Salomé Lizárraga es una joven adinerada comprometida a casarse con un hombre elegido por su padre, con el fin de mantener su alto nivel de vida. Sin embargo, durante un pequeño viaje a una isla en Venezuela, conoce al que se convertirá en el gran amor de su vida. Lo que comienza como un romance de una noche resulta en un embarazo inesperado.
El verdadero desafío no solo radica en enfrentarse a su prometido, con quien jamás ha tenido intimidad, sino en descubrir que el hombre con quien compartió esa apasionada noche es, sin saberlo, el esposo de su hermana. Salomé se encuentra atrapada en un torbellino de emociones y decisiones que cambiarán su vida para siempre.
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Mi amiga Maribel
La madre de Diego me miraba esperando por mi respuesta, sin embargo yo me sentía aturdida, no sabía cómo explicarle que antes del accidente estábamos discutiendo porque yo había decidido no ser su mujer en lo que se suponía era nuestra luna de miel. Sin mencionar que ese nieto que ella esperaba con ansias, no era de su adorado Diego.
— Salomé, te has quedado callada, ¿Acaso pasa algo que yo no sé? Solo quiero saber qué pasó antes del accidente, porque aun no entiendo qué hacían mi hijo y tú en medio de la calle cuando estaban en plena celebración de su boda. Además, la persona que lo atropelló se dio a la fuga.
— Señora Catalina, lo que pasa es que Diego… es que… él me pidió que saliéramos de la fiesta porque estaba muy tomado y quería irse. Y… entonces…
No sabía cómo encontrar una escusa que sonara convincente, me sentía completamente perdida. Pero como cosas de Dios, justo en ese preciso momento, apareció el médico que había operado a Diego, jamás me había sentido tan feliz de ver a un doctor, considerando que le tengo un pánico tremendo a las agujas; pero él había distraído la atención de mi suegra y con la noticia que nos iba a dar, ella se olvidó por completo del afán que tenía por saber lo que había pasado antes del accidente.
— Hola, disculpen que las interrumpa, pero vengo a notificarles que el paciente fue trasladado a cuidados intensivos. Está muy delicado, pero estable. Ya despertó, sus signos vitales se encuentran normales y eso es un buen síntoma.
— ¿Y puedo pasar a ver a mi hijo doctor? —preguntó con afán
— Eh.. Bueno, la verdad es que puede pasar a verlo una sola persona, pero él ha pedido ver a su esposa. Insiste mucho en ello, pero bueno ustedes pueden ponerse de acuerdo de quien va a pasar primero.
Ambas nos miramos a los ojos, como esperando que alguna de nosotras tomara la decisión, sin embargo, en el fondo de mi ser, yo no quería pasar a verlo, el solo hecho de pensar en tener que enfrentarme con él después de esta horrible tragedia, me hacía sentir muy poca cosa. Mi conciencia me decía, que yo era la única culpable de que estuviera paralítico.
Pero al mismo tiempo, había otra razón que me hacía no querer que mi suegra pasara a verlo antes que yo, y era el hecho de que no sabía si Diego en medio de todo este trance por el que estaba pasando, fuera capaz de vengarse de mi, contándole toda la verdad a su madre.
Así que asumiendo el rol de la esposa perfecta y abnegada, rompí el silencio y me adelanté a mi suegra diciendo:
— ¡Yo quiero pasar primero! — mi suegra me miró con una expresión de decepción, tal vez pensó que por ser su madre yo le iba a dejar que pasara a verlo antes que yo, pero definitivamente en ese momento lo que quería era estar segura de que Diego mantuviera nuestro acuerdo, esa era mi única prioridad, porque también estaba en juego la vida de mi hermana.
— Está bien Salomé, ve tú primero, entiendo que también estés ansiosa de ver al futuro padre de tu hijo, yo en tu lugar hubiera hecho lo mismo. Además, mi hijito te está llamando a ti.
— Gracias señora Catalina, por comprender.
— Bueno, en vista de que ya se han decidido, puede venir conmigo señora Salomé, pero le advierto que solo puede estar cinco minutos nada más con el paciente.
Cuando estaba a punto de irme con el doctor hasta la sala de cuidados intensivos, mi suegra exclamó:
— ¡Salomé! Por favor, dale un beso de mi parte, dile que su padre y yo, estamos aquí esperando verlo.
— Está bien señora Catalina, no se preocupe, yo se lo diré.
Di la espalda pero antes de dar el siguiente paso, mi suegra volvió a llamarme:
— ¡Salomé! Espera.
— Dígame señora Catalina.
— Recuerda que no hemos terminado de hablar, tenemos una conversación pendiente.
Yo me quedé sin palabras, solo me limité a mirarla tratando de forzar una sonrisa, mientras pensé dentro de mi:
“La señora Catalina sospecha algo, porque de lo contrario no insistiría en querer saber como pasaron las cosas”
Di la media vuelta y caminé a toda prisa, pasando por encima del doctor, estaba evitando a toda costa que volviera a llamarme y siguiera insistiendo en lo mismo.
La verdad, es que la madre de Diego, nunca fue una persona de mi agrado, a pesar de reconocer que jamás me hizo nada malo, el gran problema era que se metía en todo lo concerniente a nuestra relación, y ahora con más razón que su único hijo había quedado paralítico. Era una especie de madre controladora y quería manejar todo a su conveniencia.
(…)
Ya estábamos llegando a cuidados intensivos, antes de entrar al área donde se encontraba Diego, el médico me dio unas recomendaciones para evitar que él tuviera alguna complicación en vista de su estado de salud tan delicado.
