— ¡Suéltame, me lastimas! —gritó Zaira mientras Marck la arrastraba hacia la casa que alguna vez fue de su familia.
— ¡Ibas a foll*rtelo! —rugió con rabia descontrolada, su voz temblando de celos—. ¡Estabas a punto de acostarte con ese imbécil cuando eres mi esposa! — Su agarre en el brazo de Zaira se hizo más fuerte.
— ¿Por qué no me dejas en paz? —gritó, sus palabras cargadas de rabia y dolor—. ¡Quiero el divorcio! Ya te vengaste de mi padre por todo el daño que le hizo a tu familia. Te quedaste con todos sus bienes, lo conseguiste todo... ¡Ahora déjame en paz! No entiendes que te odio por todo lo que nos hiciste. ¡Te detesto! —Las lágrimas brotaban de sus ojos mientras su pecho se llenaba de impotencia.
Las palabras de Zaira hirieron a Marck. Su miedo más profundo se hacía realidad: ella quería dejarlo, y eso lo aterraba. Con manos temblorosas, la atrajo bruscamente y la besó con desesperación.
— Aunque me odies —murmuró, con una voz rota y peligrosa—, siempre serás mía.
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Capitulo 10: La inaguración
MARCK
El día de la inauguración amaneció brillante y soleado en Florencia. Desde temprano, una energía palpable llenaba el aire mientras los empleados llegaban al nuevo local de Textil Bonelli, un almacén elegante que reflejaban la arquitectura clásica de la ciudad. Me desperté con una mezcla de nervios y emoción, sabiendo que este era el primer paso hacia el cumplimiento de mi venganza.
Me vestí con un traje que había escogido cuidadosamente, un color oscuro que proyectaba profesionalismo y determinación. Al mirarme en el espejo, me sentí listo para enfrentar lo que viniera. Era más que una inauguración; era una declaración.
Al llegar al local, el ambiente era de pura expectación. Había organizadores, decoradores y empleados, todos trabajando arduamente para asegurarse de que todo estuviera perfecto. Las cintas decorativas colgaban del techo, y los carteles de bienvenida estaban colocados en cada rincón. La música suave llenaba el aire mientras un grupo de invitados comenzaba a llegar.
A medida que los asistentes entraban, saludé a cada uno con una sonrisa y un apretón de manos. Entre ellos, reconocí a algunas figuras importantes del negocio textil en Italia. El networking sería crucial hoy, y sabía que debía causar una buena impresión.
Con el paso de las horas, la sala se llenó, y el murmullo de las conversaciones se convirtió en un suave zumbido de entusiasmo. En un rincón, vi a Marco, quien estaba organizando algunos detalles finales. Se acercó a mí con una sonrisa.
—Todo se ve increíble, Marck. Estás haciendo un gran trabajo.
—Gracias, Marco. Esto es solo el comienzo. Recuerda, debemos mantenernos alertas.
Finalmente, llegó el momento del discurso. Subí al escenario improvisado, el corazón latiendo con fuerza mientras miraba a la multitud. Tomé un respiro profundo antes de comenzar a hablar.
—Bienvenidos a la inauguración de la sucursal de Textil Bonelli en Florencia. Hoy no solo celebramos un nuevo capítulo para nuestra empresa, sino que también damos la bienvenida a un futuro lleno de oportunidades y crecimiento.
Mientras hablaba, noté cómo algunos de los invitados comenzaron a murmurar sobre nuestra competencia. Sabía que esa información era crucial. Sentí que mi mirada se enfocaba en cada rostro, buscando a Fabián en la multitud, aunque sabía que no estaba allí.
—Estamos aquí para demostrar que, aunque venimos de un lugar lejano, estamos comprometidos con la excelencia y la innovación. En cada prenda que producimos, hay un pedazo de nuestra historia y nuestro deseo de hacer las cosas bien.
La ovación fue cálida, y al bajar del escenario, varios empresarios se acercaron para felicitarme. Entre ellos, un hombre mayor, conocido en el sector, me ofreció su mano.
—He oído grandes cosas sobre Textil Bonelli. Espero que podamos trabajar juntos en el futuro.
—Eso espero, señor. Estoy seguro de que juntos podremos lograr mucho.
Con cada conversación, sentía que el plan se iba ejecutando a la perfección.
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NARRADORA
La clase de Arte se iluminaba con la luz del sol que entraba a través de los grandes ventanales, creando un ambiente cálido y acogedor. Zaira estaba sentada en la segunda fila, absorta en sus apuntes, su lápiz resbalando rápidamente sobre el papel mientras intentaba capturar cada palabra del profesor. Era un día de repaso, y la anticipación por los exámenes finales del semestre comenzaba a sentirse en el aire.
