Mujer Lobo

  -Su amiga está en coma. El golpe que se dio a la cabeza fue fortísimo y  tiene una gran contusión en el cráneo-, me dijo en forma lapidaria el médico que atendía a Viviana en el hospital. Los padres de ella ya estaban en el clínica y lloraban sin detenerse.

   Yo quedé perpleja y boquiabierta y luego el galeno se asió a mi codo y me jaló hacia un rincón. La vocinglería era intensa, médicos y enfermeras iban y venían y había un incesante hormigueo en los pasillos de la clínica.

-Esa mujer llevaba diez días sin comer, estaba desnutrida, famélica, y tenía una gran mordida en el cuello que le produjo mucho sangrado  y casi lo compromete la yugular ¿qué demonios pasó? ¿la atacó un animal muy feroz? ¿un tigre de bengala?-, me preguntó entre desconcertado e irónico.

Yo tampoco lo sabía. Quise decirle lo de Anthony,  pero tuve miedo. Ya estaba demasiado involucrada en todo ese laberinto de muerte y sangre y era un hecho de que sería detenida por la policía. Los ojos del médico me lo decían. Pensé en escapar, irme a toda velocidad de la clínica y en ese instante recordé ¡¡mi scooter!!, lo había dejado en el descampado.

   Salí corriendo, dejando con la palabra en la boca al doctor.

   Pensaba encontrar muchos policías, periodistas y curiosos en la zona donde habían matado a Anthony, pero no percibía nada. Todo era la misma postal tétrica y moribunda de cuando encontré a Viviana. Fui hasta los arbustos y allí estaba mi scooter oculto entre los cartones, donde lo dejé. Me alcé sobre mis pies para ver la casucha y se mantenía intacta, como si no hubiera pasado nada. ¿Voy o no voy?, me preguntaba una y otra vez picada por la curiosidad pero también tenía mucho miedo. Y entonces fue que mi olfato se sensibilizó como nunca. Sentí mojarse mis fosas nasales y de repente podía olerlo todo. Las hierbas, los pollos, los perros, como si estuvieran junto a mí. Qué raro. Alcé mi naricita y los olores se hicieron, aún, más explícitos, como si mi olfato fuera un radar captándolo todo.

-¡¡¡No está!!! ¡¡¡Anthony no está!!! ¡¡¡Ludovic Dembrovshi se llevó el cuerpo de él!!!-, me di cuenta de inmediato. Me subí a mi scooter y escapé de allí de inmediato, a toda velocidad.

*****

   Después de ducharme y ponerme mi pijama, me dispuse a dormir. Me metí debajo del edredón y apagué la lámpara. Cuando cerré los ojos, me asaltaron, de repente,  muchas preguntas. ¿Anthony secuestró a Viviana? ¿Por qué Viviana me llamó? ¿Por qué Anthony no le quitó el móvil? Ella estuvo sin comer diez días, ¿por qué el celular tenía intacta la batería, tanto que pude seguir la señal? ¿Fue una trampa? ¿Por qué  Dembrovshi mató a Anthony y me dejó escapar?  ¿No soy, acaso, una mujer lobo?

  Las respuestas las tenía Viviana, pero ella estaba en coma.

  No pude dormir. Las ideas iban y venían y me martillaban la cabeza y reventaban como fuegos artificiales en mi cráneo, estrujando mis sesos. Sin poder soportar más la incertidumbre, a la mañana siguiente fui al hospital, a primera hora.

   Había idéntico caos y vocinglería que el día anterior, incluso el hormigueo era más intenso. Entré  haciéndome pasar de paciente, preguntando por el área de vacunas. Luego, me acerqué al ambiente de enfermeras y tomé un mandil blanco. Prendí mi tablet y fui por la unidad de cuidados intensivos, como si revisara las historias clínicas. Nadie prestó atención  ni reparó entonces en mí.

  Así pude acercarme donde Viviana. Ella estaba en la cama entubada y rodeada de aparatos. Me acerqué sigilosamente y vi su carita serena, tranquila, sumida en la coma.  Intenté verle cortes o marcas o algo en sus manos, su frente, pero nada, solo había esa horrible herida en el cuello de un gran mordisco. Sus uñas estaban bien cortaditas y su pelo lacio, intacto, como si se le hubiera lavado recién. De repente otra vez mi olfato se humedeció, chorrearon gotitas de agua de mis fosales nasales y volví a oler con claridad fármacos, remedios, muchos humanos y hasta los baños a mucha distancia. En forma instintiva me acerqué a Viviana, la olí bien  y luego desorbité mis ojos, sentí incluso náuseas y puse mis manos en la boca.

   ¡¡¡Viviana era una lobo!!!

  Salí corriendo llevándome mi tablet. Un médico me vio huyendo despavorida por el pasadizo. -¡Enfermera, venga!-, dijo molesto, pero yo seguí dando trancos, esquivando a la gente, dándome empellones con algunos, completamente desconcertada e incrédula.

  Llegué a un parque y me tumbé a una de sus bancas. Me saqué el mandil, lo doblé bien y lo escondí en mi blusa. Apagué el tablet y también lo metí en mi jean. Me quedé pensativa,  tratando de ordenar mis ideas.

   Anthony era un lobo alfa, por eso me protegía. Viviana era su hembra y ella no toleró que su pareja se me acercara porque la ley de convivencia de los cánidos es de fidelidad entre las parejas. Cuando se me enfrentó, debí haberla lastimado  y por eso la gran herida que tenía en el cuello, producto de un mordisco mío.  Anthony se la llevó y la escondió en esa casucha, pero a él lo detuvo la policía. Viviana estaba mal herida por el mordisco y debió convertirse en  lobo para espantar a los perros que la acechaban por su olor a hembra.  ¿Y el móvil? recordé lo que me dijo una vez el profesor Pereyra. -Lo mejor es usar cargadores inalámbricos-

  Anthony me dijo alguna vez que él usaba cargadores inalámbricos. Vivi, entonces, cargaba su móvil a escondidas.

  Por alguna razón, y es lo que debía averiguar, Anthony perdió la confianza en Viviana, la quiso matar de hambre, y ella me llamó para rescatarla.

Mi vida se tornaba cada vez más complicada y aterradora.