Entre Las Sombras Y Poder

El motor del coche rugía mientras Alessandro y Luca se deslizaban por las estrechas y serpenteantes carreteras que salían del refugio. La tranquilidad que habían experimentado en ese escondite había quedado atrás, y ahora, lo único que quedaba era la urgencia de huir. La noche se cernía sobre ellos, oscura y sin estrellas, como si la misma naturaleza estuviera conspirando para ocultarlos.

Luca, sentado en el asiento del copiloto, mantenía sus ojos fijos en el camino. Aunque había confiado en Alessandro cuando le había prometido seguridad, ahora no podía evitar sentir el miedo reptando por su piel. No sabía quién los perseguía ni cuán lejos o cerca estaban, pero la gravedad en la mirada de Alessandro era suficiente para hacerle entender que el peligro era real.

—¿Quiénes son? —preguntó finalmente Luca, rompiendo el silencio tenso que había llenado el coche desde que habían partido.

Alessandro, que había estado concentrado en la carretera, le dirigió una mirada fugaz antes de responder.

—Una facción rival, los Costanza. Han estado buscando maneras de debilitarnos durante meses. —Apretó el volante con más fuerza—. Y ahora saben que tú eres mi punto débil.

Luca tragó saliva. Ser el "punto débil" de Alessandro lo ponía en una posición vulnerable. No solo estaba huyendo por su vida, sino que sabía que ahora también era una ficha estratégica en una guerra mucho más grande que él mismo.

—¿Y cómo nos encontraron tan rápido? —continuó Luca.

—Eso es lo que no entiendo. Este refugio es uno de mis lugares más seguros, y solo mis hombres más cercanos saben de su existencia —dijo Alessandro, con una expresión de ira contenida—. Alguien tuvo que haber filtrado la información.

La traición estaba en el aire, palpable, pero no había tiempo para investigarla ahora. Alessandro aceleró, con los faros del coche iluminando la oscura carretera de montaña. En el asiento trasero, dos de los guardaespaldas de Alessandro estaban en alerta, comunicándose en voz baja a través de radios. La tensión era palpable.

—¿Cuánto tiempo tenemos hasta que lleguen? —preguntó Alessandro a uno de ellos.

—No lo sabemos con certeza —respondió uno de los hombres, revisando el dispositivo GPS que tenía en mano—. Pero estimamos que están a menos de veinte minutos detrás de nosotros.

Luca sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Veinte minutos. No era mucho tiempo, y las opciones de escape parecían reducirse con cada kilómetro que avanzaban.

—Hay un camino alternativo hacia la ciudad —sugirió Luca, recordando los mapas que había visto antes de salir de Verona. Quizás, con un poco de suerte, podrían despistarlos.

Alessandro asintió, considerando la opción.

—Podemos intentarlo, pero si nos desviamos demasiado y fallamos, podríamos quedar atrapados sin salida.

El sonido de las ruedas derrapando ligeramente en una curva cerrada hizo que Luca se aferrara al borde del asiento. El miedo seguía presente, pero al mismo tiempo, algo más empezaba a crecer dentro de él. La adrenalina de la persecución, el peligro inminente, todo lo hacía sentir vivo de una manera que no había experimentado antes. Estar junto a Alessandro, enfrentando ese riesgo, lo conectaba aún más con el alfa, como si cada segundo de peligro los uniera de una forma invisible pero inquebrantable.

El coche siguió avanzando a toda velocidad, pero Luca no pudo evitar girarse y mirar a Alessandro. Había algo en la calma controlada del capo que lo fascinaba. Incluso en medio del caos, Alessandro seguía siendo imponente, decidido, como si nada pudiera desviar su voluntad. Luca lo observó por un momento más, preguntándose si la conexión entre ellos iba más allá del destino. Había una atracción entre ellos que no solo se basaba en el vínculo físico o en las circunstancias, sino en algo más profundo, más esencial.

—Confía en mí, Luca —dijo Alessandro de repente, sin apartar la vista del camino—. Lo que sea que venga, lo enfrentaremos juntos.

Antes de que Luca pudiera responder, un fuerte estruendo interrumpió el momento. El coche dio un violento tirón hacia un lado, y Alessandro luchó por mantener el control del volante. Algo había golpeado la parte trasera del vehículo.

—¡Nos están alcanzando! —gritó uno de los guardaespaldas, sacando su arma y mirando por la ventana trasera.

El sonido de más disparos resonó en la noche, y Alessandro maldijo en voz baja mientras viraba bruscamente para tratar de perder a sus perseguidores. Luca sintió su corazón latir a mil por hora mientras el coche zigzagueaba por la carretera.

—¡Aguanta, Luca! —ordenó Alessandro, mientras él y sus hombres comenzaban a devolver el fuego.

El coche rugía con fuerza mientras Alessandro pisaba el acelerador al máximo. Las luces de los coches enemigos los seguían de cerca, sus faros brillando como depredadores en la oscuridad.

Luca, con el cuerpo tenso por la situación, se aferró al asiento, sintiendo el frío de la realidad que los envolvía. Estaban en peligro real, y sus opciones se agotaban rápidamente.

Pero justo cuando parecía que todo estaba perdido, Alessandro giró bruscamente hacia un desvío inesperado, tomando una carretera secundaria que parecía no haber sido usada en años. Los perseguidores se vieron obligados a frenar bruscamente, perdiendo terreno en el proceso.

—No durará mucho —dijo Alessandro, su mirada fija en la carretera—. Necesitamos un plan.

Luca lo miró, respirando con dificultad, y comprendió que estaban más allá de cualquier plan simple. Esto era una guerra, y ellos estaban en el centro de ella.

Pero una cosa era clara: mientras estuvieran juntos, no iban a rendirse.