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JUEGO DE BRUJAS

JUEGO DE BRUJAS

Status: En proceso
Genre:Completas / Mujer poderosa / Magia / Dominación / Brujas
Popularitas:435
Nilai: 5
nombre de autor: lili saon

Cathanna creció creyendo que su destino era convertirse en la esposa perfecta y una madre ejemplar. Pero todo cambió cuando ellas llegaron… Brujas que la reclamaban como suya. Porque Cathanna no era solo la hija de un importante miembro del consejo real, sino la clave para un regreso que el reino nunca creyó posible.
Arrancada de su hogar, fue llevada al castillo de los Cazadores, donde entrenaban a los guerreros más letales de todo el reino, para mantenerla lejos de aquellas mujeres. Pero la verdad no tardó en alcanzarla.
Cuando comprendió la razón por la que las brujas querían incendiar el reino hasta sus cimientos, dejó de verlas como monstruos. No eran crueles por capricho. Había un motivo detrás de su furia. Y ahora, ella también quería hacer temblar la tierra bajo sus pies, desafiando todo lo que crecía.

NovelToon tiene autorización de lili saon para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPÍTULO ONCE: CATHANNA… ¿HEARTVERN?

Llegaron a una vieja casa de madera, cuyas antorchas que iluminaban seguían bailando con intensidad a pesar de la tormentosa lluvia. Zareth bajó a Cathanna de sus hombros y subió los crujientes escalones. Tocó la puerta, mientras el aire tenso se llenaba con el aullido de los lobos a lo lejos.

—Zareth, ¿pero ¿qué haces aquí a estas horas de la noche? —Su voz estaba llena de asombro—. ¿Y esta chica quién es? ¿Tu novia acaso?

—No es mi novia. Necesitamos tu ayuda, Fallo. Bueno… esta chica necesita tu ayuda —dijo, mirando de reojo a Cathanna quien miraba todo con una expresión de susto—. Necesitamos tu magia.

Fallo la observó, notando cómo sus ojos estaban a punto de fusionarse con la lluvia. Se hizo a un lado, permitiéndoles entrar. Ella caminó hacia la puerta, ignorando el dolor que le provocaban sus zapatos.

El interior de la casa era cálido y acogedor. Una chimenea con leña ardía era lo único que les proporcionaba calor. Una mesa con cuatro sillas, exhibía flores frescas, y en un mueble cercano, un gato blanco dormía plácidamente.

—¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó Fallo.

—La familia de esta chica murió —mintió Zareth—. Según tengo entendido, su familia poseía información crucial para capturar a alguien. Esa persona los encontró y ya sabes.

—Qué tragedia —mencionó Fallo.

Cathanna miro a Zareth. Sentía el coraje arden dentro de ella. Sus manos seguían temblando, esta vez con más fuerza que nunca. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.

—Mi familia… —comenzó ella, sintiendo el ardor en su garganta—. Mi familia… ¿Está muerta?

No quería esto. No quería que su familia muriera. No quería ser la causa de su ruina. Su corazón dolía, incluso sabiendo que aquellas palabras no eran ciertas. Pero… ¿Cómo pedirle al corazón que diferenciara la verdad de la mentira cuando, a veces, ambas lucían igual?

—Ella fue la única que salió ilesa. No podemos estar seguros de que está a salvo. Necesita una nueva identidad, para pasar desapercibida. Tú puedes ayudarnos con eso. Tal vez como aprendiz. Así poder llevarla a Rivernum, estará segura ahí.

—No deberías hacer eso, Zareth. Rivernum no está diseñado para ocultar a nadie. Solo aquellos que realmente deseen estar ahí deberían entrar.

—Créeme que lo sé, pero solo por esta vez.  Hay que mantenerla a salvo. Es mi responsabilidad que ella esté viva.

