La Rebelde Mila Y El Mafioso.

De pronto siento que estoy dormida y me encuentro en un sueño, es que todo parece tan irreal, de verdad este hombre es Horacio, qué idiota me vi por un segundo, hasta le pedí matrimonio a un hombre que en este momento no tengo ni la más mínima idea de quién es.

Con los ojos vendados, y las manos atadas es como me transportan en este auto, sé que él no está aquí, no siento su olor ni su voz, solo puedo escuchar las voces de los hombres que van conmigo.

No vale la pena luchar, para que si nada puedo hacer, lo único que haría sería cansarme y no vería la forma de salir de esta situación.

Tan pronto como lo pensé, el matrimonio con el conde papacito no estaba tan mal después de todo, y en lo único que puedo pensar es en mi papá diciendo: <¡te lo dije!, ¿por qué nunca me haces caso?>

A todas estás, ¿quién será la mujer que me miró con esa cara de perra celosa?, creo que los nervios me tienen pensando en cualquier estupidez.

Hemos rodado por mucho tiempo, parece una eternidad, ¿para dónde carajos me llevan?, ¿qué pretenden?

El auto se detiene, por fin, por fin vamos a saber qué está pasando, ¿será solo una fachada para evitar que me case?

—bájala—escucho que alguien dice.

Me toman del brazo y me ayudan a bajar, no me sueltan las manos, ni me quitan la venda de los ojos.

Escucho puertas abrirse, no puedo caminar bien, este vestido es superincómodo, es muy largo y pesado, deseó quitarlo.

—Aquí estarás hasta que el jefe venga a verte—me quitan la venda y sueltan mis manos.

—¿Dónde estoy?, ¿quiénes son ustedes?

—No podemos decirle nada, solo espere en un rato vendrá mi jefe, en el armario hay ropa y lo que necesite—Parecen los hombres de mi papá.

Ellos salen de la habitación, la miro por todos lados, miró por la ventana, es inmensa por aquí podría escapar, lo único malo es que tiene rejas, qué inteligente de su parte.

No quería hacer nada, solo esperar que Horacio aparezca y me dé una explicación razonable.

Termino por quitar el vestido, y entrar en la ducha, me doy un baño y busco algo que usar, miró y hay varios cambios de ropa, elijo un conjunto deportivo parecido al que me dio el otro día, la ropa es nueva, y bonita, tiene buenos gustos.

Voy a la cama y espero, nadie aparece, estoy comenzando a impacientarme, no me gusta estar encerrada, no me gusta que me tengan así.

Voy a la puerta y le doy varios golpes con la intención de que alguien me escuche.

—Horacio, Horacio, ven aquí, dame la cara cobarde—Le doy golpes a la puerta, hasta una uña se me rompió.

Vuelvo y me acuesto en la cama en posición fetal, tal parece que me dejaron abandonada, escucho el cerrojo de la puerta y me siento de inmediato, no es Horacio, es el mismo hombre que me dejó aquí, se hace paso para que entre una mujer no tan mayor, pero de unos 50 años tal vez.

—Buenas, supongo debe tener hambre, lleva mucho tiempo aquí—me sonríe—el patrón me envió para que le diera de comer.

—¿Dónde está Horacio?

—¿Horacio?, ¿quién es Horacio?—Se mira confundida.

—Bueno, no sé qué sé yo quien diablos es, es el mismo cobarde que me trajo aquí y no me ha dado la cara.

—Señorita, disculpe aquí no hay ningún hombre con ese nombre, por favor termine de comerse todo—Sale de la habitación, voy a comer, o sea estoy nerviosa, preocupada, pero tengo hambre.

Después de comer lo que me trajeron, me quedo dormida, solo espero que todo esto se acabe pronto.

Despierto, asustada, desorientada, no sé dónde estoy, veo el ventanal y está bastante oscuro, seguro es tarde.

La puerta se abre de nuevo y entra el mismo hombre que me trajo.

—Vamos, el jefe te quiere ver.

—Por fin ya era hora, no entiendo por qué tanto drama.

Me da lado para que pueda salir, así lo hago, caminamos por un largo pasillo, está casa, parece sola, tiene muchos cuadros, los muebles de la casa están cubiertos por una sábana blanca, ¿qué será este lugar?

El hombre abre una puerta doble dejando ver a Horacio detrás de un escritorio, el espacio parece una biblioteca.

—Horacio, ¿qué está pasando?, ¿por qué me traes aquí?, nosotros tenemos un trato.

—Hola Mila, siento mucho la forma en la que te traje, no fue mi intención lastimarte, pero las cosas tenían que ser así.

—¿De qué hablas?, ¡no entiendo!, ah ya sé dé aquí me vas a enviar a América, es eso—Digo incrédula de lo que sucede.

—Kenán, ¿por qué no me avisaste que estarías aquí?—Entra la mujer que vi temprano.

—Jessy te dije que esto lo haría yo solo.

—No mi amor, esto es de los dos, ni creas que te vas a quedar solo con esta niñita—me mira mal.

¡kenán!, ¿cómo que kenán?

—Horacio, ¿qué sucede aquí?— la mujer comienza a reír.

—Tan ingenua la niña, pienso que el dinero a veces le atrofia el cerebro, a la gente—vuelve a reír.

—Aquí la única que tiene el cerebro atrofiado eres tú, ridícula, acomplejada porque no tienes dinero, aquí la única con la mente pequeña eres tú.

—Basta— interviene Horacio cuando ella se acerca a mí, no soy ninguna tonta, si ella quiere pelea la va a tener.

—Horacio explícame qué sucede—me esquiva la mirada, ¿qué le sucede?

—Yo te explico querida, aquí este hombre es Kenán Keller, hijo de un mafioso de Suecia, y tu princesita estás secuestrada.

¡¿Qué?, no puede ser!

—Horacio, ¿es cierto?—Los ojos se me llenan de lágrimas.

—Así es Mila, tú fuiste muy fácil, eres muy confiada, te entregaste en bandeja de plata, lo que debió ser una estera de muertos, resulto fácil—Sus ojos parecen vacíos.

—¡Eres un maldito!, ¡eres un cochino!—me lanzó sobre él para golpearlo, sus hombres me van a detener, pero él no se los permite, le doy golpes en la cara en el pecho—¡maldito, maldito!