Lucía, luego de morir despierta en la última novela que leyó, pero lo más extraño de todo eso fue que despertó en el personaje que más odiaba...
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capítulo 14
Los jóvenes Ferreira luchaban con mucha fiereza, no sabían como la señorita Lauren había llegado allí, pero sentían un sentido de deber que los obligaba a protegerla. Tanto el conde como el ministro intentaban llegar junto a Dayana, puesto que la chica por más que estaba demostrando tener muy buenas habilidades y agilidad, se le había ocurrido pelear con un hombre que le triplicaba en masa muscular y fuerza.
El líder de los mercenarios estaba cada vez más furioso, la mujer que luchaba con él, no solo había matado a sus hombres, sino que parecía estar jugando con él, la chica no perdía su sonrisa y había logrado esquivar con éxito la mayoría de sus ataques. Aun así Dayana no era oponente para el líder de los mercenarios, en un descuido de la chica este había logrado herir su brazo izquierdo y en el proceso hizo que soltara su espada, la joven retrocedió y maldiciendo al hombre dijo.
— Maldito bastardo... No debiste hacer eso.
Sin más sacó una daga de su muslo y se la lanzó, logrando clavársela en su pecho, pronto el líder cayó al piso escupiendo sangre y Dayana aprovechando esto tomó nuevamente su espada y se acercó para darle la estocada final, corto su cuello y con una sonrisa en su rostro dijo.
— Nos veremos en el infierno...
Los hermanos Ferreira quienes habían logrado vencer también a sus enemigos se dirigieron junto a la joven y al ver que su brazo sangraba, el conde Cristian habló.
— Debemos retirarnos...
Stefan— Lo mejor es reagruparse e ir a la frontera norte lo antes posible, estamos en territorio hostil y no sabemos si más hombre llegarán...
Dayana– Muy bien, acabemos con ellos y vamos a la frontera...
Tanto el conde como el ministro iban a reclamarle a Dayana por su insolencia, pero pronto vieron como la chica fue a ayudar a los demás soldados. Cristian al ver que la señorita Lauren parecía no temer a ser asesinada dijo.
– Esta loca, hará que la maten...
Stefan— No es momento de distraernos, primero salgamos de esto y después la matamos nosotros...
Sin más ambos volvieron a la pelea y cuando los bandidos fueron reducidos los hermanos Ferreira los desarmaron y tomándolos como prisioneros, los ataron a todos en hilera, para luego llevarlo con ellos. Una vez listos para marchar, el ministro de guerra se acercó a Dayana y tomando su brazo para revisar su herida dijo.
– ¿Cómo se siente?
Dayana intentó alejarse, pero al ver que el ministro no la soltaba contestó.
– Es solo un rasguño, estoy bien...
Stefan— Que bueno que así sea, me sentiré menos culpable de esposarla al saber que su herida no es tan grave. — Sin más aplico una llave y llevando ambos brazos hacia atrás, ato sus muñecas con una cuerda para luego llevarla junto con él hacia su caballo.
Dayana ni bien vio lo que el ministro estaba haciendo intento zafarse, pero este sin darle oportunidad de lograrlo, ignoro por completo sus gritos y solo la llevo junto con él. Los demás soldados veían sorprendidos este acto, puesto que el ministro no era alguien que tratara de esa forma a las damas, pero al ver el rostro de Stefan y verlo tan enojado nadie se atrevía a acercarse a él.
El conde Cristian no estaba diferente a su hermano, nadie entendía bien de donde había salido esa mujer, ni por qué los hermanos Ferreira parecían ser tan cercanos a ella, pero al ver la forma en que la trataban, decidieron que lo mejor sería mantenerse alejados de ella.
Mientras que todos se dirigían hacia las fronteras, al costado del camino se encantaron con varios cuerpos que pertenecían al mismo grupo de bandidos y al ver esto Cristian miró a la señorita Lauren sorprendido.
– Esto fue obra suya...