—De acuerdo, pero todo lo que suceda dentro de esos muros, será tu responsabilidad —dijo al final. Se levantó y caminó hasta la chica—. Eres muy bonita. Tus padres debían decírtelo seguido, ¿verdad?

—Si…

—¿Cuál es tu nombre?

—Cathanna D'Allessandre.

—Tu apellido me resulta familiar.

—Eso suelen decir…

—Todo estará bien. Te lo aseguro.

Le dio una pequeña sonrisa antes de golpear el piso con su bastón dos veces, del cual salieron chispas doradas. Cathanna sintió como unos lazos invisibles la amarraron, impidiendo su movilidad. Miro a las dos personas frente a ellas, con una expresión de susto.

—¿Qué está sucediendo? —Intentó de todas formas poder moverse, pero le resultaba imposible —. ¿Por qué no puedo moverme?

—Tranquila —le dijo Fallo, sonriendo—. Todo estará bien. Solo relaja tu cuerpo. Que fluya como el río.

Una camisa de manga larga negra envolvió sus brazos, y sus manos quedaron cubiertas por guantes de cuero que llegaban hasta unos centímetros más abajo de sus codos. Una capa negra de tela emergió sobre sus hombros. Bajo ella, una chaqueta ajustada de poliéster negro se ceñía a su figura, con botones metálicos alineados en el centro y un cuello alto que rozaba su mandíbula. Pero lo más significativo se encontraba en su pecho: un emblema de águila cuyas alas estaban extendidas en un color dorado.

—¿Qué está sucediendo conmigo? ¿¡Que me están haciendo!?

Un cinturón firme, adornado con una hebilla labrada cuadrada, marcó su cintura haciendo lucir la chaqueta cómo un vestido. Un pantalón de cuero negro cubría sus piernas, llevándola lejos de la comodidad de los vestidos que alguna vez usó. Sus pies, antes calzados con tacones, ahora se hallaban firmemente plantados en botas negras con hebillas laterales.

—¿Qué carajos? —Retrocedió, en estado de shock. Se apresuró al espejo más cercano—. ¿Qué pasó conmigo?

—A partir de este momento, serás Cathanna Heartvern. No tienes familia; creciste en un orfanato en la provincia de Dagora. Serás una aspirante a aprendiz de Cazadora.

Ella parpadeó varias veces.

—Espera un momento… ¿Qué? ¿Heartvern?

 —Fuiste enviada a Rivernum porque vieron tus grandes habilidades cuando atrapaste a un ladrón en Dagonaria —añadió, recorriéndola con la mirada—. Eres fuerte y capaz, y confío en que no arruinarás esto. Si alguien descubre que todo es una farsa, podría ser el último error que cometas, y lo digo en serio.

—Yo… —Sus palabras quedaron atrapadas en su garganta—. Te agradezco tu ayuda, aunque no me conozcas. —Cathanna caminó a paso lento y se sentó junto a Zareth—. Oye, esto es…

—No digas nada —interrumpió, mirando sus manos—. Ser Cazador es una mierda. Aunque bueno, no la pasaras tan mal siendo aprendiz… eso espero.

—¿Eso esperas? —Elevó una ceja—. ¿Cómo debería sentirme con eso?

—Bien… —Se encogió de hombros—. Depende de ti como quieras tomarlo.

—Qué alivio —soltó con sarcasmo.

—Cuando lleguemos a Rivernum, deberás hacer la prueba que todo aspirante a Cazador enfrenta antes de ser aceptado como aprendiz.

—¿Prueba? —Arrugó el rostro—. ¿De qué pruebas me hablas?

—Antes que nada, ¿Ya posees el vínculo?

Ella chasqueó la lengua.

—Aún no.

—¿Cómo es posible eso? —cuestionó con un gesto de confusión—. Eres una Elementista.

—Simplemente, no he tenido buena suerte aún.

—¿Acaso no lo has encontrado o simplemente te ha rechazado? —pregunto con burla—. Se sincera conmigo. No te juzgaré. Nunca lo hago.

