Uno asesina, otro espía, otro envenena y otro golpea y pregunta después. Son solo sombras. Eliminan lo que estorba, limpian el camino para quien gobierna con trampas y artimañas.
No se involucran. No se quiebran.
Pero esta vez, los cazadores serán cazados.
Porque hay personas que no preguntan, no piden permiso, no se detienen.
Simplemente invaden… y lo cambian todo.
NovelToon tiene autorización de IdyHistorias para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
¿Aguantarte? Maldita sea, me gusta demasiado hacerlo
Me desperté lentamente, sintiendo el calor de otro cuerpo muy cerca del mío. Abro los ojos y, para mi sorpresa, Clover estaba pegada a mí, su respiración tranquila mientras dormía. Pero lo peor de todo es que me di cuenta de que era yo quien me había acercado a ella durante la noche. La tenía abrazada, mi brazo alrededor de su cintura, y una de sus piernas descansaba sobre mí. Joder.
Piensa en otra cosa, Ezran. Piensa en otra cosa.
Intenté moverme, pero mi cuerpo no estaba cooperando. Había algo en esa cercanía que me mantenía atrapado. Solo que no era lo único que se estaba levantando. El sonido de alguien llamando a la puerta rompió la burbuja en la que estábamos. Clover se removió ligeramente y abrió los ojos.
Ella miró la situación por un breve segundo, analizándola con su calma habitual, y luego simplemente dijo:
—Adelante.
La puerta se abrió y entró la mujer que nos había atendido la noche anterior, trayendo el desayuno en una bandeja.
—Aquí está su desayuno, señores —dijo, con una sonrisa que no me pasó desapercibida.
Clover le devolvió la sonrisa, acurrucándose más hacia mí. Yo, en cambio, gruñí algo que podría haber sido un gracias o un "vete", ni siquiera lo sé. Mi mente estaba demasiado ocupada intentando procesar el hecho de que Clover estaba aún más cerca ahora.
La mujer se fue riendo, y yo no entendía muy bien qué le hacía tanta gracia, pero sabía una cosa: necesitaba separarme de Clover antes de que ella notara cómo me estaba afectando. Deslicé mi brazo lentamente, con cuidado de no hacer ningún movimiento brusco, y cuando finalmente la solté, me quedé mirando el techo, tratando de recuperar el control de mi respiración.
—¿Qué fue eso? —pregunté, todavía intentando entender por qué la mujer se había reído antes de salir de la habitación.
Clover levantó la mirada con una sonrisa, como si estuviera aliviada por algo, y se encogió de hombros.
—Al parecer, no se ha dado cuenta de algo.
—¿Darse cuenta de qué? —respondí, confuso.
—Mucha ropa —dijo ella, con ese tono directo que me dejaba sin palabras.
Lo entendí de inmediato. Éramos recién casados, o al menos debíamos parecer una pareja apasionada, y la mujer esperaba ver otra cosa, algo más... acorde con nuestra supuesta "luna de miel". Me quedé ahí, sin decir nada, sintiendo cómo mi mente corría en mil direcciones. Lo mejor era escapar.
—Voy al baño —dije, en un tono más brusco de lo necesario.
Me levanté rápidamente de la cama, casi tropezando en el proceso, y me dirigí al baño, dejando a Clover algo confusa detrás de mí. Cerré la puerta detrás de mí y me apoyé en el lavabo, mirando mi reflejo en el espejo.
¿Qué demonios estaba pasando conmigo? Cada vez que ella estaba cerca, perdía el control. Tenía que recordarme que esto era solo una actuación. Pero después de lo de anoche, de verla tan tranquila a mi lado, de la forma en que había dicho esas palabras... no parecía una actuación.
Me quedé en el baño mucho más de lo necesario, esperando a que todo volviera a la normalidad, o al menos, a que yo recuperara el control de mis emociones.
Cuando finalmente salí, ya vestido, Clover estaba sentada en la pequeña mesa de la habitación, mirando el desayuno con una expresión tranquila. Ella ya se había cambiado y estaba lista para empezar el día. Me lanzó una mirada y, con su tono habitual, dijo:
—Ni yo me demoro tanto en arreglarme. Vanidoso.
Quise responder, echarle la culpa de todo a ella, decirle que era ella la que me volvía loco, pero me mordí la lengua. Me limité a sentarme frente a ella y comenzar a comer en silencio. Lo último que necesitaba era darle más razones para que se divirtiera a mi costa.
Nos quedamos esperando al dueño de la posada para continuar con la siguiente parte del plan. Íbamos a ver algunos locales cerca del centro del Berlith supuestamente para instalar una tienda de joyas. Clover, venía conmigo, lista para interpretar su papel de esposa distraída, y lo hacía increíblemente bien.
Cuando el dueño llegó, nos llevó por una serie de locales potenciales. Clover mantenía su fachada de mujer despreocupada, lanzando pequeños comentarios casuales, pero en cuanto entramos en el primer local, tomó las riendas de la conversación.
