"Ash, cometí un error y ahora estoy pagando el precio. Guiar a esa alma era una tarea insignificante, pero la llevé al lugar equivocado. Ahora estoy atrapada en este patético cuerpo humano, cumpliendo la misión de Satanás. Pero no me preocupa; una vez que termine, regresaré al infierno para continuar con mi grandiosa existencia de demonio.Tarea fácil para alguien como yo. Aquí no hay espacio para sentimientos, solo estrategias. Así es como opera Dahna." Inspirada en un kdrama. (la jueza del infierno)
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Primero de muchos
Dahna había llegado a la universidad como de costumbre. Las risas de los estudiantes y los murmullos de los grupos reunidos llenaban el aire matutino. Ella se dirigía hacia la entrada principal, cuando un periódico en el quiosco captó su atención. En la portada, un titular resaltaba: "Hombre asesina a su esposa por celos, prófugo de la justicia".
Tomó el periódico con una sonrisa torcida, observando la fotografía del hombre buscado. Este era el caso perfecto para mí, pensó. Doblando el periódico con desdén, lo guardó en su bolso y giró sobre sus talones, cambiando de rumbo. ¿A quién le importa la estúpida universidad? Solo era una fachada que le permitía camuflarse entre los humanos, un disfraz para engañar a los ingenuos. Ella tenía asuntos más importantes que atender, y ese día, había decidido ir de caza.
Con paso firme, avanzó por el campus, ignorando las miradas curiosas de algunos compañeros. Al doblar una esquina, chocó contra un pecho duro, haciéndola retroceder un par de pasos. Levantó la vista y se encontró con Javier, quien la miraba con una mezcla de desprecio e indiferencia.
—¿Qué mierda te pasa? —espetó Javier, con el ceño fruncido—. ¿Estás loca? ¿Crees que esa actitud te servirá de algo? Deja de aparentar lo que no eres.
Dahna soltó una risa corta, cargada de irritación. Sus ojos se volvieron fríos y una sonrisa llena de burla curvó sus labios.
—¿Que quién me creo ahora? —repitió, disfrutando el momento—. No me creo, soy la puta ama de este lugar, Moretty.
Dio media vuelta para continuar su camino, pero Javier la sujetó del brazo, con una mirada cargada de desafío.
—Tus ojos y tu mirada se ven distintos, pero sigues siendo la misma Amara tonta de siempre —dijo él, acercándose más, su voz baja y cortante.
Dahna no dudó un segundo. Con un movimiento rápido, le torció el brazo y lo empujó contra la pared más cercana, inmovilizándolo. Sus rostros quedaron a pocos centímetros, y la sonrisa de Dahna se volvió más oscura.
—Mi mirada ha cambiado, sí —susurró, acercándose a su oído—, pero tú sigues siendo el mismo imbécil con ego de macho, solo que ahora eres una nenita asustada.
Soltó su brazo con un empujón y se alejó sin mirar atrás. Javier la observó mientras se marchaba, estirando el brazo como si quisiera alcanzarla, pero se contuvo. Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras pasaba un dedo por ellos, murmurando para sí mismo:
—Toda una fiera es ahora...
Dahna llegó a un callejón cercano, oscuro y solitario, ideal para lo que planeaba hacer. Miró a ambos lados antes de quitarse la falda que llevaba puesta y sustituirla por unos pantalones negros ajustados. Cambió la blusa por un crop top del mismo color, que revelaba las cicatrices que recorrían su espalda, vestigios de su vida pasada en el infierno. Del bolsillo de su bolso sacó un par de cuchillos afilados, observándolos con satisfacción. Ese día, el mundo de los humanos sentiría su verdadera naturaleza.
—Listo para la cacería —susurró, mientras una figura oscura se posaba sobre el borde de una pared cercana.
Balal, se mostro con su forma de un elegante gato negro, que la observaba desde las alturas con ojos dorados y un brillo de diversión en su mirada felina.
—Eres demasiado loca para creer que realmente Satanás te dejará volver al infierno —dijo Balal, maullando con una mezcla de burla y arrogancia.
Dahna, sin siquiera mirarlo, ajustó su ropa y continuó preparando sus armas.
—Si no lo hace por esta misión, lo hará porque es mejor tenerme allá que aquí en la Tierra —respondió, encogiéndose de hombros—. Ya sabes, a veces puedo ser un poco... caótica.
Balal maulló nuevamente, con una risa casi sarcástica, pero Dahna levantó las manos y cerró los ojos. De inmediato, sus pupilas se tornaron de un rojo intenso, brillando como brasas. Concentró su visión y permitió que su esencia demoniaca viajara a través de la ciudad, explorando cada rincón, cada sombra. De pronto, una imagen se formó en su mente: el rostro del hombre que buscaba, escondido en el sótano de una casa abandonada en las afueras de la ciudad. El rastro de su miedo era tan fuerte que Dahna casi podía saborear su terror desde la distancia.
Una sonrisa siniestra apareció en sus labios, y sin más, se lanzó a la carrera. Balal la observó partir, sacudiendo la cola mientras se desvanecía en la oscuridad.
