Damián Blackwood, es un Alfa dominante que ha construido un imperio oculto entre humanos, jamás pensó que una simple empleada pondría en jaque su autocontrol. Isabella, con su espíritu desafiante, despierta en él un deseo prohibido… pero lo que comienza como una peligrosa atracción se convierte en una amenaza cuando descubre que ella es su compañera destinada. Una humana...
Bajo la sombra de antiguas profecías y oscuros secretos, sus destinos colisionan, desatando fuerzas que nadie podrá contener.
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Comprobando una teoría
El trabajo en Blackwood Enterprise no daba tregua ni descanso, mucho menos después de que Damián Blackwood habiendo sido convencido por Marcus, su amigo y mano derecha, decidió otorgar al equipo creativo la oportunidad de presentar una nueva propuesta. Una semana era el tiempo que les había dado.
De más está decir que Selene estaba con el enojo más allá de las nubes, y estaba decidida a comprobar que su teoría de que el CEO tenía un problema específico con las propuestas que ella presentara no era pura imaginación suya, entonces le propuso a Alán, uno de sus compañeros, que presentara la misma propuesta que ella había presentado días atrás, le aseguró que no habría problemas con que la declarara como suya.
El joven, que sabía que la propuesta de Selene era sumamente viable aceptó de inmediato, pues la muchacha tenía valores muy firmes y siempre cumplía con su palabra.
Así que cuando llegó el día de presentar la propuesta nuevamente, todo el equipo de trabajo se reunió en la sala de juntas.
Obviamente, el CEO estaba a la cabecera de la mesa, Damián Blackwood dominaba la escena con su imponente presencia. Su porte impecable, el traje perfectamente entallado y la expresión seria que jamás abandonaba su rostro, lo convertían en una figura que inspiraba respeto y, para algunos, temor. Sus ojos azules recorrieron con severidad a los presentes hasta detenerse en Selene.
Desde el momento en que Alán comenzó con la presentación de su propuesta, el CEO le dedicó toda su atención, por momentos afirmaba con la cabeza, en otros tomaba alguna que otra nota.
Selene observaba cada una de sus reacciones y sabía perfectamente cuál sería el resultado de la reunión.
La tensión en la sala de reuniones se podía cortar con un cuchillo.
La muchacha mantenía una expresión neutra, aunque por dentro sentía que la sangre le hervía. Frente a ella, Alán seguía exponiendo la propuesta, apoyándose en gráficos y proyecciones que Selene le había entregado, los mismos que en la reunión anterior el CEO no le había dado oportunidad de exponer.
Damián, sentado en la cabecera de la mesa, tamborileaba los dedos contra la superficie de madera pulida. Su mirada, como dos brasas intensas, se paseaba por algunos documentos mientras escuchaba a su director de ventas con aparente interés.
Cuando Alán finalizó, se hizo un breve silencio. Los ojos de Selene buscaron instintivamente a Damián, esperando, que diera su veredicto. La propuesta tenía muy buen alcance, era innovadora, con los mejores márgenes a largo plazo. Ella lo sabía porque había pasado noches ajustando cada detalle, anticipando objeciones, preparando respuestas.
Y ni siquiera se inmutó cuando Damián habló
—Excelente propuesta, Alán, aceptada.—dictaminó con firmeza, como si no hubiera discusión posible.
Las palabras cayeron como una sentencia. Breves. Contundentes.
Selene sintió que un nudo se le formaba en el estómago, pero lo disimuló a la perfección. No permitió que la decepción se reflejara en su rostro, aunque por dentro una furia silenciosa empezaba a bullir con fuerza creciente. Su postura siguió recta, profesional, aunque en su mente la aceptación de la propuesta se repetía una y otra vez.
Lo peor de eso era que desde hacía un par de presentaciones atrás, las objeciones de Damián parecían cebarse con sus propuestas. No importaba cuánto respaldo técnico tuviera, ni los análisis exhaustivos que presentara. Él las descartaba con la misma indiferencia con la que acababa de elegir la opción que acababa de presentar Alán, que no era otra más que la suya.
—¿Algún comentario? —preguntó Damián, cruzando la mirada con cada uno de los presentes, deteniéndose apenas un segundo sobre Selene.
Ella sostuvo su mirada, firme, casi desafiante.
—No de mi parte—respondió la muchacha con voz serena, aunque debajo de la mesa, sus uñas se clavaban discretamente en la palma de su mano.
No iba a darle el gusto de verla flaquear.
Damián asintió, dando por concluida la reunión. Los asistentes comenzaron a levantarse, recogiendo sus cosas entre murmullos, ya que más de uno se dio cuenta de que la propuesta de Alán era igual a la de la semana anterior.
Mientras Alán se marchaba con una sonrisa y una mirada de agradecimiento hacia su compañera, Selene sintió que la rabia le quemaba por dentro como una brasa encendida. No era solo la frustración profesional. Era algo más profundo, una sospecha creciente de que Damián Blackwood no estaba siendo objetivo. De que, por alguna razón que se escapaba de su comprensión estaba decidido a llevarle la contraria.
¿Qué demonios tiene en mi contra?, pensó, respirando hondo para calmarse.
Toda la situación le era desconcertante.
Por su parte Damián, se había quedado en su asiento, pensativo, tratando de entender la actitud de la joven, él se había enfrentado a muchos empleados antes, a socios de la junta, a rivales, a directores ejecutivos de otras compañías, incluso a otros Alfas que pretendían desafiar su autoridad. Pero ninguno había despertado en él ese nivel de irritación que sentía cuando ella le sostenía la mirada sin mostrar un ápice de temor.
"Que mujer más irritante", pensó con una mueca que no supo si era una sonrisa o un gruñido reprimido.
Se levantó de la silla, caminó hacia la ventana y cruzó los brazos sobre el pecho, contemplando las nubes que comenzaban a teñirse de un gris tormentoso. El clima le resultaba casi simbólico. En el fondo, sabía que ella tenía razón en algunos puntos, pero aceptar sus ideas directamente significaría ceder terreno en una batalla silenciosa que ninguno de los dos estaba dispuesto a perder.
Marcus, que seguía en la oficina, lo miró con gesto socarrón.
—¿Si te diste cuenta de que era la misma propuesta de la última vez?¿verdad? —indagó. Damián lo observó como pidiéndole que no siguiera.
Pero como Marcus además de su Beta, era su mejor amigo y lo conocía desde hacía casi un siglo no se quedó callado.
—¿Sabes qué es lo peor de todo? —comentó, acercándose con una carpeta en la mano, su amigo lo miró a través del vidrio del ventanal sabiendo que aunque él no le preguntara Marcus igual hablaría— Que en el fondo te agrada que te lleve la contraria.
—¡No digas tonterías! —replicó Damián de inmediato, pero su tono no tenía la convicción de otras veces.
Marcus dejó la carpeta sobre el escritorio con un golpe suave.
—Puedes engañar a todos, Damián. Pero no a mí —dijo, saliendo de la oficina antes de que el Alfa pudiera responder.
La tarde cayó lentamente sobre la ciudad. En su oficina, Selene revisaba los últimos informes con la mandíbula apretada. El malestar de la reunión no la había abandonado, pero en su interior, una chispa de rebeldía crecía con fuerza.
¡Mis felicitaciones y agradecimiento por este nuevo regalo de tu fértil imaginación!
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