El profesor Martínez, un hombre de mediana edad con cabello canoso y una mirada intensa, se encontraba de pie frente a la clase. Sus manos estaban llenas de color, resultado de sus propias obras de arte, y su entusiasmo por el tema era contagioso. Con un gesto amplio, atrajo la atención de todos.
— Buenas tardes, clase —comenzó, su voz resonando con un aire de autoridad y pasión—. Como saben, ya estamos a solo una semana de los exámenes finales. Es el momento perfecto para repasar todo lo que hemos aprendido este semestre y asegurarnos de que estén listos para demostrar sus conocimientos.
Zaira se enderezó en su asiento, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Había trabajado duro en sus proyectos y esperaba que su esfuerzo se reflejara en su desempeño. Observó cómo el profesor escribía “Repaso para el Examen Final” en la pizarra, seguido de una lista de temas clave.
— Este semestre hemos explorado diversos movimientos artísticos, desde el surrealismo hasta el arte pop —continuó Martínez, señalando la pizarra—. Quiero que piensen en las obras que hemos estudiado y en cómo cada artista ha influido en la cultura contemporánea. Recuerden, el examen no solo se centrará en hechos, sino en su capacidad para analizar y criticar. Quiero que sean críticos y reflexivos, no solo memoristas.
Zaira asintió, tomando nota de la importancia de la crítica en el examen. A su alrededor, sus compañeros murmuraban, algunos intercambiando apuntes y otros revisando sus propios cuadernos. La ansiedad de los exámenes se hacía evidente, pero también había un aire de camaradería, un entendimiento común entre los estudiantes.
— También quiero que piensen en sus propios trabajos —añadió el profesor, mirando a cada uno de ellos con atención—. ¿Cómo se relacionan con lo que hemos discutido? En su examen práctico, tendrán la oportunidad de presentar una obra original y explicarla en el contexto de las teorías que hemos abordado.
Zaira se sintió emocionada por esa parte del examen. Siempre había encontrado su voz a través de la pintura, y la idea de presentar su obra la llenaba de energía. A menudo, había pensado en cómo sus experiencias personales influían en su arte, y ahora tendría la oportunidad de compartir eso con su profesor y compañeros.
— Recuerden, el examen práctico es una parte crucial de su evaluación final, así que asegúrense de dedicarle tiempo —continuó Martínez—. Si tienen alguna pregunta sobre el contenido o sobre el formato del examen, no duden en acercarse a mí. Estoy aquí para ayudarles.
Zaira levantó la mano, sintiendo la necesidad de aclarar un par de dudas sobre el estilo que había elegido para su proyecto.
— Profesor, ¿puede darnos más detalles sobre lo que se espera en la presentación? Quiero asegurarme de que mi enfoque esté alineado con lo que hemos aprendido.
Martínez sonrió, contento de ver el interés de sus estudiantes.
— Claro, Zaira. Durante su presentación, querrán incluir una breve introducción sobre su obra, seguido de un análisis de las técnicas y estilos que han influido en su trabajo. Asegúrense de conectar su arte con los movimientos que hemos estudiado. Eso no solo mostrará su comprensión del material, sino también su capacidad para aplicar esos conceptos.
Zaira anotó rápidamente sus ideas, sintiéndose más segura a medida que escuchaba. A pesar de la presión que implicaban los exámenes, la pasión por el arte y la oportunidad de expresarse la motivaban a seguir adelante. La clase continuó, y mientras el profesor Martínez compartía ejemplos de trabajos pasados, Zaira no podía evitar sonreír, entusiasmada por lo que estaba por venir.
Después de que terminó la clase, Zaira y Valentina salieron del salón. Las risas y murmullos de los estudiantes que los rodeaban parecían desvanecerse mientras sus pensamientos giraban en torno a los exámenes.
— ¿Qué te parece si hoy vamos a mi casa después de clases? Aprovechamos para estudiar —sugirió Valentina con entusiasmo, jugando con su cabello mientras caminaban.
Zaira dudó, mordiéndose el labio.
— No puedo... Tendría que pedirle permiso a mis hermanos o mi padre, y cuando están trabajando no les gusta que los molesten —respondió, mirando hacia el suelo mientras pensaba en la posible reacción de su familia.
Valentina frunció el ceño, sorprendida.