—Nunca aprenderás... —murmuró antes de desaparecer en las sombras.
Dahna llegó a la casa abandonada, con su estructura desmoronándose y las ventanas cubiertas de polvo. El lugar olía a humedad y descomposición. Sin perder tiempo, se dirigió hacia la entrada y, con una sola patada, la puerta se desplomó con un estruendo que resonó por toda la vivienda. Avanzó por el pasillo oscuro, sus pasos resonando en la madera crujiente.
En el sótano, el hombre sintió el ruido y se levantó de donde estaba. Su respiración se aceleró y apretó el arma que llevaba en la mano, preparado para disparar a la primera sombra que apareciera. Cuando vio la figura de Dahna bajando las escaleras, una sonrisa retorcida se dibujó en su rostro.
—Niña estúpida, solo viniste a buscar tu muerte —dijo, apuntándole con el arma.
Dahna no respondió de inmediato. En su lugar, observó al hombre, analizando cada uno de sus movimientos, notando el temblor en sus manos y el miedo en sus ojos. Su sonrisa se ensanchó.
—¿De verdad piensas que puedes matarme? —susurró, con una voz que parecía arrastrar las sombras consigo.
Con una patada veloz, desarmó al hombre, haciendo que el arma volara por el aire y se estrellara contra la pared. El hombre, sorprendido, lanzó un puñetazo en su dirección, pero Dahna lo esquivó con facilidad, moviéndose como un espectro a su alrededor. Cada intento del hombre de golpearla se encontraba con el vacío, mientras Dahna se deslizaba con una precisión inhumana.
El hombre, cada vez más frustrado, comenzó a lanzar golpes descontrolados, pero Dahna, sin perder la sonrisa, se limitaba a esquivar y provocarlo con su silencio. Finalmente, en un ataque de desesperación, el hombre trató de lanzarse sobre ella, pero Dahna lo detuvo con un simple movimiento de la mano, empujándolo con fuerza contra el suelo.
—¿Eso es todo lo que tienes? —murmuró, con una risa ronca que resonó por las paredes del sótano.
Se inclinó sobre él, sus ojos volviéndose de un rojo brillante, irradiando una luz macabra que iluminó el rostro aterrado del hombre. Este, al ver los colmillos afilados que asomaban en la sonrisa de Dahna, sintió el pánico apoderarse de su cuerpo.
—¡¿Qué eres?! —gritó, arrastrándose hacia atrás con los ojos desorbitados—. ¡Aléjate de mí!
Dahna dejó escapar una carcajada gutural, disfrutando del miedo que emanaba de él. Se acercó lentamente, dejando que sus garras se alargaran y relucieran bajo la tenue luz del sótano.
—¿Quieres saber qué soy? —preguntó, su voz tomando un tono oscuro y profundo—. Soy lo último que verás antes de morir.
Sin darle tiempo a reaccionar, Dahna se abalanzó sobre él, su velocidad era tal que el hombre apenas pudo ver un destello antes de sentir el primer corte atravesar su piel. Gritó de dolor mientras Dahna lo sujetaba del cuello, desgarrando su carne con sus garras afiladas.
La sangre salpicó las paredes, y los gritos desesperados del hombre llenaron el sótano. Dahna no se detuvo, sus movimientos eran precisos, cada uno dirigido a prolongar el sufrimiento de su presa. Sentía el poder demoniaco fluir por sus venas, disfrutando del terror en los ojos del hombre mientras la vida se escapaba lentamente de su cuerpo.
Cuando el hombre dejó de moverse, su cuerpo destrozado y sangrante quedó tendido en el suelo. Dahna se levantó, sus manos cubiertas de sangre, y se miró a sí misma en el espejo roto del sótano, admirando su propia obra. El reflejo que le devolvía la imagen no era la joven de apariencia frágil que muchos conocían; era una criatura de sombras, una fuerza de la naturaleza que había liberado su verdadero ser.
—Hoy he sido un verdadero demonio —murmuró, dejando escapar una risa fría que resonó en el vacío del sótano. Se limpió las manos en la tela rasgada del hombre, sin prisa, como si tuviera todo el tiempo del mundo.
Cuando finalmente decidió salir, su mirada se encontró de nuevo con la puerta por la que había entrado. No había prisa, el caos que había sembrado se sentía electrizante. Era una sensación que había estado esperando, una que llenaba el vacío que había sentido desde que llegó a la Tierra.
Al salir de la casa, la luz del atardecer la envolvió. La ciudad continuaba su vida, ajena a lo que había sucedido en ese sótano. Se sentía viva, vibrante, como si cada latido de su corazón resonara con el eco del miedo que había creado. Pero en el fondo, una parte de ella sabía que esto era solo el comienzo. El infierno podría haberle dado un propósito, pero en la Tierra, había algo más: una búsqueda de venganza y la necesidad de demostrar que ya no era la misma Dahna de antes.
Mientras caminaba por las calles vacías, su mente comenzó a divagar sobre su próximo objetivo. Había más que descubrir, más que conquistar. El hombre al que había dado caza era solo un peón en un tablero mucho más grande, y ella estaba lista para hacer su jugada.