Comenzó a hablar sobre la distribución de las vitrinas, los colores para atraer a los clientes, y hasta los detalles de la iluminación. El dueño la miraba fascinado, sin dejar de lanzar miradas que me sacaban de quicio. Babeaba por mi Clover, aunque ella mantenía el juego sin inmutarse, jugando a ser la esposa superficial que parecía interesarse solo en los detalles estéticos.
Después de ver varios locales y conocer a algunas personas clave en el pueblo, regresamos a la posada. Era el momento de la parte más arriesgada de la misión. El dueño me ofreció llevarme a un "lugar especial", donde se cerrarían los tratos más oscuros de su negocio. Nosotros le habíamos dicho que mi esposa por que estaba cansada, se quedaría en la posada. Para él, ella no era más que una distracción encantadora que poco importaba en sus negocios.
Pero ese no era nuestro verdadero plan. Clover se deslizaría entre las sombras, siguiéndonos sin ser vista. Mientras yo distraía al dueño y recopilaba información desde dentro, ella se encargaría de espiar por fuera, buscando cualquier pista adicional que pudiera descubrir sobre su red de contactos.
Sabía que el plan era sólido, pero no podía evitar sentirme inquieto. No me gustaba la idea de dejar a Clover expuesta, aunque confiaba en sus habilidades para mantenerse oculta. Sabía que era capaz, pero el mero pensamiento de que algo pudiera salir mal me revolvía el estómago.
Antes de salir, intercambiamos una mirada. Su sonrisa era ligera, casi burlona, como si supiera exactamente lo que estaba pasando por mi cabeza. Estaba tranquila, lista para lo que venía.
Regresamos a la posada en la madrugada. Yo llegué primero, junto con el dueño, después de la visita a su "lugar especial". La información que había obtenido me dejaba un sabor amargo, pero aún faltaba confirmar los detalles que Clover había descubierto espiando desde las sombras.
Entré a la habitación, agotado, pero sabiendo que aún teníamos que hablar sobre lo que habíamos encontrado. Poco después, escuché un ruido suave en la ventana. Clover se deslizó por el marco con la agilidad de un gato, me sorprendía su habilidad para trepar tan fácilmente, mientras que a mí me costaba un esfuerzo considerable.
Una vez dentro, Clover fue directamente al baño y, cuando salió, ya estaba vestida con su ropa de dormir. Yo me había quedado solo con la parte inferior de mi pijama, intentando relajarme un poco después de la tensión del día.
De repente, Clover me miró y soltó, con total seriedad:
—Te odio.
Me quedé congelado. No entendía qué había pasado. ¿Habría visto algo durante la misión que la había disgustado? Mi mente empezó a correr, intentando descifrar por qué ese cambio tan repentino.
Me acerqué a ella con cuidado, inseguro, y le pregunté:
—¿Por qué?
Clover me miró de arriba abajo, con una expresión burlona, y respondió:
—¿Cómo es posible que tragues tanto dulce y esto siga así de plano? —dijo, señalando mi estómago con un gesto exagerado.
Solté una risa aliviada. Loca, pensé.
—Loca —le dije en voz alta, casi con cariño.
Ella solo se encogió de hombros y replicó:
—Aguántame.
—Lo hago —respondí, aún sonriendo, contento de que no fuera nada serio.
Nos sentamos en la cama, listos para intercambiar la información que habíamos conseguido. El verdadero negocio del dueño era mucho peor de lo que imaginábamos. No solo estaba involucrado en la venta de esclavos, sino que sus clientes eran nobles pomposos que, en público, parecían almas caritativas. Lo más perturbador era que un par de esos nobles eran muy cercanos a la corte.
Solté una serie de maldiciones. Quería destrozar al dueño de la posada. No pensaba tenerle piedad. La furia me estaba consumiendo. Me daba asco todo lo que había descubierto, y la idea de que esta red de corrupción se extendía tan profundamente me revolvía el estómago.
Me di cuenta de que Clover me estaba mirando, escuchando en silencio.
—Cuando tú dices que lo vas a despachar, suena mucho más peligroso que si lo digo yo, así que no te contengas —comentó, sin perder su tono juguetón—. Pero en serio, no lo mates tan rápido. Aunque sea, haz que sufra un minuto.
Sonreí a pesar de mi furia, admirando cómo podía mantener esa ligereza incluso en medio de tanta mierda.
Me senté a su lado de nuevo, la miré de reojo y, sin poder evitarlo, pregunté:
—¿Por qué eres así conmigo? ¿Por qué no te alejas de todo esto, de lo que realmente hago?
Ella me miró con una sonrisa tranquila, la misma sonrisa que siempre tenía cuando sabía algo que yo no.
—Te conozco bien, Ezran —dijo—. Sé que no eres nada de eso. Eres alguien bueno y justo.
Me quedé en silencio, sin saber muy bien cómo responder a eso. Nunca me había visto como alguien "bueno" o "justo", pero si ella lo creía... algo en mí quería que fuera cierto.
—Qué suerte que mi esposa es comprensiva —dije finalmente, tratando de devolverle la ligereza a la conversación.
Ella me miró y, con una sonrisa maliciosa, respondió:
—Así es. Y si eres inteligente, recordarás que tu esposa siempre tiene la razón.
Reímos juntos, sabiendo que, aunque la misión aún no había terminado, en ese momento estábamos bien.