—Eso no es asunto tuyo —replicó con enojo—. No seas entrometido, Cazador.

—Pero qué carácter tienes —suspiró dramáticamente—. En el castillo, tenemos algo llamado Finit. Se trata de un desafío algo… extremo, podría decirse, que pone a prueba las habilidades físicas, mentales y mágicas de los participantes y, dependiendo de cómo lo hagamos, seremos aceptados como aprendices y seremos asignados a una de las tres fortalezas del castillo.

Cathanna frunció el ceño.

—¿Tres Fortalezas?

—Así es —asintió, cruzándose de brazos—. La fortaleza de Estrategia, donde van los más astutos, aquellos que piensan antes de actuar. Los líderes en pocas palabras. Después está la Fortaleza de Furia, para los que confían en su fuerza bruta y habilidades en combate. Suelen ir los impulsivos. Y, por último, la fortaleza de Ónix, para los que prefieren moverse sin ser vistos y atacar en el momento preciso. Para los ágiles.

—Vaya —dijo asimilando cada palabra—. ¿Y qué pasa si fallo?

—Bueno, no tienes muchas opciones. O apruebas… o mueres en el intento. Déjame decirte que morir en la prueba es lo más humillante que puede existir en el mundo. Aunque es una prueba para valientes, hay mejores formas de morir… Con más honor.

—¿A quién se le ocurrió que eso era buena idea? —cuestionó incrédula. Había escuchado antes sobre los desafíos que existían en Rivernum, pero ahora escucharlo de boca de un Cazador, alguien que ya había pasado por eso, le parecía una locura.

—Lo mismo me pregunto yo. —Se burló —. Cuando la prueba termina, en el brazo derecho aparece el nombre de la Fortaleza a la que perteneces. Justo como esta. —Subió la manga de su atuendo, revelando su marca en tinta negra sobre su hombro—. Duele un poco cuando se está formando, pero nada fuera del mundo.

Cathanna observó la marca con atención. Era un lobo de ojos rojos y brillantes encerrado en un círculo de fuego que parecía moverse, y abajo la palabra Ónix en letra cursiva.

—¿Duele un poco? —repitió con incredulidad, cruzándose de brazos—. ¿No me digas que también minimizas el dolor? Contigo no puedo esperar menos.

—Digamos que, si sobrevives al Finit, esto será lo de menos. Rivernum aguardar verdaderos terrores dentro de sus muros.

Ella desvió la mirada hacia su propio brazo, aún intacto, aun sin una marca. No podía negar que una parte de ella sentía curiosidad, pero la otra… la otra sabía que una vez que esa marca apareciera, ya no habría vuelta atrás. Que sería una más dentro de ese lugar.

—¿No se supone que los Cazadores son entrenados desde niños? —Volvió su mirada a él.

—Sí, pero hay excepciones —respondió con calma—. Muchos de los Cazadores que ves en las calles, llegaron por sus propios medios. Conscientes de la clase de persona que serían una vez cruzarán las puertas de Rivernum. Otros, vienen del campamento de Rivernum, después de haber perdido toda su inocencia.

Para nadie era un secreto que muchos padres dejaban a sus hijos en el campamento de Rivernum. Ya sea porque se lo pidieron sus hijos o porque decidieron no ser padres. Era un acto cruel cuando se trataba de recién nacidos que se criaron matando para sobrevivir.

—¿Sigues siendo aprendiz?

—¿Cuántos años crees que tengo? —Zareth arqueo las cejas y formo una media sonrisa en sus labios, sin poder apartarle la vista de encima—. Realicé mi juramento a la corona hace ya siete años. Creo que tenía dieciocho. Entré con nueve años al campamento y a los diecisiete al castillo.

—Dieciocho años… —murmuró ella después de un momento—. ¿Ahora tienes veinticinco más o menos?

—¿Te sorprende?

