La joven, cuyo corazón había sido destrozado por la crueldad de aquellos que una vez habían sido sus seres queridos, ahora caminaba por un sendero de venganza. Había perdido todo: su hogar, su familia, su inocencia. La amargura y el dolor habían dado paso a una sed de justicia, que la impulsaba a buscar a aquellos que le habían arrebatado todo. Sin embargo, el destino, que parecía tener un plan propio para ella, nuevamente la pondría a prueba. La joven se encontraría cara a cara con su pasado, y debería enfrentar las sombras que la habían perseguido durante tanto tiempo. ¿Podría encontrar la fuerza para perdonar y seguir adelante, o la venganza la consumiría por completo? Eso solo el tiempo lo diría.
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capítulo 11
Unos días después, el palacio se convirtió en un lugar completamente diferente. Todos los que habían vivido allí antes se marcharon, y una nueva gente ingresó. Los ministros y los siervos estaban agotados por los cambios que Narón había pedido, pero sabían que eran necesarios. Después de la muerte de su hermano, Narón no podía confiar en nadie, y junto a Milton, su mano derecha, habían tomado las riendas del palacio.
Narón, sobrepasado de trabajo, decidió retirarse a su habitación. Al entrar, un dulce aroma que venía detrás de las telas carmesí golpeó su nariz. Corrió las telas y, entre el vapor del agua caliente, Amalia se encontraba bañándose. Su cabello largo bailaba en el agua mientras recorría su piel.
"¿Qué haces aquí?", preguntó Narón, sorprendido.
Amalia lo miró y extendió su mano. "¿Me acompaña, majestad?"
Narón se sintió tentado, pero sabía que no podía ceder. "No", dijo, y se dio la vuelta para marcharse.
Pero Amalia no se rindió. "¡Espera, no te vayas! ¡No lo hagas, por favor!", gritó, y su voz se quebró.
Narón se detuvo y escuchó el chapoteo de agua. Amalia salió del baño y se acercó a él, sus ojos llenos de lágrimas.
"Todo este tiempo he estado tan sola", dijo. "Tú sabes que no nos amábamos".
Narón asintió. "Sí, lo sé. Pero eso no cambia las cosas. Amalia, vete por favor".
Pero Amalia no se movió. Se acercó más a Narón y tocó su espalda, subiendo hasta sus hombros. "No me iré", susurró al oído de Narón. "Porque tú lo deseas igual que yo".
Y con eso, Amalia besó el cuello de Narón, y todo su cuerpo vibró. Narón intentó aguantar el fuego que sus caricias levantaban en él, pero no pudo contenerse. Un suave gemido salió de su garganta.
"Al demonio", dijo, y tomó el cuello de Amalia bruscamente, besándola de manera insaciable. Amalia saltó, poniendo sus piernas alrededor de la cintura de Narón, mientras él devoraba cada centímetro de su piel.
"¡Ah...mmm, no te detengas!", gritó Amalia, perdida en la pasión.
La noche había sido intensa, y los gemidos de Narón y Amalia habían resonado por los pasillos del palacio. Aunque sabía que esto era el inicio de algo, quizás bueno o malo, el deseo de sus cuerpos al rozarse era irresistible.
Pero la realidad lo golpeó de nuevo al día siguiente. Aún no habían encontrado al asesino de su hermano, y la coronación era inminente. Narón sabía que debía casarse antes de asumir el trono, pero la idea de tomar a una mujer como esposa le parecía insoportable. Amalia, por otro lado, se había convertido en una gran compañera, pero sabía que no podía tomarla como esposa. La sociedad no lo permitiría.
Mientras Narón se debatía en sus pensamientos, un golpe en la puerta lo interrumpió. "Majestad, traemos importantes noticias", dijo uno de los soldados. "Hemos encontrado a un sospechoso gracias a un testigo".
Narón se sintió un gran alivio. Por fin, podrían encontrar al asesino de su hermano. "Traigan al testigo", ordenó. "Del resto me encargaré personalmente".
Con una furia de venganza que se apoderó de todo su cuerpo, Narón se dirigió al calabozo. Los soldados lo miraron desconcertados, pero al ver su mirada se apresuraron a obedecer.
Al llegar al calabozo, Narón vio al sospechoso arrodillado a sus pies. "Suéltalo", ordenó. Los soldados desataron las cadenas, y el hombre se puso de pie.
"¿Por qué lo haces?", preguntó el hombre. "¿Quieres morir también?"
Narón sonrió irónicamente. "Me parece un acto muy cobarde matar a un hombre que está encadenado sin poder defenderse".
El hombre se sintió enfurecido. "Si buscas sacar información, pierdes tu tiempo"
Naron se acerca lentamente "Me dirás lo que sabes y por qué lo hiciste, o te mutilaré poco a poco".
Unos minutos más tarde gritos desgarradores se oyen desde el lugar.
"No sé su nombre", dijo el hombre. "No lo he preguntado. Solo cumplo y cobro. Me dieron mucho dinero por ello, y lo único que recuerdo es que estaba cubierto con una capa negra y llevaba un anillo con un halcón".
Narón se sintió decepcionado. No había obtenido la información que necesitaba. Justo entonces, uno de los soldados entró en el calabozo. "Majestad, el testigo ya está en camino".
Narón se sintió un poco más tranquilo. Quizás, después de todo, podrían encontrar al asesino de su hermano. Narón termina el trabajo cortando la cabeza del hombre y la sangre corría por su uniforme, y se dio cuenta de que necesitaba lavarse y cambiarse de ropa.
"Este es el inicio".
El reencuentro con su amado está muy próximo