Teodoro es hijo de un magnate, el es un joven malcriado que vive sin preocupaciónes pero todo se acaba cuando su padre para darle una lección le da el puesto de ejecutivo a su Rival de la escuela Melanie el debera trabajar para ella y no será nada fácil porque es perfeccionista y poco flexible a diferencia de Teodoro,
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capitulo 13
El día después de la conversación con Melanie, Teo no podía dejar de pensar en lo que había visto. Aunque intentaba concentrarse en su trabajo, algo seguía rondando en su mente. El recuerdo de la cara de Melanie, su tristeza contenida, las lágrimas en sus ojos, no lo dejaba en paz. Estaba acostumbrado a ignorar los problemas de los demás, a meterse en su propio mundo donde todo era superficial, pero ahora no podía hacerlo. No cuando sabía que había algo más bajo la superficie de Melanie. Algo mucho más complejo y doloroso.
Esa mañana, Teo había llegado al trabajo un poco más temprano de lo usual. El aire estaba más frío de lo normal para ser otoño, y él no podía evitar preguntarse si ese clima reflejaba lo que pasaba en su propia vida. El desconcierto de no saber cómo manejar sus propios sentimientos, la frustración por no saber qué hacer con todo lo que había descubierto. Pero el hecho de que Melanie fuera un misterio aún más grande que él mismo lo desconcertaba más.
Teo estaba en su escritorio, mirando su correo sin mucho interés, cuando la puerta de la oficina se abrió de golpe. Al principio pensó que sería alguien de su equipo, pero al ver a Melanie entrar, se quedó quieto.
Ella caminaba con la cabeza baja, como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros. Sus pasos sonaban más suaves de lo normal, y su expresión estaba vacía, como si estuviera completamente desconectada de lo que ocurría a su alrededor. Eso hizo que Teo se sintiera incómodo.
Sin pensarlo, se levantó y caminó hacia ella, deteniéndola antes de que pudiera llegar a su escritorio.
—¿Estás bien? —preguntó Teo, y a pesar de la seriedad de su tono, no pudo evitar que una pizca de preocupación se colara en su voz.
Melanie levantó la vista, sorprendida por la cercanía de Teo, y sus ojos se encontraron por un segundo, pero rápidamente apartó la mirada.
—Estoy bien, no te preocupes —respondió rápidamente, pero su voz sonaba vacía, sin convicción.
Teo no la creyó. La veía tan rota como la había visto el día anterior, y por un momento, un dolor inexplicable lo recorrió. Algo dentro de él quería ayudarla, aunque no sabía cómo. Nunca había sido bueno con las palabras, mucho menos con las emociones ajenas, pero no podía seguir ignorando lo evidente. Melanie no estaba bien.
—No tienes que hacer esto sola —dijo finalmente, bajando la voz.
Melanie lo miró, un destello de sorpresa cruzando su rostro, pero rápidamente lo cubrió con una sonrisa falsa.
—No estoy sola —respondió sin fuerza—. Yo… puedo con esto. De verdad, Teo. No es tan grave.
Teo observó su postura, su mirada perdida. Sabía que no era verdad. Pero también sabía que no podía forzarla a hablar, no de inmediato. Solo le dio un paso atrás, pero no la dejó ir.
—No lo olvides, ¿vale? Si alguna vez necesitas hablar, ya sabes donde encontrarme.
Melanie asintió levemente, pero no dijo nada más. Se despidió con un gesto rápido y se dirigió a su escritorio. Teo se quedó en el mismo lugar, mirándola mientras ella comenzaba a trabajar, sus manos moviéndose con rapidez pero sin pasión, como si estuviera atrapada en una rutina que no podía romper.
A lo largo del día, Teo intentó concentrarse en su trabajo, pero no podía dejar de pensar en ella. ¿Qué era lo que realmente pasaba con Melanie? Sabía que algo le estaba pesando. Sabía que había algo mucho más profundo en su comportamiento, algo que no podía ignorar. Si él mismo había crecido con un padre que nunca estuvo allí para él, un padre que solo exigía y criticaba, entonces podía imaginar cómo debía sentirse ella, teniendo que lidiar con alguien como él.
Por la tarde, después de una reunión aburrida, Teo se dirigió hacia la cafetería de la oficina, buscando una distracción. Cuando entró, se sorprendió al ver que Melanie estaba allí, sentada en una mesa sola, con una taza de café frente a ella, mirando por la ventana como si estuviera completamente perdida en sus pensamientos.
Teo no pudo evitar acercarse a ella. No era un tipo que fuera a sentarse con alguien sin más, pero algo lo empujó a hacerlo. Algo que no podía explicar.
—¿Puedo? —preguntó, señalando la silla frente a ella.
Melanie lo miró, sorprendida, pero asintió sin decir una palabra. Teo se sentó y la observó por un momento antes de hablar.
—¿Qué pasa, Melanie? Sé que algo te está molestando. No tienes que hacer todo esto sola.
Melanie suspiró, mirando la taza frente a ella. Estaba callada, como si estuviera procesando sus pensamientos, buscando las palabras correctas. Finalmente, levantó la vista, y Teo pudo ver en sus ojos que estaba lidiando con algo mucho más grande de lo que él había imaginado.
—Mi padre vino a verme hoy —dijo finalmente, con la voz rasposa, como si las palabras le costaran salir—. Y no fue la primera vez. Siempre aparece cuando menos lo espero, cuando cree que puede controlarme. Pero hoy… hoy me hizo sentir que no valgo nada. Como siempre.
Teo sintió una punzada de rabia en el pecho. No solo por lo que había visto, sino por lo que Melanie le estaba contando ahora. Su padre la había tratado como si fuera una herramienta, como si su éxito no significara nada si no seguía sus reglas. Y eso, eso lo hacía enojar de una manera que no entendía.
—Eso no está bien —dijo Teo, más firme de lo que pensaba—. No deberías dejar que te trate así.
Melanie miró a Teo, y por un segundo, sus ojos se suavizaron.
—No puedo evitarlo. Siempre ha sido así. Me ha hecho sentir que mi valor depende de su aprobación, y nunca he sido suficiente para él. Ni cuando era niña, ni ahora. Todo lo que hago es solo un intento de complacerlo, de hacerlo sentir orgulloso, pero al final nunca es suficiente.
Teo no dijo nada. No podía decir nada que pudiera mejorar la situación. Pero había algo en las palabras de Melanie que lo golpeó de lleno. Sabía lo que era tener a alguien en tu vida que nunca te aceptaba por lo que eras, sino por lo que querían que fueras. Sabía lo que era sentirse invisible ante los ojos de los que más importaban.
—Eso no es cierto, Melanie —dijo finalmente, mirando a sus ojos—. Tú eres increíble tal como eres. No necesitas la aprobación de nadie más para demostrarlo. Yo lo veo, todos lo vemos.
Melanie no respondió de inmediato, pero Teo vio cómo un atisbo de algo suavizó su expresión. Quizás no era mucho lo que podía ofrecerle, pero lo que sí podía darle era una verdad que ella parecía no haber escuchado antes.
La tarde pasó en silencio entre ellos, pero cuando Teo se levantó para irse, dejó atrás una sensación que no sabía cómo clasificar. Había algo en la vulnerabilidad de Melanie que había tocado una fibra muy profunda en él. Y aunque no sabía si alguna vez podría aliviar el dolor que ella llevaba consigo, al menos había dado un paso hacia algo más: una oportunidad de ser alguien en quien confiar.
Mientras se alejaba de la mesa, miró por última vez a Melanie, y aunque ella no lo veía, sabía que algo había cambiado. Ella ya no estaba sola.