada por Lisa y Datch, y cómo lograron recuperar los preciados caballos. Sus padres sintieron un profundo orgullo por la valentía y determinación de su hijo, felicitándolo por su proeza.

Al día siguiente, Eva y Sam, los padres de Gabriel, organizaron todo para el viaje a la capital. Sam informó a Gabriel, Lisa y Datch que serían cuatro días de trayecto y les entregó una generosa suma de monedas de oro para cubrir sus gastos en el camino.

Lisa se despidió con entusiasmo de su madre, Lila, prometiendo regresar con muchas aventuras para compartir. Gabriel se despidió afectuosamente de sus padres, Eva y Sam, agradeciéndoles por el apoyo y la confianza que siempre le habían brindado.

Datch, por su parte, envolvió con cuidado la espada de ira en una manta para ocultarla y garantizar que nadie la viera durante el viaje. Con todo listo y con el corazón lleno de emociones y expectativas, Gabriel, Lisa y Datch se prepararon para iniciar su viaje hacia la capital, ansiosos por vivir nuevas aventuras y enfrentar los desafíos que les aguardaba el destino.

Fin de la temporada