Gabriel Moretti, un CEO perfeccionista de Manhattan, ve su vida controlada trastocada al casarse inesperadamente con Elena Torres, una chef apasionada y desafiante. Sus opuestas personalidades chocan entre el caos y el orden, mientras descubren que el amor puede surgir en lo inesperado.
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Contrastes en el Horizonte
Capítulo 13
La mañana siguiente fue un reflejo del caos y el orden que definían la vida de Elena y Gabriel. Mientras él ya estaba despierto a las cinco de la mañana, perfectamente vestido con su traje oscuro, revisando documentos y bebiendo su café sin azúcar, Elena apareció en la cocina con el cabello revuelto, aún en pijama y bostezando.
“Buenos días, madrugador,” saludó, mientras buscaba una taza en los estantes.
“Buenos días,” respondió Gabriel, sin levantar la vista de su tablet.
Elena se apoyó en la barra mientras el café se preparaba. Lo observó en silencio, intrigada por la concentración que irradiaba. Era como si todo en su vida estuviera cuidadosamente calculado, sin espacio para errores o imprevistos.
“¿No te cansas de vivir así?” preguntó de repente.
Gabriel alzó una ceja. “¿Así cómo?”
“Tan… perfecto. Todo planificado, todo bajo control. No parece muy divertido.”
Él cerró la tablet y la miró directamente. “La diversión no paga las facturas, Elena. Ni construye un imperio.”
Ella sonrió, disfrutando del desafío. “No, pero hace que valga la pena vivir.”
Ese día, Gabriel tenía una reunión importante con un grupo de inversionistas en un rascacielos en el corazón de Manhattan. Elena, por su parte, había decidido tomarse el día libre del restaurante para organizar la casa, algo que la ayudaba a sentirse más en control de su nueva vida.
Mientras limpiaba la sala, encontró una caja en el armario que no había visto antes. Curiosa, la abrió y descubrió fotografías, papeles y algunos recuerdos que claramente pertenecían a Gabriel.
Había una foto en particular que capturó su atención: un joven Gabriel, probablemente en su adolescencia, con una sonrisa despreocupada que no había visto en él hasta ahora. Estaba junto a un hombre mayor, probablemente su padre, y ambos parecían genuinamente felices.
Elena se sentó en el suelo, sosteniendo la foto entre sus manos. ¿Qué había pasado en la vida de Gabriel para que esa alegría se desvaneciera y fuera reemplazada por la rígida fachada que ahora lo definía?
Esa noche, cuando Gabriel regresó del trabajo, lo recibió el aroma de la cena que Elena había preparado. Se había convertido en una especie de rutina entre ellos, una que ninguno de los dos admitía disfrutar, pero que les brindaba un espacio para conectar.
Mientras cenaban, Elena decidió abordar el tema que había rondado su mente todo el día.
“Encontré algo interesante mientras limpiaba hoy,” dijo, con un tono casual.
“¿Ah, sí? ¿Qué fue?” Gabriel levantó la vista de su plato, curioso.
“Una foto tuya cuando eras adolescente. Sonriente. Parecías… feliz.”
Gabriel se tensó ligeramente, y Elena notó cómo su expresión cambió.
“No sabía que estabas revisando mis cosas,” dijo, con un tono más frío.
“No estaba revisando. Fue un accidente,” explicó ella. “Pero me hizo preguntarme algo.”
“¿Qué cosa?”
“¿Qué pasó contigo, Gabriel? ¿Por qué esa sonrisa desapareció?”
El silencio llenó la habitación. Gabriel dejó el tenedor sobre la mesa y la miró fijamente. Elena sostuvo su mirada, desafiándolo a responder.
“No es algo de lo que me guste hablar,” dijo finalmente.
“Tal vez deberías intentarlo. Podría ayudarte.”
Él suspiró, pasándose una mano por el cabello. “Mi padre murió cuando yo tenía diecisiete años. Fue repentino, un ataque al corazón. De un día para otro, tuve que asumir responsabilidades que no estaba preparado para manejar. Nuestra empresa estaba al borde de la quiebra, y no había tiempo para lamentos. Desde entonces, aprendí que la única forma de sobrevivir era mantener todo bajo control.”
Elena sintió un nudo en el estómago al escuchar su confesión. Era la primera vez que Gabriel compartía algo tan personal, y pudo ver el peso que aún cargaba en sus hombros.
“Lo siento, Gabriel. Debió ser muy difícil para ti.”
Él asintió, con una expresión de nostalgia. “Lo fue. Pero también me enseñó mucho. El mundo no se detiene por tus problemas. Tienes que seguir adelante.”
“Eso es cierto,” dijo Elena suavemente. “Pero no significa que tengas que enfrentarlo todo solo.”
Gabriel la miró, sorprendido por su sinceridad. Había algo en las palabras de Elena que lo desconcertaba, una calidez que no estaba acostumbrado a recibir.
Esa noche, después de cenar, Gabriel se retiró a su estudio, como de costumbre. Pero en lugar de sumergirse en su trabajo, se encontró mirando la misma foto que Elena había mencionado. La sonrisa en su rostro le recordaba a una versión de sí mismo que había dejado atrás hace mucho tiempo.
Por primera vez en años, Gabriel se permitió sentir una punzada de nostalgia y vulnerabilidad. Pensó en las palabras de Elena y en cómo, en tan poco tiempo, había comenzado a derribar las barreras que había construido a su alrededor.
Mientras tanto, en su habitación, Elena se preguntaba si había hecho lo correcto al confrontarlo. Sabía que Gabriel no era del tipo que compartía fácilmente, pero estaba decidida a ayudarlo a reconectar con el hombre que una vez fue.
En medio del caos de sus vidas opuestas, Gabriel y Elena empezaban a descubrir que tal vez no eran tan diferentes después de todo.