NovelToon NovelToon
El Silencio De Los Herederos

El Silencio De Los Herederos

Status: En proceso
Genre:Matrimonio arreglado
Popularitas:3.1k
Nilai: 5
nombre de autor: sonhar

Angela, una psicóloga promesa del país, no sabe nada de su familia biológica y tampoco le interesa saber, terminará trabajando para un hombre que le llevara directo a su pasado enterandose la verdad de su origen...

NovelToon tiene autorización de sonhar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPITULO 13

—Ángela, ¿qué pasó?

La voz de Miguel rompió la tensión al instante. Se acercó rápido, con el ceño fruncido, y al ver a Luc desplomado, se inclinó sin dudar.

—¿Qué tiene? —preguntó, mientras le tomaba el pulso.

—No estoy segura —respondió Ángela—. Pero creo que alguien puso algo en su bebida. Tiene fiebre, está confundido… y no responde bien.

—Tenemos que llevarlo a casa. Ya. No a un hospital —dijo Miguel, directo—. No queremos que esto se haga público, no ahora.

Ángela asintió. Miguel lo sostuvo por los hombros, preparándose para levantarlo. Daniela se acercó para ayudar, pero Miguel se volvió un momento y la miró a los ojos por primera vez. Ella también lo miró… y algo se encendió. Silencioso. Instintivo.

—¿Eres tú la que denunció al gerente de la empresa Llerena? —preguntó él, reconociéndola.

Daniela parpadeó. No esperaba eso.

—Sí… ¿Cómo lo sabes?

— Le ayudo a Lucas en algunas cosas. Sé de tu caso. Muy valiente lo que hiciste.

Ella no respondió. No supo cómo y tampoco entendía como Lucas ya sabía de ese tema. Solo asintió, sin saber si fue por orgullo o por incomodidad. Había algo en la voz de Miguel que la desarmaba… pero también la protegía.

Juntos, entre los tres, sacaron a Luc del bar.

Abigaíl los observó desde la entrada, los brazos cruzados, el ceño ligeramente fruncido. En su rostro no había remordimiento, pero sí un cálculo frío.

Antes de irse, se giró hacia el bar tender que la miraba con sospecha.

—Todo esto fue un malentendido —dijo con seguridad—. De hecho, él sé autodiagnóstico ansiedad desde hace años. Suele tener episodios. El trago lo descompensó. Yo intenté ayudar. Eso es todo.

El bar tender no respondió. Solo la observó. Y la vio marcharse.

Lo supo: esa historia no iba a sostenerse por mucho tiempo, necesitaba uno que puede convencer a Luc, estaba segura de que Ángela le contaría todo lo que paso es ese bar a Luc.

Horas después, Luc dormía en su cama, con un paño frío en la frente. Ángela lo cuidaba en silencio.

Luc dormía. Pero no profundamente.

Se giraba cada tanto. Una mano colgaba fuera del borde del colchón, los dedos relajados. Su rostro, habitualmente severo, estaba desprovisto de máscaras. Por primera vez, Angela lo vio como un hombre sin escudo y de alguna forma… más cercano.

Un par de pasos suaves interrumpieron el momento. Miguel se asomó al cuarto.

—Ya está. La llevé a casa —susurró—. Se quedó un poco callada, pero creo que está bien. Le di mi número, por si acaso.

Ángela asintió, con una leve sonrisa.

—Gracias, Miguel. De verdad.

—¿Vas a quedarte?

Ella bajó la mirada al hombre dormido.

—Sí. Él no debería despertar solo.

Miguel asintió. No preguntó más. No lo necesitaba. Conocía ese tipo de lealtad. La más silenciosa y difícil de explicar.

—Entonces te dejo. —Se dio la vuelta y añadió antes de salir—. Si pasa algo, me llamas.

Angela asintió otra vez. Y volvió al silencio.

Pasaron unos minutos más. Tal vez media hora. El reloj marcaba las 4:13 a. m. Y entonces, Luc gimió en voz baja, y movió la cabeza hacia ella.

—Ángela… —susurró. Sus ojos se abrieron muy lentos—. ¿Dónde estoy?

Angela se levantó de inmediato, se sentó al borde de la cama, y tomó su mano.

—Estás en tu casa. Estás bien. Fuiste drogado… en el bar.

Él intentó incorporarse, pero el mareo lo obligó a volver a recostarse.

—¿Drogado?

Ángela asintió. Y por primera vez, sus ojos se llenaron de una rabia temblorosa.

