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El Maestro Encantador

El Maestro Encantador

Status: En proceso
Genre:Romance / Amor prohibido / Profesor particular / Maestro-estudiante / Diferencia de edad
Popularitas:1.3k
Nilai: 5
nombre de autor: Santiago López P

Nueva

NovelToon tiene autorización de Santiago López P para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 12:

Soy Leonardo López, tengo treinta y ocho años, nací en Salónica, Grecia.

Soy arquitecto de formación, pero nunca ejercí plenamente la carrera.

En el fondo siempre supe que lo mío no eran los planos que levantan edificios, sino los que forman mentes.

Por eso, después de terminar un Magíster en Diseño Arquitectónico, decidí dedicarme a la docencia.

Mi mayor orgullo

—aunque me costó sudor y varias negativas—

fue conseguir un lugar en la Università degli Studi di Firenze, UNIFI.

No fue fácil:

me rechazaron en un par de ocasiones, y más de una vez pensé en rendirme.

Pero la persistencia es algo que heredé de mi padre…

o quizá de mi madre, aunque ellos son el peor ejemplo de convivencia.

Mis padres están divorciados desde hace años, pero siguen compartiendo techo.

Es como un teatro absurdo:

viven juntos, pero se odian.

Discuten por todo, incluso por el número de veces que respira el otro.

Crecí entre gritos, silencios tensos y reconciliaciones que nunca llegaban a nada.

Esa atmósfera me enfermaba, me sofocaba.

Y como si eso no bastara, soy el mayor de cuatro hermanos…

cuatro almas que parecen haber nacido para llevarme la contraria.

Yo soy ordenado, meticuloso, disfruto verme bien, cuidar cada detalle, desde mi traje hasta el peinado.

Ellos, en cambio, son puro caos.

Muchas veces intenté marcharme de casa, pero siempre caía en la red de manipulación emocional de mi madre, que sabía cómo hacerme sentir culpable.

Hasta que un día dije basta.

Decidí forjar mi futuro lejos de todo ese ruido.

Ese futuro me trajo aquí.

El primer día de clases…

todavía lo recuerdo con claridad.

Apenas había estacionado mi Maserati cuando una estudiante casi impacta contra mí.

La vi venir en reversa, con torpeza, y admito que sí, ella tenía razón:

ese lugar lo había visto primero.

Pero yo iba contra reloj, y la paciencia nunca ha sido mi mayor virtud.

Me adelanté y ocupé el sitio.

La reacción de ella fue…

inesperada.

Una altanería digna de alguien que no suele callarse nada.

Me habló con una furia que, en el momento, me hizo pensar que estaba exagerando.

Sin embargo, a lo largo del día, la incomodidad me fue alcanzando.

No porque temiera a su carácter, sino porque entendí que, aunque sus formas no fueron las mejores, tenía razón.

Yo no había actuado bien.

Y no podía permitirme iniciar una relación con una alumna desde la injusticia.

Así que me disculpé.

Y, aunque sé que eso no borra lo sucedido, era lo correcto.

Ella…

Valeria Casas.

No sé por qué, pero desde ese instante su nombre se me quedó grabado.

Hablé con el Director de la facultad de arquitectura, le pedí un lugar exclusivo en el parqueadero.

Él accedió casi sin pensarlo, como si estuviera acostumbrado a concederme lo que pidiera.

Después recordé a aquella chica…

Valeria Casas.

Le mencioné su nombre y, al reconocerlo, el Director ni siquiera dudó.

Parecía orgulloso de ella.

Me envió con su secretaria, quien se encargó de entregarme dos tarjetas con los lugares remarcados.

La zona de parqueo 07 sería para ella, la 08 para mí.

No sé por qué lo hice.

Podría haberme quedado con ambos espacios, nadie lo habría cuestionado.

Pero había algo en mí que me obligaba a compensarla.

Tal vez por la grosería del primer día, o quizá porque verla tan furiosa y luego tan serena me dejó intrigado.

Hoy la hice quedarse un poco después de clase.

Ella estaba apurada por llegar a la siguiente, pero no podía dejar que se fuera sin recibir la tarjeta.

Su reacción fue casi infantil:

agradeció con una mezcla de desconfianza y alivio, y salió corriendo como si la persiguiera el mismo diablo.

Esa chica…

definitivamente no es mi tipo.

Ni siquiera se acerca.

Y, aun así, desde que la vi por primera vez, no sale de mi mente.

Me desconcierta.

Tiene una forma extraña de estar en el mundo:

cuando pelea parece una fiera, cuando estudia es toda calma, concentración y silencio.

Es como si llevara consigo dos versiones de sí misma.

O tal vez como si escondiera algo, como si hubiera aprendido a vivir reprimida.

La jornada fue larga, extenuante.

Guardé mis materiales en el locker, acomodé mi maleta y salí hacia el parqueadero.

El aire nocturno de Florencia me recibió con esa mezcla de frescura y humedad que suele quedarse impregnada en los trajes.

Fue entonces cuando la vi:

al otro extremo, corriendo hacia su auto como si el tiempo le estuviera jugando en contra.

La observé un momento, divertido por la escena.

—No sé por qué corre… su auto no se va a ir sin ella —

murmuré en voz alta, con una media sonrisa.

Uno de los estudiantes que aún deambulaba por la facultad me escuchó y soltó una risita.

Yo solo negué con la cabeza, sin borrar esa sonrisa irónica.

Porque, aunque me burlara, había algo en su prisa que me despertaba curiosidad…

como si cada movimiento de esa muchacha revelara una historia que aún no quería contar.

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