– No me hablen, no debí ayudarlos, si sabía que me tratarían así, hubiera dejado que... saben que al demonio, suéltenme, volveré a la capital y...
Stefan– No irá a ninguna parte, usted vendrá con nosotros. No confío en que no se meta nuevamente en peligro.
Dayana – Como pudo notar puedo cuidarme sola.
Stefan — Lo que vi fue a una niña muy irresponsable... El duque Milton me había confesado sus intenciones de formar parte de la guardia personal de la princesa. Con este acto lo único que acaba de confirmar es que usted no está calificada para ocuparse de la seguridad, ni de ella, ni de la suya...
Dayana — No necesito un sermón, solo quise ayudarlos ¿es así como me piensa pagar? Muy bien, no necesito que me dé las gracias... ahora suelten mis cuerdas y deme un caballo para volver...
El ministro ignoro por completo a Dayana y siguió cabalgando hacia la frontera.
Por la tarde, el pequeño escuadrón llegó a la base que se encontraba en la frontera norte y en cuanto llegaron los soldados que allí se encontraban llevaron a los prisioneros a los calabozos. El capitán que se encontraba a cargo de la base que allí se encontraba al ver que el ministro también tenía esposada a una joven dijo.
– Señor que bueno que ya están aquí, permítame llevar a la mujer a las celdas...
Dayana— al escuchar esto sonrió con arrogancia y dijo.— No será necesario, en cuanto me desaten me iré de aquí...
El ministro no planeaba encerrar a la chica solo iba a darle un escarmiento, puesto que si bien ella los había ayudado, sabía que había huido de su casa para estar en ese momento allí, planeaba descansar un poco y volver con ella a la capital para así asegurarse de que la señorita Lauren volviera a salvo, pero al ver que esta no parecía estar arrepentida de sus acciones dijo.
— Llévenla con los demás, pero pónganla en una celda separada...
Dayana volteó a ver al ministro quien la miraba serio y con su entre cejó fruncido agregó.
– ¿En verdad me piensa encerrar?
Cristian al escuchar lo que su hermano decía, se acercó e intentando calmar el enojó de Stefan dijo
— Hermano, la señorita Lauren esta herida... no crees que es mejor atender su herida primero...
El ministro al ver lo desafiante que Dayana se mostraba, sonrió de costado y agregó.
— La señorita confesó que solo fue un rasguño, no creo que necesite tratamiento...
Dayana al ver como este empezaba a caminar con dirección al fuerte sin escuchar más razones sonrió y solo dejo que el soldado la llevara junto con él.
Cristian, por otra parte, siguió a su hermano y pidiendo una explicación dijo.
– ¿No crees que te estás pasando un poco con esto? La señorita Lauren solo quiso ayudar...
— Hermano si no estás entendiendo por qué la estoy encerrando, tal vez aún no estás listo para liderar tu propio escuadrón. – Cristian suspiro y Stefan agregó – Quiero que entienda que lo que hizo no estuvo bien, intervino con asuntos de la corte, puso en riesgo su vida e interrumpió una investigación imperial... sin mencionar los cuerpos que vimos y que posiblemente nadie sepa que ella está aquí. Descansaré por hoy y mañana partiremos nuevamente hacia la capital para llevarla de regreso. De momento que se quede en los calabozos, que aprenda la lección y sepa que lo que hizo no merece ningún premio, si bien nos ayudó... no era su deber hacerlo y en cuanto lleguemos a Amatista deberá rendir explicaciones al duque Milton...
Cristian podía ver que su hermano estaba verdaderamente enojado, no entendí por qué estaba tan furioso con la chica, parecía que tenía algo en su contra, pero al ser él el líder, no podía contradecir sus órdenes. El conde sin querer seguir hablando del tema se dirigió a la habitación que era suya cuando el estaba en la base y pidiendo que prepararan un baño, se ducho y una vez que se cambió de ropa salió de su habitación con destino a la cocina, quería llevarle algo de comer y beber a la señorita Lauren. El a diferencia de su hermano, si estaba agradecido con la joven y si no podía sacarla de los calabozos, por lo menos se aseguraría de llevarle algo de comer.