—Abigaíl. Te puso algo en la bebida. Quería… No sé hasta dónde pensaba llegar. Pero yo estaba ahí. Con Daniela.

Luc la miró, y entonces algo en él se quebró y no por la traición. Si no por la sensación de haber estado tan cerca del vacío sin saberlo.

—No recuerdo todo… —murmuró—. Solo que confié. Me confié.

—Lo sé —dijo Ángela—. Y no fue tu culpa.

Hubo un silencio largo. Luc parpadeó, y notó que ella aún sostenía su mano. No la soltó.

—Gracias por quedarte —dijo él, bajando la mirada.

Angela lo observó por un momento más. Dudó. Pero luego se inclinó y apoyó su frente contra la de él.

—No tenías que estar solo esta noche, Luc.

—Pero lo estoy. Siempre lo estoy.

—No hoy.

Esa respuesta —tan simple— lo hizo cerrar los ojos. Ángela lo besó en la frente. Sin pretensiones.

Luc no respondió. Pero dejó que su mano apretara con suavidad la de ella.

El sol no había salido del todo. A lo lejos, la ciudad apenas comenzaba a desperezarse entre semáforos apagados y panaderías abriendo sus puertas. Daniela estaba sentada en el borde de su cama, con los zapatos aún puestos. No había podido dormir.

Revivía la escena una y otra vez: Abigaíl, Luc, el bar, Angela. Todo tan rápido, tan turbio. Su corazón aún latía acelerado, no por miedo, sino por la adrenalina de haberse sostenido firme. De haber denunciado. De no haberse quedado callada esta vez.

Y entonces, sonó su celular.

Un mensaje.

Miguel:

"¿Dormiste algo? Perdón si es muy temprano."

Daniela no sabía qué responder. Pero sus dedos se movieron solos.

Daniela:

"No. Pero estoy bien. ¿Tú?"

La respuesta llegó rápido.

Miguel:

"Igual. Te llevo un café, ¿o prefieres salir a caminar un rato? A veces ayuda."

Ella dudó… pero solo un segundo.

Daniela:

"Café. Y una caminata. Creo que lo necesito."

Una hora después, estaban sentados en una banca de un pequeño. Miguel llevaba dos vasos de café en la mano. Daniela, gafas oscuras y una bufanda que cubría media cara, aunque no hacía tanto frío, pero le gustaba vestir así.

—¿Cómo te sientes ahora? —preguntó él, dándole el vaso.

—Más tranquila—respondió ella, después de pensarlo un momento—. Rara, pero libre. Como si llevara años con un peso y recién ahora me doy cuenta de cuánto dolía.

Miguel la miró con respeto, sin compasión. Como si entendiera lo valiente que era esa respuesta.

—Te admiro —dijo simplemente.

Ella lo miró, arqueando una ceja.

—¿Por qué? No hice nada especial.

—Te atreviste a hablar. Enfrentaste a alguien con poder, con nombre. Y lo hiciste sola.

—No estuve sola —murmuró—. Ángela me acompañó. Y anoche… tú también estabas.

Él sonrió, pero no dijo nada. Solo tomó un sorbo de su café y luego agregó:

—¿Sabes qué me sorprendió?

—¿Qué?

—Que no te temblara la voz. Cuando hablaste con Abigaíl, se notaba que sabías reconocer la manipulación. Eso no es común.

Daniela respiró hondo.

—Es que la he visto muchas veces. Demasiadas. En el trabajo, en la universidad… hasta en mí

Hubo un momento de silencio. Cómodo. Sincero.

Miguel la miró distinto esta vez. No como a una víctima, ni como una persona que había que cuidar, sino como a una mujer fuerte.

—Si alguna vez necesitas ayuda, de verdad… cuenta conmigo —dijo él con suavidad—. No solo por la denuncia. También por ti. Porque me importas, aunque no te conozca tanto como quisiera.

Daniela bajó la mirada. Sonrio. Y por primera vez en mucho tiempo, se sintió segura en la presencia de un hombre.

—Gracias, Miguel.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —añadió él, mientras caminaban juntos por la vereda.

—Claro.

—¿Qué tipo de café prefieres en las mañanas?

Daniela lo miró con diversión.

—¿Eso es tu forma de invitarme otra vez?

—No. Es mi forma de decir que no quiero que esto se quede solo en lo de anoche.

Ella rió, suave.

—Entonces… late con poca azúcar. Y a veces con canela.

—Perfecto. Ya tengo algo más para recordarte.

Y siguieron caminando.

El día apenas empezaba, y ellos también.

1
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play