José Augusto pretende ser el Ceo en la empresa de su padre, pero este le puso como condición que debía casarse en un año. De lo contrario otro ocuparía ese lugar.
Así que él buscaba afanosamente una esposa.
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Una boda ¿falsa o real?
José Augusto contrató a una decoradora de bodas para que arreglara bien el salón donde sería la recepción.
Representaría muy bien la farsa, y cuando fuera el momento se separarían sin mayor problema, ya que no se casarían de verdad.
Hasta el sacerdote era falso, solo para taparle el ojo al macho.
José Augusto deseaba vivir solo como siempre, pero su padre lo estaba obligando a casarse. ¿Por qué no podía ser un CEO soltero?, y no es que no le gustaran las mujeres, solo que no le gustaban los compromisos de tal magnitud.
Y una boda significaba un compromiso muy grande. Luego venían los hijos y más compromisos.
Esta vez él sería más listo que su padre.
No se daría cuenta del engaño, mientras ellos no se delataran.
Los días siguieron su curso, luego los meses. Y como no hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla, llegó el día tan esperado por todos.
Ya estaba todo listo para la boda y el salón estaba dispuesto para recibir a los invitados.
Miguel pidió permiso para ausentarse una semana, solo en lo que pasaba la boda, no quería delatarse.
Dejen les cuento lo que pasó varios meses atrás...
*Flashback*
Qué noticias me traes, Miguel.
Ya conseguí el juez legal y el sacerdote legal también.
Muy bien, y recuerda que no dirás nada de esto a nadie, ni siquiera a tu almohada. Esto se debe manejar en el completo silencio y discreción. Mi hijo es el menos indicado para saberlo, so pena de que te despida.
Descuide, señor, nadie lo sabrá, pero le pido que por favor, cuando se llegue el día de la boda me dé vacaciones una semana, no quisiera enfrentarme a él.
Voy a hacer algo mejor, te cambiaré de empresa, tengo una sucursal en Torreón, Coahuila; y otra en Guadalajara, Jalisco.
Quiero la de Torreón, ahí vive mi familia.
De acuerdo, te ausentarás una semana y cuando vuelvas te transferiré.
Gracias, patrón.
*Fin del flashback".
En el gran salón, decorado al gusto de Graciela los invitados esperaban a que llegara el juez.
José Augusto estaba muy tranquilo, confiaba en Miguel y sabía que todo sería una farsa. A un lado de la mesa del juez habían acondicionado un pequeño altar para la boda religiosa.
"Lástima de arreglos", pensó.
El juez llegó a la hora convenida.
No perdió tiempo y les pidió a los novios y testigos acercarse.
Siguió todo el protocolo.
"Para ser actor lo hace bastante bien", pensó José Augusto.
Al cabo de veinte minutos de hablar y firmar tanto novios como testigos, el juez dijo:
Con el poder que me confiere el estado los declaro marido y mujer. Pueden besarse, démosle un fuerte aplauso.
José Augusto muy apenas besó en los labios a Graciela.
Poco después, el sacerdote hacía su aparición.
Él tampoco perdió el tiempo.
Estamos aquí reunidos para celebrar el enlace matrimonial entre Graciela Carrillo y José Augusto Moreira.
Y ahora yo les pregunto, ¿han venido aquí por su plena voluntad, sin que nada ni nadie los obligue?
Ambos dijeron al unísono.
Sí, padre.
Rato después, el sacerdote les dio su bendición.
Con el poder que me confiere la Santa Iglesia los declaro marido y mujer, y lo que Dios une en el cielo que no lo separe el hombre en la tierra, amén.
Los padrinos les colocaron el lazo a los dos en señal de que ya eran esposos "hasta que la muerte los separe".
José Augusto estaba un poco contrariado, tanto el juez como el sacerdote actuaban de manera segura, en ningún momento se mostraron nerviosos. Siempre seguros de sí mismos. Como si esto ya lo habían hecho muchas veces.
Al terminar la misa siguió la fiesta.
El padre y el juez se despidieron tomando cada quien su rumbo.
La fiesta siguió a la celebración. Todo estaba a pedir de boca.
Por un momento, José Augusto se olvidó de la farsa y sacó a bailar a Graciela, quien se veía divina en ese vestido blanco, y decidió disfrutar de la fiesta sin pensar en nada más.
Rosaura y Óscar permanecían sentados viendo a Graciela muy feliz.
Saca a bailar a una chica, le dijo Rosaura a su hijo.
Sabes bien que a mí no me gusta bailar, le contestó él.
Lo sé, pero al menos haz el intento.
No, mamá, mejor vámonos, no me gustan las fiestas.
Esperemos un poco más, no olvides que es la fiesta de tu hermana.
De acuerdo, mamá.
En eso, don Gael paró la música y tomó el micrófono.
Atención, por favor, tengo algo que decirles.
Les presento al nuevo CEO, desde ahora ya es oficial.
Les doy gracias por su presencia, mi esposa aquí presente y yo daremos un viaje largo, pero regresaremos a tiempo para conocer a nuestro primer nieto, porque espero que no se tarden mucho, ¿eh?
Augusto casi se atraganta al escuchar a su padre.
Luego, volteó a ver a Graciela, "eso no va a ser posible porque no habrá intimidad entre los dos", pensó.
"Este señor va muy aprisa", se dijo a su vez, Graciela.
El señor siguió hablando por varios minutos más y después la música se oyó, invitando a todos a bailar.
Ni tardos ni perezosos la mayoría se paró a bailar.
Rosaura fue hasta donde Graciela bailaba con Augusto.
Hija, ya nos vamos, muchas felicidades.
Gracias, mamá, iré a verte en cuanto vuelva de la luna de miel.
Claro, sigue divirtiéndote, yo ya estoy cansada.
Óscar también la abrazó, felicidades, hermana, te quiero mucho.
Y yo a ti, váyanse con cuidado.
La fiesta siguió en su apogeo. Nada perturbaba esa tranquilidad.
Poco después de cenar, hacia las diez de la noche, Augusto y Graciela sin que nadie se diera cuenta partieron a su luna de miel.
Don Gael les pagó un viaje a Italia. Graciela estaba encantada porque era la primera vez que iba a ese país.
Augusto la veía de reojo, parecía una niña con juguete nuevo.
"Lástima que no es mi esposa de verdad, está muy bella, ese conjunto que trae puesto le sienta muy bien", luego, sacudió la cabeza, "pero que estoy pensando"...
Una azafata anunció la próxima llegada a Italia.
Abróchense los cinturones, en un momento aterrizamos.
Y así, José Augusto y Graciela se dispusieron a disfrutar de ese viaje a conciencia.
Al llegar al hotel quedaron sorprendidos de que solo habían reservado una habitación matrimonial.
Augusto no quiso hacer escándalo y optó por aceptar.
Gracias, señorita.
Al poco rato, Graciela le dijo:
No te preocupes, la cama es muy amplia, solo pondremos unas almohadas entre los dos, ¿te parece?
Él sonrió, de acuerdo.
Solicitaron dos almohadas más.
Bueno ya está solucionado, mañana iremos de rol. Que descanses.
Los dos se durmieron casi al instante de poner la cabeza en la almohada, y, valga la redundancia, dos almohadas los separaban.