Cuando tuvo una charola de comida en sus manos se dirigió a los calabozos, al llegar pudo notar que el guardia que custodiaba la salida estaba inconsciente en el piso y rápidamente se dirigió hacia las celdas, al ver que los bandidos si estaban y la señorita Lauren no... miró a los hombres y preguntó.
— ¿Qué pasó aquí? ¿Dónde está la mujer?
Uno de los bandidos lo miro desinteresado y contestó.
— No te diremos nada...
Cristian soltó la bandeja y acercándose a las rejas logró tomar la camisa del hombre y apretando su rostro contra los hierros, repitió con los dientes apretados.
– Dije... ¿dónde está la mujer?
El bandido al sentir el dolor se quejó y cuando ya no lo soporto contestó.
– Ella se fue... huyó.
Cristian soltó con brusquedad al bandido y al ver que el soldado que estaba en el piso empezaba a moverse, se acercó a él y sacudiéndolo para qué despertará más rápido, preguntó.
— ¿Qué sucedió? ¿Dónde está la señorita Dayana?
— Yo... no lo sé. Solo sentí un fuerte presión en mi hombro y antes de poder reaccionar caí desmayado.
Cristian al oír esto se levantó del piso y se dirigió hacia la oficina de su hermano, al llegar no toco la puerta y llamando la atención de todos los presentes dijo.
— Sé fue... huyó.
Stefan quien tardo en procesar la información que su hermano le estaba dando, al entender de quién hablaba dijo.
— No pudo haber ido muy lejos, busca en los establos si falta algún caballo, yo iré con un grupo a buscarla por los alrededores...
Cristian miró enojado a su hermano y dirigiéndose hacia los establos maldijo a su hermano por haber asustado así a la chica. Stefan no estaba diferente, si antes estaba enojado, ahora se encontraba furioso y no solo con Dayana sino con el mismo, puesto que por su orgullo no le había permitido al médico revisar a la chica y estaba esperando a calmarse para ir a hablar con ella nuevamente.
Cuando Stefan y sus hombres revisaron los alrededores, se dieron cuenta de que la mujer no se encontraba por allí y volvieron a ver si el conde había tenido más suerte. Cristian por su parte al ver que de los caballos no faltaban ninguno, se dirigió a informarle de esto a su hermano y en cuanto ambos se encontraron nuevamente en la entrada de la base un soldado llegó corriendo y dijo.
— La señorita se encuentra en el gran salón.
Los hermanos Ferreira fruncieron sus rostros y caminando apresuradamente se dirigieron al salón donde todos los soldados solían comer, al llegar vieron a Dayana riendo y comiendo junto con los soldados, hasta que vieron llegar al Ministro y todos se levantaron de sus lugares para darles sus respetos.
Dayana quién se encontraba de espadas a la entrada, volteó a ver de quien se trataba y al ver los rostros distorsionados de los hermanos... sonrió de lado y dándole el último mordisco a su pierna de pollo dijo.
– Lo siento amigos, pero creo que ya vinieron por mí.– Dayana se levantó de su asiento y levantando sus manos miró con una sonrisa al ministro y agregó – Lo siento... pero tenía mucha hambre...
Stefan se acercó a ella y tomándola del brazo la arrastro hacia la salida, pero en el camino Dayana no lo soporto más y golpeando su mano dijo
— Para... para... mi herida... estás apretando mi herida...
Stefan rápidamente la soltó y al ver que su corte era más profundo de lo que ella había admitido, tomó su otro brazo y la llevó hasta su oficina. Cristian quien iba detrás de ambos, ordeno a uno de los soldados que fuera a buscar al médico que se encontraba en la base y se dirigiera a la oficina del ministro...