— Bien señora Salomé, aquí tiene este kit de bioseguridad, debo advertirle que el paciente aun no sabe de su inmovilidad permanente en sus miembros inferiores, le recomiendo que evite cualquier conversación que pueda alterarlo. Trate de hablarle lo menos posible.
— Está bien doctor, no se preocupe.
Ya me había puesto la bata quirúrgica, los guantes y el tapabocas, estaba lista para entrar a ver a Diego. Las piernas me temblaban, estaba muy nerviosa de encontrarme con una imagen perturbadora en vista de lo aparatoso del accidente.
Al entrar, vi a Diego en aquella sala fría, llena de aparatos que tenía conectados por todos lados. Fue desgarrador verlo en ese estado; estaba acostumbrada a verlo siempre tan imponente, elegantemente vestido y perfumado.
En cambio allí se encontraba él, acostado en esa cama tan fría, con sábanas blancas, inmóvil e indefenso, nada que ver con el hombre con carácter fuerte y dominante que yo conocía.
Caminé con mucho cuidado sin hacer ruido, me fui acercando lentamente hasta pararme a un costado de la cama. Lo miré y se me hizo un nudo en la garganta, se veía muy mal. Tenía golpes y raspones por todos lados.
El vehículo al impactar contra su cuerpo, lo hizo rodar por el pavimento, los hematomas en su rostro y en sus brazos, se veían realmente horribles. Pero sin embargo, lo peor de todo era la gran fractura en su columna. Los hematomas se iban a ir borrando con el tiempo, pero la lesión en su columna, lamentablemente era permanente.
Lo tomé de su mano con mucha sutileza, pero para mi sorpresa, él abrió los ojos y apretó mi mano, no puedo negar que en ese momento motivada por el susto, un brinco involuntario salió de mi de repente, mientras escuché su voz susurrando mi nombre:
— Salomé…
— No hables Diego, el médico me dijo que debes estar tranquilo y no puedes agitarte.
A pesar de mis advertencias, él insistía en hablar, necesitaba decirme algo que para él era muy importante y debía ser en ese momento.
— Escúchame por favor Salomé.
— Esta bien Diego, te escucho, pero por favor habla despacio, no quiero que te agites.
— Acércate…por favor.
Me acerqué como me lo pidió, estaba realmente ansioso.
— Salomé, no me dejes….prométemelo.
Diego estaba muy vulnerable, se sentía desvalido y atrapado en esa cama, sin imaginarse que no iba a volver a caminar jamás.
Yo me sentí responsable de todo lo que le estaba pasando, así que no dudé en responderle:
— Te prometo que voy a estar a tu lado siempre, no te voy a dejar.
Estaba muy débil, y lo único que quería era sentirse seguro de que yo iba a estar a su lado. Enseguida cerró los ojos y se durmió, yo por mi parte salí del lugar totalmente devastada.
Me di cuenta en ese momento, que la vida que había imaginado alguna vez para mi, se había acabado en el mismo momento en el que Diego, había quedado paralitico.
En algún momento llegué a pensar en la posibilidad de poder escapar de ese matrimonio forzado y hacer mi vida sola con mi hijo; pero después de estar allí en esa sala de cuidados intensivos, me di cuenta que ya era muy tarde para buscar otra salida.
El destino me había condenado a vivir al lado de un hombre al que no amaba y a tener que guardar el vergonzoso secreto del verdadero origen de mi hijo.
(…)
Al llegar de nuevo a la sala de espera, en donde se encontraban todos, me llevé una sorpresa inesperada, estaba Maribel, hablando con la madre de Diego, ella había sido mi amiga del colegio y a la qué tenía tiempo sin ver. Ya que ni siquiera fue a la boda.
— ¡Maribel! ¿Y qué haces aquí? ¿Cómo te enteraste?
Noté que ambas se pusieron nerviosas, sin embargo, en ese momento no le di la mayor importancia, estaba muy consternada de haber visto a Diego tan deteriorado, ella enseguida con una escusa me respondió:
— Amiga, cuanto lo siento, me enteré por pura casualidad, ya sabes como vuelan las malas noticias.
— Veo que ya conociste a la madre de Diego.
— Si. Claro. La acabo de conocer, ella me estaba contando lo sucedido. ¿Y pudiste verlo?
— Sí, justamente vengo de cuidados intensivos.
— ¿Y tú crees que yo pueda pasar a verlo.
La miré extrañada por su interés de verlo, y al mismo tiempo vi la cara de nerviosismo de mi suegra, ya que no entendía cual era su interés, porque hasta donde yo tenía entendido, ella nunca estuvo de acuerdo en mi relación con Diego. Hasta me aconsejaba que no me casara con él, porque según ella no me convenía.
— Maribel, lo siento, pero solo están dejando pasar a la familia y es el turno de mi suegra.
— Ah, claro, por supuesto, no hay problema, solo quise saber como estaba. Pero tranquila, voy a quedarme aquí acompañándolos por si algo se necesita.
En ese momento, mi mente estaba muy perturbada con todo lo que estaba pasando, no coordinaba bien lo que sucedía a mi alrededor, en lo único que pensaba era cuando llegara el momento de decirle a Diego, que había quedado paralítico.
Estaba segura que cuando ese momento llegara, él me iba a echar las culpas de toda su desgracia. Es por eso que no le di importancia a la presencia de Maribel, jamás me pasó por la mente que ella en realidad tenía una razón importante para estar allí.
(…)