Logan es un joven empresario destinado a heredar la dirección de la empresa familiar, pero hay una condición: debe estar casado. Seguro de cumplir el requisito, anuncia a su padre que pronto presentará a Irina, su novia, y le pedirá matrimonio durante el cumpleaños de su madre. Sin embargo, su mundo se desmorona cuando descubre que Irina lo engaña con su mejor amigo. Herido y lleno de rabia, un accidente de auto lo lleva al hospital, donde su vida toma un giro inesperado.
Cuando su padre le exige respuestas sobre su supuesta novia, Logan improvisa desesperadamente y señala a Emma, una joven y amable enfermera, como su prometida. Ahora, debe convencerla de participar en su farsa para salvar su futuro profesional.
Lo que comienza como un acuerdo temporal pone a prueba los corazones de ambos. ¿Podrán mantener la mentira sin caer en el juego de las emociones? Entre secretos, atracción y el riesgo de perderlo todo, Logan descubrirá si es posible volver a creer en el amor.
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Aceptando el juego
Emma caminaba por el pasillo de la clínica rumbo a la habitación de Olga, una paciente entrada en años que estaba cursando una enfermedad terminal y de la cual la joven se había encariñado. El eco de sus pasos acompañaba los pensamientos que no podía acallar. La propuesta de Logan Reese seguía girando en su mente como un remolino. ¿Cómo podía un hombre como él necesitar un acuerdo tan extraño?
Suspiró profundamente antes de golpear suavemente la puerta de la habitación de Olga.
—¡Adelante!—se escuchó la voz ronca pero alegre de Olga desde el interior.
Emma abrió la puerta y entró con una sonrisa.
—Hola, Olga. ¿Cómo te sientes hoy?
La anciana, de cabello plateado y ojos llenos de vida, estaba recostada sobre una montaña de almohadas. Aunque el tiempo y la enfermedad habían dejado su marca en ella, conservaba una energía que inspiraba a quienes la rodeaban.
—Mejor, ahora que estás aquí, querida. ¿Y tú? ¿Por qué tienes esa cara de preocupación?
Emma se acercó a la cama y comenzó a revisar las constantes vitales de Olga, intentando evadir su mirada inquisitiva.
—No es nada importante —dijo al principio, pero la anciana no era fácil de engañar.
—Vamos, Emma. Sé que algo te preocupa. Lo noto en tus ojos. Anda, siéntate y cuéntamelo.
Emma dudó un momento, pero finalmente dejó el estetoscopio a un lado, tomó una silla y se sentó junto a la cama.
—Está bien, pero prométeme que no te vas a reír.
—Te lo prometo. Ahora habla.
Emma tomó aire, todavía debatiéndose internamente si debía compartir lo que había ocurrido con Logan. Pero Olga era más que una paciente para ella; era casi como una abuela, una confidente.
—¿Recuerdas al paciente del accidente de hace dos días? — preguntó la muchacha.
—El que me dijiste estaba en muy mal estado— dijo la mujer.
—Ese mismo. Pues resulta que él se recuperó, y cuando yo entré a su habitación para chequear sus signos vitales y demás... Bueno, él estaba con su familia y apenas me vio dijo que yo era su novia.
Olga alzó las cejas, sorprendida.
—¿Que tú eras su qué?
—Su novia —repitió Emma, llevándose una mano al rostro, mortificada.
La anciana soltó una carcajada que resonó por toda la habitación.
—¡Eso sí que no me lo esperaba! ¿Y qué hiciste?
—Nada. Estaba en shock. Pero más tarde fui a hablar con él y me explicó que necesitaba que fingiera ser su prometida para evitar que su padre lo presionara con… bueno, con asuntos familiares.
—¿Y qué le respondiste?
Emma bajó la mirada avergonzada.
—Le dije que lo pensaría.
Olga la miró con ojos entrecerrados, como si analizara cada palabra.
—¿Y por qué no le dijiste que no de inmediato?
—Porque me ofreció pagar mis deudas con el banco si acepto.