—Un poco. Actúas como un anciano. Pensé que tendrías unos cuarenta años —soltó sin pensar. Zareth apretó los labios con fuerza, ignorando cualquier deseo malicioso que pasara por su cabeza—. ¿Y desde entonces no has hecho nada más que cazar?

—Amo ser un Cazador.

—¿Y cuántas monedas ganas siendo uno? —Zareth la miró con incredulidad.

—¿Por qué me ves así? Solo es una pregunta.

—¿Y por qué te interesa cuánto gano?

—Curiosidad. —Encogió los hombros con indiferencia—. Tal vez quiera saber si vale la pena seguir tu camino.

Zareth soltó una risa seca.

—A ver, ¿cuánto crees?

—Cincuenta monedas.

Zareth soltó una carcajada.

—¿Menos o más?

—Mucho más. —La miró con diversión—. ¿Sigues interesada en saber más o solo intentabas molestarme?

—Un poco de ambas. —Sonrió con picardía—. Pero admito que ahora tengo más curiosidad… ¿Podría decir que ciento cincuenta? O tal vez doscientas.

Zareth arqueó una ceja, divertido.

—Sigues quedándote corta.

—Vaya, qué exquisito. —Apoyó un codo sobre su pierna y lo observó con interés—. Entonces, ¿no te sientes aburrido siendo Cazador? Diria que es demasiado monotono.

—Para algunas personas tal vez lo sea.

—Y tú no eres una de esas.

Zareth  nego.

—Tengo que hacer todo lo posible por mantenerme en Rivernum, viva…—Sus ojos se conectaron por unos segundos—. Necesito protegerte. Solo espero que ponagas de tu parte.

—¿Y qué hay de tus misiones? Pensé que los Cazadores tenían un deber más importante que seguirme como un perro faldero.

—Ser Cazador no se trata solo de cazar. Se trata de saber cuándo tu misión cambia… y tú te has convertido en la mía en este momento.

—Puedo cuidarme sola —espetó, alzando ligeramente la barbilla—. No necesito tu protección, Cazador. Ni la de nadie mas.

—¿De verdad? —Zareth la miró con una ceja arqueada—. ¿Hubieras podido enfrentarte a esa bruja?

—Por supuesto que sí —respondió sin dudar—. Soy demasiado fuerte. He aprendido muchas técnicas de mi don para mandar lejos a las personas que intentes hacerme daño.

—Si eres tan fuerte cómo dices, debo suponer que tu cabeza también lo es… Entonces dime —dijo acercándose más—. ¿Qué tipo de bruja era esa?

—¿Tipo?

Zareth soltó un suspiro exagerado y apoyó una mano en su frente, como si le doliera la cabeza.

—No me digas que nunca has leído un libro sobre brujas…

—Nunca me ha gustado leer demasiado. Tampoco es que haya tenido la oportunidad de hacerlo seguido —admitió—. Solo he leído sobre dragones. Además, las brujas no me llaman la atención. Nunca lo han hecho. Mi familia dice que son malas y rebeldes.

—Pues deberías leer más. Es bueno. Ayuda a deshacerse de la ignorancia —comentó con una sonrisa ladina —. No puedes simplemnete decir que las brujas son malas por lo que te dicen otros. Debes leer y darte cuenta de las cosas por ti misma.

—No soy ignorante —espetó ella, con el ceño fruncido —. Como te dije: no he tenido la oportunidad para hacerlo.

—Ajá… claro —respondió con falsa indiferencia, echándole una mirada de arriba abajo—. Ahora entiendo por qué el apodo de "princesa" te queda tan bien.

Ella se tensó de inmediato.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Seguro has oído ese dicho: "Hueca como la cabeza de una princesa". Solo sirven para ser bonitas y esperar que todos hagan las cosas por ellas… así como tú, princesita. No tienes nada en la cabeza. Eso si que es demasiado aburrido.

—¿Discúlpame?

Él sonrió con burla.

