Prólogo
Cuando sentí que su mano acariciaba mi pelo, cómo lo había hecho hacía más de una semana.
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La Caricia
Tío Samuel tocó mi puerta.
--Ya hija está listo el desayuno. Eran más de las diez.
Pobre tío, seguramente me debe estar esperando desde hace horas y yo lamiendo mis heridas.
Me tire, de la cama y me duche. En un siantiamen estuve lista y preparada. Debíamos ir al Banco.
Yo le conté lo que me pasó el sábado y estaba muy molesto, Me dijo hoy hablare con ambos. No te preocupes hija, no seré tu padre pero soy tu tío por opción. Yo me arreglaré a esos dos. Sacaremos el dinero y lo pondremos en otro Banco. Así no les veremos más la cara a éste par de imbéciles.
Llegamos al Banco y afuera en la puerta un hombre de terno, nos esperaba. Don Samuel Sánchez? Señorita Gabriela? Por favor síganme, los llevaré directamente a la oficina del señor Vanderbick.
Subimos al ascensor y llegamos rápidamente. En la puerta estaba parado él. Saludo de mano a mi tío y cuando me dió la mano a mí dudé en aceptarla, pero ví que no la bajaba. Finalmente la tomé. Mi mano, con mi palma llena de cicatrices y su mano grande y fuerte, fue suave y con mucha delicadeza sacudió la mía. La tocaba cómo si fuera algo único. Me sentí nerviosa, no me gustaba, me incomodaba sentir su halago. En el fondo me agradaba 🥺.
Nos hizo pasar y ahí estaba el infame sentado. Se levantó a saludar. Se notaba muy lastimado. Pasamos de largo. Mi tío sorpresivamente tomó la palabra. Hubiera preferido que éste señor no se encontrara aquí, Él ofendió de manera vulgar a mi sobrina y no lo voy a permitir. Así que por lo mismo quiero que el dinero sea depositado en otro Banco. Así nos evitamos éste problema. Lo lamento señor Vanderbick usted también se ha tomado atribuciones con Gabriela y no creo que sea correcto. Mi sobrina ha sufrido lo suficiente para que además tenga que verse involucrada por mi culpa con estos problemas.
Así que por favor, terminemos con todos estos trámites.
Nunca lo escuché hablar así tan determinado, mi tío era un hombre mesurado y tranquilo. Así lo había conocido.
Demás está decirles que ambos quedaron descolocados.
Hans fue el primero en reaccionar y dijo...
--Lo entiendo, y respeto su decisión. Se hará como usted lo solicita.
-- Parra retirese.
-- Llamaré a otro abogado del buffet para que sea el firmante en el testamento.
Lastimosamente se levantó y cuando iba saliendo. Hans le dijo parece que se te olvida algo.
-- Señorita Gabriela, discúlpeme. Me equivoqué tenía un mal día. Es imperdonable mi proceder. Espero que acepte mis disculpas. Y cojeando se salió.
-- Tomemos asiento por favor. Mientras esperamos al abogado. También le ofrecere disculpas señorita Gabriela. Yo también fui un desubicado. Aceptelas humildemente por favor. Pero mis intenciones no fueron falsas. Quisiera conversar con usted después cuando usted lo quiera en privado.
Entró el abogado y comenzamos con las firmas y los traspasos a otro Banco que elegimos rápidamente. Finalmente terminamos todo y nos retiramos. El se levantó y nos acompañó a la puerta. Se despidió como un caballero. Nuevamente tomó la mano de mi tío agradeciendo la confianza de su esposa con el Banco y después él tomó mi mano acariciandola de nuevo, no quería soltarme. Inclinó su cabeza y olió mi cabello al pasar. Sentí por mi cuerpo correr un escalofrío. Pero lo ignore y salí. No quería sentirme así.
Me hacía sentir vulnerable esa sensación