Novela Ligera de Aventura y Artes Marciales
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Epílogo del Capítulo 10 – Entre Cenizas y Silencio
Ya caía la noche sobre los terrenos de la academia. Las antorchas iluminaban los pasillos con una luz cálida, y el bullicio del coliseo comenzaba a desvanecerse en ecos lejanos.
Han Fei, aún vendado y cubierto de polvo, se sentó en el borde de una fuente del jardín interior. El agua cristalina reflejaba la luz de las estrellas. Su respiración era pausada, pero su mente seguía agitada. Cerró los ojos, dejando que el murmullo del agua calmara el latido aún acelerado de su corazón.
—Lo lograste —dijo una voz suave tras él.
Fei giró apenas la cabeza. Lin Yueran se acercaba con pasos tranquilos, llevando en la mano una pequeña botella de medicina. Sin decir más, se sentó a su lado y le ofreció la medicina sin mirarlo directamente.
—Gracias… por antes —murmuró Fei mientras tomaba la botella.
—No me agradezcas. Solo quería ver si estabas listo para enfrentarlo —respondió Yueran. Luego, en un tono más bajo—. Pero, al verte hoy… también recordé por qué decidí luchar por mis propias razones.
Hubo un silencio cómodo entre ambos. El tipo de silencio que solo comparten quienes han estado en el mismo campo de batalla, aunque en lados opuestos.
—Tu fuego… no era solo poder —dijo ella tras un rato—. Era una decisión. Cada paso, cada golpe, cada palabra que dijiste… no eran solo para vencer a Duan. Eran para ti mismo.
Fei asintió con una leve sonrisa.
—Por primera vez, sentí que estaba eligiendo algo con todo mi ser. No importaba si ganaba o perdía… solo necesitaba demostrarme que podía decidir quién soy.
—Y eso es más fuerte que cualquier linaje.
Yueran se levantó, mirándolo desde arriba con una expresión serena.
—Descansa. Vendrán cosas peores… pero también vendrán cosas hermosas. No te pierdas ninguna de las dos.
Y, sin esperar respuesta, se alejó caminando entre la niebla nocturna.
Fei la observó irse. Luego miró sus propias manos, las mismas que ardieron en llamas azules horas antes. Ahora estaban quietas, templadas… pero no apagadas.
Cenizas no significan final.
Se puso de pie. Aún temblaba un poco, pero dentro de él, el fuego seguía encendido.
Ecos del Resurgir
En lo alto de la Torre del Viento, donde las estrellas tocaban casi los tejados y el aire era tan frío como el filo de una espada, dos figuras contemplaban en silencio el coliseo vacío. Las luces se habían apagado, pero el eco de los combates aún flotaba en el ambiente como brasas que se niegan a extinguirse.
—Entonces… ya despertó —dijo el director, con los brazos cruzados a la espalda.
El maestro a su lado no respondió de inmediato. Sus ropas oscuras se movían suavemente con el viento, y su rostro permanecía oculto entre sombras, como si se negara a ser recordado por completo.
—No del todo —respondió al fin, con una voz grave y tranquila—. Pero el fuego está encendido… y el mundo empezará a sentirlo.
—¿Crees que pueda controlarlo?
—Eso depende. No solo de él… sino de los que lo rodean. De si logra mantenerse fiel a sí mismo o si la herencia que corre por su sangre termina por devorarlo.
El director asintió lentamente.
—Los antiguos sellaron el linaje del Dragón sin Nombre por miedo… miedo a lo que representaba. Poder sin forma, voluntad sin límite. Pero ahora, ese linaje ha resurgido en un muchacho sin pasado, sin recuerdos… pero con algo que muchos de sangre noble jamás tuvieron: elección.
El maestro misterioso miró al cielo, donde una estrella titilaba más intensamente que las demás.
—El consejo se moverá. Buscarán encerrarlo, eliminarlo o usarlo. La verdadera guerra apenas comienza, y ni siquiera ellos saben contra qué están jugando.
—¿Y tú? —preguntó el director sin mirarlo—. ¿Seguirás entrenándolo?
—Hasta donde su fuego lo lleve —respondió el maestro, y luego, en un susurro apenas audible—. O hasta que se convierta en aquello que tanto temen.
Una ráfaga de viento cruzó la torre, y cuando el director giró para responder, la figura del maestro ya no estaba.
Solo el cielo quedó, profundo e inmenso, observando en silencio el despertar de un destino que cambiaría el mundo.