Una noche ardiente e imprevista. Un matrimonio arreglado. Una promesa entre familias que no se puede romper. Un secreto escondido de la Mafia y de la Ley.
Anne Hill lo único que busca es escapar de su matrimonio con Renzo Mancini, un poderoso CEO y jefe mafioso de Los Ángeles, pero el deseo, el amor y un terrible secreto complicarán su escape.
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#13
Renzo Mancini, con un movimiento delicado y seguro, hizo que Anne se acomodara en su regazo.
—¿Estás bien? —le preguntó a la joven en un tono tan íntimo que era capaz de envolver a cualquiera.
El corazón de Anne palpitó, perdiéndose en las bonitas pestañas que encerraban los ojos dorados de aquel hombre. No podía negarlo: él era realmente lindo.
—Si — susurró ella, en el mismo tono amable.
“¿De verdad será gay? Pero… Aquella noche no me pareció que lo fuera…Y su manera de mirarme ahora es” , indagó Anne en sus adentros, “¿Por qué me hace sentir así?”.
Ninguno de los dos se dio cuenta, pero ambos formaban un bonito cuadro en ese pequeño jardín. Y los demás lo notaron: Charleen, quien por un momento abandonó el celular para echarles un ojo envidioso; Leticia Dubois, quien debió aguantarse una mueca de desagrado al ver que sus intenciones de hacer quedar mal a Anne habían fracasado; Patrick Hill, quien vio de reojo la situación, pero no le prestó demasiada importancia, pues estaba más interesado en negociar algunos asuntos de su su empresa; y el abuelo Don Carlo Mancini, quien giró la cabeza despreocupado al notar que todos miraban hacia donde estaba su nieto; él sonrió por dentro, pues le gustaba esa chica para Renzo.
Anne se dio cuenta que aún estaba sentada en las piernas de su enemigo como si nada, por lo cual, avergonzada, se puso de pie dando un salto.
—Lo siento— se disculpó quedamente, acomodándose la falda de su vestido y sentándose en el mismo sillón que él, lo más lejos que pudo del joven Mancini.
Renzo la miró de una manera extraña. Anne pudo notar que, por primera vez desde que había llegado a la Mansión Hill, él le estaba prestando atención. Sin embargo, ella se dio cuenta que sus ojos ocultaban algo que iba más allá del encanto de su sonrisa.
“Mierda… Me ha descubierto. Lo presiento”, tembló Anne por dentro, quien no tenía pruebas de ello, pero su su mente no podía dejar de dar vueltas sobre esa idea.
Anne esquivó la mirada de Renzo. A su vez, él dijo sin dejar de observar, declarando ante todos los presentes:
—Tengo que decir que, honestamente, estoy muy contento de que mi abuelo te haya elegido como mi prometida. No puedo esperar a que firmemos este contrato nupcial…
Tras esas palabras, los únicos que festejaron fueron el padre de Anne y Don Carlo; Charleen se sumergió en su móvil fingiendo desinterés y Leticia emitió una sonrisa tensa.
Por su lado, Anne abrió enormemente los ojos, sin dar crédito a las palabras de ese hombre. Su miedo le hizo distraerse, tanto, que dejó de oír al resto de los familiares; sus ojos violetas se concentraban en Renzo Mancini, quien había dejado de mirarla y charlaba animadamente con Patrick Hill y Don Carlo.
“Este tipo… “, maquinaba Anne, “Estoy segura de que me ha reconocido, pues, de la nada, dejó de ignorarme y ahora demuestra interés en el compromiso. Incluso, al estar sentada sobre su regazo, yo misma recordé lo que fue estar con él, sentir…su cuerpo…Estoy muerta, apuesto a que debe querer vengarse de mi”
Anne guardó silencio, mirando al suelo. Las voces de los hombres eran las que predominaban en el aire, quienes dialogaban sobre los acuerdos familiares.
—Bien, solo queda elegir una fecha para el compromiso— dijo Don Carlo —. Debemos hacerlo público..
—Mientras antes sea, mejor — sonrió Patrick con interés— Será un gran paso para ambas familias.
—Así es — asintió Don Carlo. Y mirando a su nieto, agregó: — Estaré tranquilo cuando te cases con Anne. Sabré que tendré a quien dejar mis acciones sobre la empresa de los Marino.
“Claro” , pensó Anne, descubriéndolo, “El abuelo Don Carlo es el otro accionista de la empresa de mi madre, además de mi padre y yo…”
Don Carlo Marino contempló a Anne y le dijo:
—Esa empresa era muy importante para tu abuelo, Anne. Fue lo que le ayudó a prosperar luego de llegar a Norteamérica, lo mismo que a mi. Por esa razón, no quisiera que el heredero de mis acciones en Marino S.A se casara con una persona ajena, sino alguien que entienda ese gran valor.
Anne miró fijo al abuelo, comprendiendo perfectamente que la única persona que tenía buenas intenciones en ese lugar, era él. Y ella apreciaba a Marino S.A… ¡Era el legado de su madre!
Si bien la empresa estaba al mando de Patrick Hill, Alicia Marino le había dejado el 50% de las acciones a su hija Anne; actualmente, la joven era la accionista mayoritaria, aunque era su padre quien manejaba su dinero. En un futuro, Anne tendría el poder de reclamar la presidencia de la empresa de los Marino si quisiera. Anne no era tonta: ella pensaba en esas cosas. Si bien aún era demasiado joven, sabía que al cumplir los veintiún años debería tener una decisión tomada al respecto.
Si es que llegaba a cumplirlos…
Miró a Renzo Mancini, sin dejar de sospechar por su cambio de actitud. Si bien era cierto que, al casarse con él, existían mayores posibilidades de mantener a salvo Marino S.A, Anne no aceptaba la idea. Su propia vida era más importante que cualquier empresa…
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