Los Hoffmann son una familia muy temida en todo California, están llenos de oscuros secretos. Por mala suerte, Helen una muchacha de 19 años que salió del orfanato al cumplir la mayoría de edad, cae en las garras de dicha familia, obligándola a casarse con el menor de los Hoffmann, quien la desprecia por parecerse a su prometida.
- ¿Por qué no entras? – escuchó la voz de Leonardo de tras de ella.
Levemente se dio la vuelta y lo vio, su rostro no le decía nada, era un cuerpo sin alma.
- Quiero observar la lluvia. – respondió ella abrazándose así misma.
- ¿Sabes cuánto tiempo y dinero hemos invertido en ti para que te vengas a enfermar? – preguntó él con el semblante duro, hundiendo sus ojos en los de ella.
- No. – Helen dejó de verlo y prefirió observar el jardín inundado por la tormenta que cada vez se hacia mas fuerte. – Ni quiero saberlo.
Leonardo llevó la mano a su frente. Qué carajos había pasado por la cabeza de su madre, pensó. Caminó hacia donde ella y tomándola del brazo para que lo vea le dijo.
- Quiero que subas a tu habitación y te quedes ahí. No pienso perder más dinero en una persona tan deplorable como lo eres tú. – esas palabras salieron de sus labios como si escupiera lava. Mirándola fijamente a los ojos decidió llamar a Claudia, a la vez que un gran relámpago se escuchaba en todo el lugar. - ¡Claudia! – gritó con fuerza y el sonido del relámpago volvió a escucharse.
Para Helen esa escena fue terrorífica, escucharlo gritar al mismo tiempo que el estruendo, se asemejó mucho al llamado del demonio. Contuvo su miedo, mirándolo fijamente a los ojos y sin parpadear se mantuvo seria ante él.
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¿A qué has venido, Valeria?
Camina a mi lado, Valeria. – dijo Margaret entrando en el jardín. Helen llegó a la hora prevista, en todo el camino no hacía más que pensar en aquella sombra que quería entrar en su habitación, pero dejó de pensar en aquello cuando Margaret preguntó. - ¿A qué has venido, Valeria? – dijo de repente, eliminando toda clase de dulzura en su rostro, donde sus arrugas daban muestra de que estaba molesta y sus ojos dejaban ver algo de furia.
- Abuela. – dijo Helen con naturalidad. – estoy aquí porque me lo haz pedido. Además he regresado para casarme con Leonardo, es mi deber hacerlo.
- No. – dijo firme, aquella voz de una anciana dulce y alegre, ahora se transformaba en una voz fría y seca. – no quiero escuchar la respuesta que estuviste estudiando, te lo vuelvo a preguntar ¿A qué has venido?
- Abuela yo..yo. – Helen se puso nerviosa, no sabía a qué se refería Margaret con esa pregunta, por un momento llegó a pensar que la habían descubierto.
Torpemente se enredó entre el pasto y cayó al suelo lastimándose con unas ramas.
Margaret cerró los ojos y llevó la mano a la frente al ver a Helen tirada en el piso y llena de polvo.
- Responderás a esa pregunta después. – dijo viendo a la muchacha, Helen decidió verla, era un cachorro asustadizo donde esos ojos marrones cada vez eran más claros. – Liam. – llamó al mayordomo y él fue de inmediato al escucharla. – ayuda a Valeria, llévala a su habitación y llama al doctor para que la revise.
Liam vio a la muchacha aún tirada en el suelo, con ayuda del personal la llevaron a la antigua habitación de Valeria y la dejaron en la cama con mucho cuidado.
- Sólo son rasguños. – dijo el doctor desinfectando las heridas que se había hecho en el brazo. – cicatrizaran pronto ¿Puedes subir más la manga de tu vestido? Necesito limpiar esa parte.
- Claro. – respondió Helen y recogió la manga un poco más para que el doctor pueda desinfectar las heridas por completo.
El doctor empezó hacer su trabajo. Margaret estaba frente a ellos observando, pero sus ojos se concentraron más en aquel lunar que Helen llevaba sobre la piel. Empezó a recordar sí Valeria lo tenía o si alguna vez lo tuvo.
- Listo. – dijo al terminar. – No te preocupes, para el domingo que te casas, no habrá señal de cicatriz en tu cuerpo. - sonrió al mismo tiempo que le daba unas palmaditas. - Unta esto todas las noches si deseas acelerar el procedimiento de cicatrización. – sacó de su bolso una pomada y Helen la tomó gustosa. – Señora Margaret. – dijo poniéndose de pie. - su nieta está bien, no fue nada grave, mi trabajo aquí ha terminado.
- Gracias por venir, Doctor Morgan. - dijo Margaret disimulando su mirada. – Lían, por favor acompañe al doctor hasta la salida.
Lían fiel como siempre, captó su orden y acompañó al doctor, dejando a solas a las mujeres.
- Abuela. – dijo Helen. – con respecto a la pregunta de hace un momento. – se había preparado para responder – yo...
- No es necesario que me respondas, sé a qué has venido. Siempre fuiste una muchachita obediente y quieres cumplir con el contrato familiar. – se acercó a ella y la abrazó. – bienvenida querida Valeria, quiero que sepas que cuentas conmigo si decides no casarte.
No casarse era lo que más deseaba en el mundo, pero estaba atada con los Hoffmann, su hermano era el que corría peligro. Olvidando su deseo más añorado y recibiendo aquel abrazo le dijo.
- No será necesario abuela, lo he dicho antes, lo hago porque realmente lo amo. - Helen fingiendo sonreír para que la señora Margaret no sospechara.
- De acuerdo, como tú lo digas. - sonrió Margaret aún abrazándola con mucha fuerza.
- Señora Wertheimer. – dijo el mayordomo interrumpiendo ese abrazo entre las mujeres. – el joven Leonardo ha venido por la señorita Valeria, la está esperando en la sala para llevársela.
- Ve cariño y salúdalo de mi parte. No podré bajar, es hora de siesta de tarde y como mayor tengo que cuidar mi salud. - Margaret se separó de ella, mientras la miraba muy sonriente.
- De acuerdo abuela, yo lo saludo de tu parte. – se despidió de ella y poco a poco se fue del lugar.
Margaret la vio alejarse, cuando desapareció por completo, se acercó donde Lían y le dijo.
- Toma esta parte de su cabello y mandala a analizarla, una prueba de ADN es más efectiva. – tenía un ligero cabello en sus manos, aprovechó aquel abrazó que le dio a Helen para arrebatárselo sin que ella lo sintiera.
- Como ordene señora Wertheimer, haré que lo revisen de inmediato, cuando tenga los resultado en mi poder, será la primera en verlos.
Margaret respiró de frustración, dejó a Liam y fue para su recámara, tenía que descansar. Su avanzada edad no le permitía tener emociones fuertes, ya tuvo una y eso por poco le quita la vida.