—No lo niegues, princesa. Te queda perfecto el nombre. ¿No te lo han dicho antes?

Cathanna apretó los puños. Esta vez, no se molestó en ocultar su furia. Se levantó de golpe, su respiración agitada mientras sus ojos recorrían la habitación en busca de algo. Entonces lo vio. Un martillo yacía en el suelo, olvidado en una esquina. Sin pensarlo dos veces, lo tomó y se lanzó contra Zareth. Pero él fue más rápido. En un instante, atrapó su muñeca con una fuerza inquebrantable, deteniendo su ataque con facilidad.

—¿De verdad creíste que podrías contra mí? —susurró con una sonrisa burlona—. No tienes la fuerza necesaria, princesa.

Cathanna forzó, pero el agarre de Zareth era firme como el acero. Con un simple movimiento, le arrebató el martillo de las manos, haciéndolo caer pesadamente al suelo, llamando la atención del anciano que se levantó a tomar el objeto.

Ella lo fulminó con la mirada, sintiendo la impotencia recorrer su cuerpo como una corriente eléctrica.

—Si vas a atacarme, al menos aprende a hacerlo bien. Un simple martillo no me haría ni cosquillas —dijo él, sin soltarla todavía—. Será divertido tenerte en Rivernum. Quiero ver cómo las princesas se defienden.

Cathanna sintió un escalofrío recorrer su espalda, aunque no sabía si era por la lluvia o por la incertidumbre de lo que estaba por venir. No quería enfrentar el Finit. Menos si era tan peligroso como Zareth decía. No deseaba morir de esa manera, de una forma que ni había elegido.

—No soy una princesa —espetó con furia—. No lo vuelvas a repetir. Nunca más en tu asquerosa vida, maldito Cazador.

—Si no lo eres, ¿por qué te molesta tanto?

—Me molesta el hecho de que lo uses como insulto para sentirte mejor que yo —gruñó, acercándose un paso—. No lo eres. Mételo en tu cabeza de rayo.

—Bájale a tu histeria, princesa.

Cathanna sintió más furia que nunca. Sin pensarlo dos veces, cerró el puño y lo estampó contra su rostro con toda su fuerza. El golpe resonó en la habitación, dejando a los dos hombres en completo silencio.

Zareth giró la cabeza por el impacto, apretando los labios con fuerza. Sus manos se crisparon, cerró los ojos un segundo, obligándose a relajarse. No quería hacer algo de lo que pudiera arrepentirse después.

Ella aún estaba sobre él, así que, sin dudarlo, la empujó al suelo, sin mucho cuidado de poder lastimarla. Cathanna se puso de pie rapido, enojada.

—¿¡Qué sucede contigo!?

—¿Tus padres no te enseñaron que es malo golpear a las personas?

—¿Y los tuyos no te enseñaron el mínimo respeto?

—Al carajo el respeto —gruñó Zareth, llevándose una mano al rostro con una mueca de dolor—. Creo que me rompiste un hueso. No sabía que golpeabas tan fuerte, chica.

—No sabes nada de mí, cazador.

—Soy Zareth. No Cazador.

—¿Y crees que eso me resulta interesante?

El río.

—Fallo, ¿Podemos quedarnos unas horas? —preguntó Zareth, levantándose—. Hasta que la madrugada llegue y podamos partir a Rivernum.

—¡Pero claro! Siempre es bueno tener compañía.

Cathanna arrugó la cara.

—¿Por qué simplemente nos vamos ahora? —preguntó ella.

—Porque no funciona así.

—¿Pero por qué?

—Porque si vamos, te toca quedarte sola muchas horas en el bosque. No es lo que quiero para ti.

Ella asintió, sintiendo un nudo en su garganta. Se miró en el espejo que tenía al frente. Su maquillaje estaba corrido, su cabello arruinado. No le gustó verse de esa manera, no cuando siempre le habían inculcado que debía ser bonita en todo momento. Tomó una gran bocanada de aire, calmando las emociones que sentía en su pecho. Necesitaba quitárselo.

