Sinopsis:
"El Caballero y el Rebelde" es una historia de amor y autodescubrimiento que sigue a Hugo, un joven adinerado, y Roberto, un artista callejero. A pesar de sus diferencias, se sienten atraídos y exploran un mundo más allá de sus realidades. Deben enfrentar obstáculos y aprender a aceptarse mutuamente en este viaje emocionante y conmovedor.
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Capítulo 13: Refugio En el Viejo Pueblo
Un gélido 16 de enero, un día antes de la fiesta patronal en honor a San Antonio Abad, Hugo y Roberto emprendieron el viaje hacia Zompantle. El camino, serpenteante y lleno de curvas, ofrecía vistas espectaculares de campos de cultivo, cerros y pequeñas poblaciones. La luz del atardecer bañaba el paisaje en tonos dorados y rosados, creando una atmósfera mágica. A medida que se adentraban en el campo, el aire se volvía más fresco y puro, y el canto de los pájaros acompañaba su trayecto.
Al llegar a Zompantle, la casa familiar, una construcción colonial con amplios jardines y una vista espectacular a las montañas, los esperaba. Había estado abandonada durante años, pero con un poco de trabajo, lograron acondicionarla para pasar una semana. La casa, con sus gruesas paredes de adobe y sus techos altos, irradiaba una sensación de tranquilidad y nostalgia.
Una de las primeras cosas que hicieron fue visitar el panteón local. Desde la carretera, habían divisado el cementerio al pie de una colina, rodeado de cipreses y marcado por una cruz de hierro. Al acercarse, la vista era aún más imponente. Las lápidas, cubiertas de musgo y lirios, parecían susurrar historias de vidas pasadas. Hugo llevó a Roberto hasta la tumba de su abuelo, un hombre al que admiraba profundamente. Mientras colocaban flores sobre la lápida, Hugo recordó las enseñanzas de su abuelo sobre la vida, el amor y la importancia de las raíces. Le pidió a su abuelo una bendición para su relación con Roberto.
Los días en Zompantle transcurrían plácidamente. Por las mañanas, se levantaban temprano para trabajar en el huerto. Hugo le enseñó a Roberto a sembrar maíz, una tradición familiar que se remontaba a generaciones atrás. Mientras plantaban las semillas, hablaban sobre sus sueños y sus miedos, fortaleciendo su vínculo.
Las tardes las dedicaban a explorar los alrededores de la casa. Descubrieron una pequeña cascada oculta entre los árboles, donde se refrescaban durante las horas más calurosas. También exploraron las ruinas de una antigua hacienda, imaginando la vida que se había desarrollado allí en el pasado.
En las noches, encendían un fuego en la chimenea y se sentaban a conversar bajo la tenue luz de las velas. Roberto escuchaba con atención las historias que Hugo le contaba sobre su infancia en Zompantle, sobre las travesuras que hacía con sus amigos y sobre las enseñanzas de su abuelo. A medida que pasaba el tiempo, se sentía cada vez más conectado con este lugar y con la familia de Hugo.
La víspera de la fiesta, mientras exploraban los alrededores de la casa, descubrieron una parcela oculta entre los árboles. El lugar era un verdadero paraíso: una pequeña extensión de tierra rodeada de flores silvestres, con una vista panorámica de las montañas. Impulsados por la belleza del lugar y por la creciente tensión sexual, Roberto comenzó a seducir a Hugo.
Apoyado contra una manta extendida sobre el suelo, Hugo se dejó llevar por las caricias de Roberto. La suave brisa acariciaba su piel, y el canto de los pájaros creaba una melodía relajante. Con una mirada de deseo, Hugo dio su consentimiento explícito para que Roberto lo manejara a voluntad. Y así, bajo el cálido sol y el cielo azul, se entregaron el uno al otro con pasión y ternura.
Durante su estancia, se involucraron en los preparativos de la fiesta patronal. Ayudaron a los vecinos a decorar la iglesia, participaron en la danza de los chinelos y degustaron los platillos típicos de la región. Fue una experiencia enriquecedora que los conectó aún más con sus raíces y con la comunidad.
Al regresar a la ciudad, se sintieron renovados y más unidos que nunca. El viaje les había recordado la importancia de sus raíces y de mantener vivas las tradiciones familiares. Y aunque los desafíos de la vida cotidiana los esperaban, sabían que podían enfrentarlos juntos, con el amor y el apoyo mutuo como su mayor fortaleza.
De regreso ala ciudad decidieron que vivirán un rato en Zompantle Por su naturaleza y tranquilidad.