— ¿Y tu mamá? ¿No te puede dejar ir?
— Sí, pero en estos momentos está ocupada. Dudo que me conteste; la mayor parte de su tiempo se la pasa trabajando en una organización local dedicada a rescatar y rehabilitar animales maltratados. —dijo Zaira, sintiendo orgullo.
Valentina sacudió la cabeza, riendo suavemente.
— Oye, pero ya no eres una niña, Zaira. No tienes que estar pidiendo permiso para todo.
Zaira soltó un suspiro, asintiendo levemente.
— Lo sé... Pero mi papá y mis hermanos son algo sobreprotectores. Me gustaría irme de casa y independizarme, a veces siento que necesito un poco de espacio.
Valentina levantó una ceja, intrigada.
— ¿Y por qué no lo haces? En la universidad ofrecen varias opciones de becas para estudiantes destacados —explicó Valentina, mientras caminaban—. Por ejemplo, hay becas basadas en méritos académicos que sería perfectas para ti, considerando tus calificaciones. Si mantienes un promedio alto, puedes calificar para una beca parcial o incluso completa, lo que cubriría tu matrícula y materiales. Imagínate: ¡las dos viviendo juntas! —exclamó, riéndose mientras soñaba con la idea de una vida compartida.
Zaira se rió también, aunque con un atisbo de preocupación en su mirada.
— No lo sé... No quiero dejar sola a mamá. A veces la siento triste.
Valentina se detuvo, mirándola con comprensión.
— Entiendo...Entonces, ¿qué te parece si vamos a tu casa y estudiamos hay? además, te ayudo a repasar lo que no entiendes.
Zaira sonrió.
— Está bien. —A medida que aceptaba, una chispa de emoción comenzó a surgir en su pecho—. Me gusta la idea.
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MARCK
Después de la inauguración, regresé a casa sintiendo una extraña satisfacción. Todo había salido a la perfección, justo como lo planeé. Había estrechado manos, hecho contactos importantes, y consolidado la presencia de Textil Bonelli en Italia. Sin embargo, mientras me quitaba el abrigo y lo dejaba sobre una silla, sabía que mi verdadero objetivo estaba apenas comenzando.
Me dirigí a la cocina, encendí la cafetera y, mientras el aroma del café fresco llenaba el aire, miré por la ventana. El jardín trasero estaba perfectamente cuidado.
Después de tomar mi café en silencio, decidí ir al despacho. Sabía que Fabricio me estaría esperando allí. Al entrar, lo vi sentado cómodamente en mi escritorio.
—¿Cómo te fue? —preguntó con una sonrisa astuta.
—De maravilla. Todo salió según lo planeado. —Respondí mientras me quitaba el reloj y lo dejaba sobre el escritorio.
Fabricio se levantó y me cedió el asiento, siempre con su aire informal. Me senté en mi lugar habitual, mientras él se acomodaba enfrente de mí, colocando dos carpetas gruesas sobre la mesa. La miré de reojo, pero me centré en él por un segundo.
—¿Cómo lo hiciste tan rápido? —pregunté, sabiendo que la información que me había prometido debía ser extensa y detallada.
Fabricio se encogió de hombros con una sonrisa socarrona.
—También tengo mis contactos, Marck. —Su tono despreocupado nunca cambiaba.
Abrí la carpeta y comencé a revisar las fotografías y la información de varias mujeres. Cada una con detalles precisos: nombres, ocupaciones, lugares de residencia, incluso rutinas diarias. Era impresionante. Pasé de página en página hasta que, al llegar a la segunda carpeta, la vi. Ella . La chica que me había encontrado hace unos días atrás, la misma que no podía quitarme de la cabeza.
No pude evitar sonreír al verla.
Fabricio, quien me observaba atentamente, levantó una ceja.
—Con esa sonrisa, puedo suponer que la encontraste, ¿no? —comentó con su tono habitual.
—Sí. —respondí mientras tomaba la foto en mis manos. Sus ojos verdes, su expresión tranquila y su elegancia eran innegables. Era como si el destino me la hubiera puesto en el camino.
Fabricio, siempre curioso, tomó la carpeta y empezó a leer la información en voz baja. Lo vi fruncir el ceño de repente, su expresión de calma cambiando a una mezcla de sorpresa y preocupación. Levantó rápidamente la mirada hacia mí, su tono ahora serio.
—¿Qué pasa? —pregunté, extrañado por su cambio repentino.
—Marck… —Fabricio se aclaró la garganta—. Esta mujer es Zaira Ocampo, la hija de Fabián.