La anciana dejó escapar un largo suspiro y asintió lentamente.
—Ah, ahora entiendo.
—No quiero hacerlo, Olga. Se siente… mal. Sería un engaño, una mentira.
La anciana le tomó la mano con suavidad, obligándola a mirarla.
—Emma, escucha. A veces la vida nos pone en situaciones que no imaginamos. ¿De verdad crees que aceptar este trato te convierte en una mala persona?
—No lo sé… —murmuró Emma.
—Mira, cariño. Lo que ese muchacho te está pidiendo es algo profesional. Es un empleo, nada más. Si él puede ayudarte a salir de tus problemas, y tú puedes ayudarlo a él, ¿cuál es el daño?
—Pero sería fingir algo que no es real…
—¿Y qué? —interrumpió Olga con firmeza—. ¿Cuántas parejas crees que hay ahí fuera que fingen algo? En este caso, ambos saben la verdad. No estás traicionando a nadie, ni haciéndole daño a alguien.
Emma dudó, pero Olga no había terminado.
—Te diré algo, Emma. Hace muchos años, conocí a mi esposo de una forma poco convencional. Fue un arreglo también. Yo trabajaba en su empresa como secretaria, y él fingió que éramos pareja para que su familia dejara de acosarlo con presentaciones sociales. ¿Sabes qué pasó después?
—¿Qué? —preguntó Emma, intrigada.
—Nos enamoramos. Nos casamos. Y fui feliz con él hasta el último día de su vida.
Emma negó con la cabeza.
—Eso no va a pasar aquí. Logan dejó muy claro que no quiere nada más que un acuerdo temporal— dijo la muchacha— Y sinceramente yo tampoco tengo cabeza para eso del amor.
Olga le dio una mirada traviesa.
—Entonces no tienes nada que temer. Si él no busca algo más, tampoco te lo va a exigir. Pero, Emma, escucha bien: asegúrate de que todo quede por escrito. Un contrato legal que proteja tus intereses.
Emma se quedó pensativa, procesando las palabras de Olga.
—No sé, Olga…
—Piénsalo así: este acuerdo te ayudará a salir de tus deudas y recuperar tu tranquilidad. Es una oportunidad que no debes dejar pasar, pero asegúrate de hacerlo bajo tus condiciones.
Emma suspiró profundamente y asintió.
—Lo pensaré.
Olga sonrió, satisfecha.
—Hazlo, querida. A veces, la vida nos sorprende de las formas más inesperadas.
Emma se despidió de Olga y salió de la habitación. Mientras caminaba por los pasillos de la clínica, su mente seguía debatiéndose entre aceptar o rechazar la propuesta de Logan. Pero, en el fondo, sabía que la decisión ya estaba tomada.
Esa tarde la muchacha no regresó a hablar con Logan, se mantuvo debatiendo en su mente las palabras del joven y el consejo de Olga.
Emma caminó hacia la habitación de Logan con pasos firmes, aunque sus manos sudaban ligeramente. El consejo de Olga resonaba en su mente: “Vélo como un empleo.” La anciana tenía razón, al final, no sería más que un acuerdo profesional, aunque envuelto en un manto de falsedad que a Emma aún le incomodaba. Pero la promesa de saldar sus deudas y el alivio de esa pesada carga eran demasiado tentadores como para ignorarlos.
Cuando llegó a la puerta de la habitación, respiró hondo y golpeó suavemente antes de entrar.
Logan estaba medio reclinado en la cama, con la cabeza apoyada en la almohada y un libro en las manos. Al verla, dejó el libro a un lado y arqueó una ceja, como si ya supiera lo que ella iba a decir.
—Emma—saludó con esa voz grave y firme que parecía tener un efecto desestabilizador en ella—. ¿A qué debo tu visita?
Emma cerró la puerta detrás de sí y se acercó, deteniéndose a una distancia prudente de la cama. Se cruzó de brazos, tratando de ocultar su nerviosismo.
—He estado pensando en su... oferta.
Los labios de Logan se curvaron en una pequeña sonrisa.
