Entre La Razón Y La Piel

~ Allison

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Si alguien se pregunta por qué hice lo que hice, la respuesta es sencilla: porque yo debía tener la razón, necesitaba probar mi punto, como siempre, y como sea. Qué les sorprendería de eso.

Liam no puso resistencia mientras lo arrastraba por el pasillo. Aunque no dejaba de lanzar preguntas inútiles en el camino, como "¿Qué es lo que haces?" o "¿A dónde me estás llevando?" que no hacían más que alimentar mi sed. Sin embargo, nunca se detuvo a liberarse de mi agarre, ni siquiera lo intentó, y eso que se habría soltado muy fácilmente, tenía más fuerza que yo. Así que él tiene gran parte de la culpa.

El edificio estaba desierto. Algunas personas se cruzaron con nosotros de manera fugaz, pero sin prestar tanta atención. Muchos de los salones enormes estaban vacíos, era la hora del almuerzo, casi nadie tenía clase. Entonces encontré uno abierto, empujé a Liam hacia adentro y cerré la puerta tras nosotros.

—Estás... loca. ¿Qué cosa estás planeando? —preguntó con desconcierto.

Más cuestiones estúpidas. Yo no planeaba nada, simplemente estaba actuando. A esas alturas, yo estaba entre enojada y entretenida. Sabía de antemano que esto no iba a fallar, a ver si se atrevía a seguir negándolo después.

—¿Quieres ver que tan poco respeto te tengo? —murmuré, dando un pasó hacia él.

Lo empujé hacia la pared como si de verdad pudiera intimidarlo, y tiré mi bolso hacia una mesa. Otra vez, no se movió, no hizo nada para apartarse, pero su postura era rígida, y eso era todo lo que necesitaba.

Antes de que pudiera procesarlo, lo hice, volví a hacerlo. Lo besé, dejando que se perdiera entre la frustración y el deseo, esta vez fue más frenético, y pude notar cómo dudaba si alejarme o hundirse. Claro que fue lo segundo, quién sabe por cuánto tiempo estuvo fantaseando con algo así y no iba a desperdiciarlo.

Pero yo tenía el control.

Cuando me desprendí, apenas nos dividían unos centímetros. Mi respiración estaba calmada a diferencia de la suya, que era bastante irregular, como si hubiera corrido.

—¿De verdad crees que eres mejor que yo? —susurré.

Él me sostuvo la mirada, desafiante, y respondió con firmeza y una voz que afilaba entre el ronco.

—Claro que lo soy.

Ah, todavía se atrevía a usar ese tono conmigo.

Bajé mi mano hasta llegar a su entrepierna. Su reacción ante mi tacto cambió completamente.

—¿En serio? —insistí, con voz baja.

Su mirada reflejaba confusión, pero también estaba incrédulo de lo que estaba pasando.

—No deberíamos estar haciendo esto — dijo, con dificultad, debo añadir.

Pero no le hice caso, sonreí con malicia y subí mi mano hasta meterla por dentro de su camiseta, explorando su torso, sentí cómo se le tensaban los músculos al tacto. Sin embargo, permaneció inmóvil. Luego, la resbalé hasta que llegó al interior de su boxer, confirmando lo que ya sabía que había provocado en él.

Su voz sonaba entrecortada.

— Mierda... qué estás haciendo —me acerqué a sus labios, rozando el tacto—. Para. No me beses.

Estaba satisfecha viendo cómo luchaba contra sus propias sensaciones. Claramente no me detuve.

—¿Por qué no? —empecé a hacer movimientos con mi mano, lentamente, mientras veía cómo sus sentidos le estaban traicionando. Creo que ni siquiera podía formar pensamientos coherentes.

—Es... un error. —Continué haciendo caso omiso. Aumenté la fricción del masaje para hacer que se enloqueciera de a poco, tenía su mano sujetando mi brazo con la leve intención de retirarlo, pero se dejó llevar y en lugar de eso, lo apretaba con urgencia al paso que yo aumentaba el ritmo—. Vas a complicarlo todo —dijo con un gruñido de frustración, pero me permitía seguir.

—No me importa —respondí y froté con mucha más fuerza, generándole jadeos y una respiración agónica. Su cuello se estaba arqueando hacia atrás hasta terminar chocando contra la pared mirando hacia arriba—. Bésame.