—Fallo —llamo suave —. ¿Podrías prestarme el baño?

—Pasa por la cocina. Sube las escaleras. Es la última puerta a la derecha.

Ella se levantó, bajó la mirada de los dos. Se apresuró al baño y miro mejor su reflejo. Abrió la llave y el agua cayó en el lavado de piedra y madera. El agua fría mojó su rostro, quitando cada rastro del maquillaje, dejando un rostro natural, ese que le costaba tanto ver. Sus lunares se hicieron visibles, como estrellas que brillaban con gran intensidad en la noche.

—Y ahora solo soy… Cathanna —Volvió a mojar su rostro.

Se dejó caer sobre la puerta del baño, dejando que la desesperación nublara su cabeza, la cual dolía mucho al punto de hacer que sintiera fuertes náuseas, que dejó escapar en el retrete. Volvió a mirarse en el espejo. Quería romperlo en mil pedazos, para ya no verse en él.

Su rostro era hermoso, pero ¿por qué le costaba tanto verlo sin maquillaje? Como si eso fuera lo único que la definiera, como si la ausencia de color en sus labios o de sombra en sus párpados la volviera menos ella. Le irritaba esa sensación, esa absurda dependencia de una imagen construida, como si sin ella fuera… insuficiente.

Tomó aire y se levantó para ir a la sala de estar nuevamente. Se sentó en silencio junto a Zareth que se encontraba leyendo un libro que Fallo le había brindado. Levantó la mirada, notando como su rostro ya se encontraba limpio, pero sin duda, lo que más llamó su atención, fueron esos pequeños puntos casi imperceptibles que rodeaban su rostro, junto con esos lunares.

—Sin maquillaje te ves… —Se interrumpió a sí mismo cuando ella levantó la mirada, desafiante. Por alguna extraña razón, le gustaba cómo se veía así, sin nada que cubriera su verdadero rostro, ese que tenía vida, personalidad, que no era solo una construcción. Era más real, más ella.

—¿Mal? —Soltó una risa breve, cargada de ironía—. Lo sé. No hace falta que me lo digas.

Pero él no estaba pensando en que se viera mal. Todo lo contrario. Y, sin embargo, no encontró las palabras para decirlo.

Se sentía incómoda bajo las miradas de los dos hombres en el espacio. Tantos años evitando que alguien la viera al natural, ni siquiera su propia familia, solo para terminar expuesta ante un par de desconocidos.

Sentía que la juzgaban, que en sus mentes la despojaban de dignidad, imaginando escenarios en los que era humillada. Y entonces, sin previo aviso, la tristeza la invadió. Se sintió pequeña, insignificante. Aunque sabía que todo era producto de su imaginación, que nada de eso era real, la sensación era tan vívida que parecía haber sucedido de verdad.

Sus manos comenzaron a temblar, su respiración se volvió errática y la vista se le nubló. Inspiró hondo, intentando calmarse, pero el dolor en su pecho no cedía. No entendía por qué aquel dolor la golpeaba con tanta fuerza, de la nada, como una oleada imparable.

Respiró más profundo, desesperada por encontrar alivio. Zareth la observó en silencio. Frunció el ceño, sin comprender qué estaba ocurriendo en ella.

—Cathanna, ¿estás bien? —pregunto despacio.

—Sí. —Forzó una sonrisa de oreja a oreja —. Solo estoy… Confundida por todo. Ya sabes. Mis padres ya no están… Estoy a punto de entrar en un castillo lleno de Cazadores. Nada fuera del otro mundo.

—¿Segura?

Ella sintió como su cuello se tensaba.

—Por supuesto.

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Sandra Ocampo
quiero el final
Sandra Ocampo
q paso sé supone q está completa ,tan buena q está
Erika García
Es interesante /Proud/
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