—¿Y? ¿Qué decidiste?
—Acepto —dijo Emma rápidamente, antes de que el temor o las dudas volvieran a frenarla.
Logan pareció sorprendido por la respuesta directa, pero su sonrisa se amplió.
—Me alegra que hayas tomado una decisión que nos convenga a ambos.
Emma levantó una mano, interrumpiéndolo.
—Pero con condiciones.
—Adelante —dijo Logan, su tono ahora más serio.
Emma tomó una silla, la acercó a la cama y se sentó frente a él, mirándolo fijamente.
—Primero, quiero que todo quede por escrito. Si esto es un trato, quiero un contrato legal que establezca exactamente lo que se espera de cada uno y las condiciones para dar por terminado el acuerdo.
Logan asintió, sin perder la calma.
—Eso es razonable. De todas maneras yo ya lo había pensado.
—Segundo, quiero que quede claro que, fuera de la fachada que presentemos frente a tu familia, no habrá nada más. Esto no es una relación real, y quiero que respetes mi espacio personal.
—Hecho —respondió Logan sin dudar.
Emma frunció el ceño, sorprendida por lo fácil que estaba siendo todo.
—¿Así de simple?
Logan inclinó la cabeza hacia un lado.
—Emma, no estoy buscando complicaciones. Esto es un acuerdo mutuo. Tú me ayudas a resolver mi problema con mi familia, y yo resuelvo el tuyo con el banco. Nada más.
Emma lo estudió por un momento, intentando descifrar si había algo más detrás de esas palabras. Pero los ojos de Logan eran como un muro, impenetrables.
—Está bien —dijo finalmente—. Pero hay algo más que quiero dejar claro.
—¿Qué cosa?
—No quiero que tu familia, o cualquier otra persona, me vea como una oportunista. Si voy a hacer esto, no quiero que piensen que estoy contigo por interés.
Logan dejó escapar una risa suave, casi divertida.
—Emma, créeme, si alguien se atreve a insinuar algo así, yo seré el primero en callarlos.
La firmeza en su voz logró calmar un poco las preocupaciones de Emma.
—Muy bien —dijo ella, poniéndose de pie—. Entonces, cuando tengas el contrato listo, lo firmaré.
Logan asintió, observándola mientras ella se dirigía hacia la puerta.
—Emma.
Ella se detuvo y lo miró por encima del hombro.
—Gracias.
La sinceridad en su voz y su semblante de alivio la tomó por sorpresa. No supo cómo responder, así que simplemente asintió y salió de la habitación.
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Horas más tarde
Logan miraba por la ventana de su habitación mientras sostenía su móvil en una mano. Acababa de colgar una llamada con Ethan, quien le había asegurado modificar lo que era necesario en el contrato y que se lo llevaría a primera hora el día siguiente.
—"¿Cómo me metí en este lío?"— pensó mientras apoyaba la cabeza contra el respaldo de la cama. No podía negar que Emma era distinta a cualquier mujer que hubiera conocido antes. No solo por su actitud profesional, sino porque, a pesar de todo, no parecía intimidada por él ni por su apellido.
Esa era una de las razones por las que la había elegido. Emma era auténtica, y sabía que su familia no dudaría de su relación si ella estaba involucrada. Pero también sabía que jugar con la fachada de un compromiso podía tener sus complicaciones.
Mientras cavilaba, recordó el rostro de Emma cuando le dijo que aceptaba su oferta. Había una mezcla de determinación y vulnerabilidad que lo había desconcertado. No estaba acostumbrado a tratar con alguien como ella.
Suspiró y cerró los ojos, permitiendo que el cansancio lo venciera. A pesar de todo, sentía que, por primera vez en mucho tiempo, tenía algo de control sobre su caótica situación. Lo que no sabía era que, en el proceso de salvarse, su vida estaba a punto de cambiar más de lo que podía imaginar.
Maldito logan espero que te quedes solo.
Emma aguanta que más da ya no intentes entenderlo porque te trata peor que zapato viejo.